viernes, 14 de agosto de 2015

La Santa de Puerto Apache


Santería, de Leonardo Oyola (leí también Kryptonita y Gólgota) es una novela que cruza los mundos de la villa y de las videntes con una mirada distinta de los años noventa, y todo empaquetado en un policial negro algo torcido. Más allá de algunos detalles, y de que está lejos de Kryptonita, es una novela que se lee bien y que va para adelante como las topadoras de Domínguez contra las villas.
Santería es un policial torcido porque el cadáver con el que empieza cualquier policial aparece efectivamente en las primeras escenas pero en este caso en el futuro, en una visión que tiene el personaje principal, Fátima, La Víbora Blanca. La intriga desde entonces estará en ver si nuestros héroes (Fati, Danielito, el Emoushon, Aguirre y Charly) podrán o no evitar ese destino, la muerte a manos de la mala de este comic, La Marabunta. Además de tratar de evitar ese fin, Fati tiene que bancar la angustia de la visión: "Qué cagada, ¿no? Ver el futuro y no poder cambiarlo. Desespera saber lo que viene." (p. 38)
El mundo de las videntes y de la oración (al Gauchito Gil, a San Jorge, al Señor de la Muerte) no me interpela demasiado, pero sí una visión distinta de los noventa: la transformación vista desde abajo, no cómo suben las torres de Puerto Madero sino cómo se destruye lo que estaba antes ahí. Desde Macaya y Araujo ("Son tiempos difíciles para el Apache. Porque lo que viene-lo que viene en nuestro mundo, que la quiere jugar de primera, es el principio del fin. Puerto Apache... Puerto Madero." - p. 24), hasta Michael Douglas, las referencias a los noventa son recurrentes: Whitney Houston, Samanta, Natalia y Guillote en lo de Mauro, Michael Fox en Volver al Futuro, La Renga, el grupo Sombras con su ventanita del amor y Dire Straits.
"¿Qué va a ser Puerto Madero? Más que un puerto, una isla. Otro país, dicen." (p. 138) Un país que no es para los habitantes de Puerto Apache para quienes (quizás como para todos) "Lo imposible es estar en paz." (p. 137) Y ahí, en ese punto en el que lo individual y subjetivo toca algo universalmente humano es que estamos frente a literatura; con momentos más poéticos (el capítulo 9 me pareció especialmente bien logrado) y otros con pliegues, con ruidos, Oyola nos cuenta su aldea y mucho más.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Libertad, libertad, libertad


En Independence Day, Richard Ford (también leí Canada) retoma a Frank Bascombe, el héroe de The Sportswriter. Tras atravesar los múltiples duelos que atraviesa en aquella novela, y vivir una crisis de mediana edad que incluye un par de meses con una veinteañera en Francia (¡oh, Frank!), Bascombe regresa a la pequeña comunidad de Haddam, New Jersey, y se reinventa como agente inmobiliario. Así transcurre una vida apacible que define como el Período de la Existencia hasta este fin de semana largo del 4 de Julio en el que transcurre esta segunda novela. Algo pasa acá, o algo se cristaliza acá, o un umbral se cruza acá: es "un fin de semana en el que mi propia vida parece estar en un punto de inflexión o al menos en una curva." (p. 226)
El Período de Existencia es un período en el que Frank intenta transcurrir sin preocuparse por los misterios de la vida, tratando de ser lo más literal posible. Se trata, por ejemplo de "ignorar muchas de las cosas que no me gustan o que parecen preocupantes o enmarañadas, y que después generalmente se van." (p. 10) Los remedios generales del Período de la Existencia son la persistencia, tirar afuera cosas, el sentido común, la resiliencia, el buen humor. (p. 390) En el fin de semana finalmente ocurren cosas (con una señorita, con el hijo, con clientes) que lo llevan a volver a involucrarse de una manera más activa con su propia vida, pasar a otra etapa: "El Período Permanante, sería este, ese tiempo largo y que se estira en el que mis sueños tendrían misterio como los de cualquier persona normal." (p. 450)
Una parte importante del cambio, de lo que tiene que ocurrir adentro de Frank, para que se produzca este pasaje tiene que ver con la independencia, con liberarse del pasado y de los lugares en los que su propia historia está anclada pero no con el simple artificio de hacerse el gil. En un fin de semana en que va a hacer un viaje con su hijo, a tratar de enseñarle a su hijo la importancia de ser independiente, de ser autosuficiente (le lleva una copia de Self-reliance de Emerson), es Frank el que se va convenciendo de eso: "cuando sos joven tu adversario es el futuro; pero cuando no sos joven tu adversario es el pasado y todo lo que has hecho en él y el problema de escaparte de él." (p. 95) Lo mismo ocurre con los lugares: hay que "dejar de santificar lugares - casas, playas, la ciudad en la que naciste, la esquina en la que una vez besaste a una chica, la plaza donde una vez marchaste en línea, el tribunal donde conseguiste un divorcio (...) Mejor es simplemente tragarte tu lágrima, acostumbrarte a los sentimentalismos menores y mandarte hacia lo que sea que viene después, no lo que fue. El lugar no significa nada." (p. 151-152).
Independence Day se me hizo más larga que The Sportswriter, pero de nuevo el cantito del narrador te lleva. Frank mira a todos los que se cruzan con él con empatía y sin juzgar, y detrás de cada encuentro se imagina vidas enteras con detalles que pintan a cada personaje menor. Porque estamos hechos de esos pasados de los que queremos liberarnos, por lo menos lo suficiente como para volver a soñar con misterios. Así Frank le dice a su hijo Paul, y se dice a sí mismo: "El mundo, como le dije, te deja hacer lo que quieras si te bancás las consecuencias. Somos todos agentes libres." (p. 270) Y así termina la cosa, con muchas cosas abiertas, pero con Frank listo, quizás, para vivir más que existir: "Mi corazón se acelera. Siento el empujón, el tirón, siento a otros entretejerse y oscilar." (p. 451)

Originales de las citas
"a weekend when my own life seems at a turning or at least a curving point." (p. 226)
"A successful practice of my middle life, a time I think of as the Existence Period, has been to ignore much of what I don’t like or that seems worrisome and embroiling, and then usually see it go away." (p. 10)
"the general remedies of persistence, jettisoning, common sense, resilience, good cheer—all tenets of the Existence Period". (p. 390)
"The Permanent Period, this would be, that long, stretching-out time when my dreams would have mystery like any ordinary person’s". (p. 450)
"when you’re young your opponent is the future; but when you’re not young, your opponent’s the past and everything you’ve done in it and the problem of getting away from it." (p. 95)
"to cease sanctifying places—houses, beaches, hometowns, a street corner where you once kissed a girl, a parade ground where you marched in line, a courthouse where you secured a divorce (...) Best just to swallow back your tear, get accustomed to the minor sentimentals and shove off to whatever’s next, not whatever was. Place means nothing." (p. 151-152)
"The world, as I told him, lets you do what you want if you can live with the consequences. We’re all free agents." (p. 270)

"My heartbeat quickens. I feel the push, pull, the weave and sway of others." (p. 451)