lunes, 27 de diciembre de 2021

Locomotora

 

Estaba en la biblioteca y vi la tapa de un libro de Lee Child. Pregunté por Twitter si la famosa serie de Jack Reacher se lee o no: una amiga me respondió que siempre tuvo ganas pero que no sabía por dónde comenzar; otro amigo me dijo que sí. Solo dos respuestas… Fui a Google para ver por dónde comenzar y apareció un sitio donde te dicen que podés leer por orden de aparición de los libros, por orden cronológico de la saga o por donde quieras. Decidí pedir el primero por orden cronológico. Al rato, otro amigo me mandó por WhatsApp la respuesta de un tercer amigo en común que los leyó todos: “The Enemy es la primera en la biografía del personaje, no la primera en publicarse. Si quiere entender el desarrollo del personaje, mejor por orden de publicación. Igual The Enemy es buenisima.” El consejo del Beduino me llegó cuando ya había empezado por orden cronológico, y el Beduino leyó mucho y bien, pero el consejo llegó tarde y empecé por donde empecé.

The Enemy no es una gran novela, pero es un thriller buenísimo, no hay duda. Lo leí en tres o cuatro días y quería leer más y más. El lenguaje es mecánico, los personajes son planos, las descripciones poco iluminadas, pero el ritmo es brutal y eso es lo que buscamos en estos libros. Respecto de la trama, supe a la mitad del libro algunas cosas importantes, pero otras fueron misterios relativamente bien ocultos y descubiertos. Y solo en un momento dije no, esto no va, cuando un personaje le dice a otro algo que no iba con la historia que había entre ellos dos. Tampoco me surgió la necesidad de buscar un lápiz para subrayar algo, y no recuerdo la última vez que leí un libro sin un lápiz en la mano. Solo busqué una cita, porque hace al título y, quizás, a una descripción del personaje hacia adelante: cuando su segundo le pregunta a Reacher por qué va a ir a hablar con quien cree el malo en vez de ir a hablar con el que cree el bueno, Reacher responde: “Porque estamos en el Ejército, Summer … Se supone que debemos enfrentar a nuestros enemigos, no a nuestros amigos.” (“Because we’re in the army, Summer,”, I said. “We’re supposed to confront our enemies, not our friends.” p. 399) Con todas sus debilidades, es un gran thriller, genial en su clase, y al segundo día, antes de ir por la mitad de The Enemy, ya había pedido el que le sigue cronológicamente: Night School. ¿Haré como con Borges, de principio a fin? No sé, pero por ahora seguiré.


lunes, 20 de diciembre de 2021

Cita con el destino

 


Leí Rendezvous with Destiny. How Franklin D. Roosevelt and Five Extraordinary Men Took America into the War and into the World (Cita con el destino. Cómo Franklin D. Roosevelt y cinco hombres extraordinarios llevaron a Estados Unidos a la guerra y al mundo), del australiano Michael Fullilove, un especialista en política internacional que tuve el gusto de conocer unas pocas semanas antes de la pandemia. En pocas palabras: Rendezvous with Destiny es un libro formidable; interesante por el contenido, brillantemente bien estructurado, muy bien escrito y con un nivel de investigación fenomenal. Una maravilla.

El libro muestra cómo, entre el comienzo de la guerra en septiembre de 1939 y Pearl Harbour en diciembre de 1941, Roosevelt utilizó a cinco hombres en siete misiones diplomáticas para acercar progresivamente a EE.UU. a la guerra. Roosevelt tenía claro que EE.UU. tenía que entrar del lado de los aliados pero tenía que convencer a EE.UU., y no era fácil: “los límites sobre la libertad de movimiento de Roosevelt eran severos, incluyendo el precedente histórico, la ansiedad del público y la oposición parlamentaria en casa, y socios pocos confiables en el exterior. El logro extraordinario de FDR durante los años 1939-1941 fue navegar estas restricciones y mover a un Estados Unidos dividido y dubitativo hacia una intervención cada vez mayor en la guerra europea”. (p. 7)

Para eso utilizó a cinco enviados especiales en siete distintas misiones. Además de las limitaciones físicas que le dificultaban viajar, lo hizo porque “no le gustaban las burocracias, no confiaba en su ministerio de relaciones exteriores, ansiaba tener información y disfrutaba de la diplomacia personal.” (p. 13) Los cinco hombres eran muy distintos entre sí: Harry Hopkins, quizás el más cercano a él, venía de una familia del Midwest, había sido trabajador social y uno de los administradores más importantes del New Deal; Sumner Welles era bastante cercano a FDR, un aristócrata de New York y alto funcionario del Departamento de Estado; Bill Donovan, no tan cercano a FDR, un self made man irlandés-americano, héroe de la Primera Guerra Mundial; Averell Harriman, otro aristócrata pero no tan cercano a FDR; y Wendell Willkie, candidato republicano a presidente que perdió las elecciones con FDR en 1940.

FDR estaba siempre basculando entre halcones y palomas: “Respecto de la guerra, Roosevelt estaba atrapado incómodamente entre los aislacionistas de un lado, que lo creían un aventurero o un traidor, y los intervencionistas del otro, que lo veían como muy lento.” (p. 230) Las misiones buscaron brindarle a FDR información para decidir, pero también operar, estrechando relaciones con Gran Bretaña y con Rusia, buscando fortalecer la moral de  los aliados y calmar su ansiedad, implementando algunas político e incluso buscar apoyo en EE.UU. para un mayor involucramiento. “Las siete misiones que se describen en este libro cuentan la historia del endurecimiento progresivo de las políticas de Roosevelt que eventualmente llevaron a EE.UU. a la guerra.” (p. 352), más allá de que Pearl Harbour haya acelerado el preoceso. Ese endurecimiento se ve en las distintas decisiones: la ley de servicio militar obligatorio (Select Service Act, de septiembre de 1940), que permitió pasar de un ejército de 300.000 a 8 millones de soldados; el acuerdo de destructores por bases con Gran Bretaña; Lend Lease, firmado en marzo de 1941 (“una declaración de guerra económica contra el Eje, p. 213); el apoyo a la Unión Soviética; y el paso a escoltas navales a los convoyes en el Atlántico (“Estados Unidos estaba ahora conduciendo una guerra naval no declarada contra Alemania en el Atlántico”, p. 338). En este sentido, hay que recordar que había realmente mucha oposición doméstica a involucrarse: al comenzar la guerra, solo 1 de 40 querían una declaración de guerra, y más de la mitad preferían una neutralidad imparcial; y a poco de reunirse en Placentia Bay, donde se firmó la Carta del Atlántico, la renovación de la ley de servicio militar se aprobó en la cámara baja por un solo voto.

Fullilove estructura el libro muy bien: una introducción y un epílogo que explican lo fundamental, y un capítulo por cada una de las misiones. Y cada capítulo es genial, porque describe con un increíble nivel de detalle las situaciones y los personajes, tanto que el libro en general, pero especialmente los capítulos centrales, se leen como una novela, llena de detalles y pasiones. El capítulo 7, con la misión de Hopkins a Moscú, es impresionante, casi tanto como la misión: “La misión de Harry Hopkins a Moscú y Placentia Bay fue una de las aventuras más impresionantes de la guerra” (p. 333) Y, como decía, muy bien escrito.

Hace poco leí ydisfruté enormemente la biografía de Edwards de Churchill. Rendezvous with Destiny no solo complementa hermosamente ese libro, acercándonos a ese personaje a través de la mirada de los americanos; sino que también me dio una primera aproximación a Roosevelt, a quien Fullilove describe como “el estadista más importante del siglo veinte. Salvó a la democracia de la Depresión, lideró a los Aliados a la victoria contra el fascismo, ganó de manera sin precedentes cuatro elecciones presidenciales consecutivas - e hizo todo esto con un cuerpo roto.” (p. 10) A través de sus cinco fantásticos, Fullilove nos muestra una pequeña parte de cómo lo hizo, en ese período de quiebre que fue 1939-1941.

 

Originales de las citas

“the limits on Franklin Roosevelt’s freedom of movement were severe, including historical precedent, public anxiety and congressional opposition at home, and unreliable partners abroad. FDR’s extraordinary achievement over the years 1939-1941 was to navigate these constraints and move a divided and hesitant America toward ever greater involvement in the European war.” (p. 7)

"Roosevelt “disliked faceless bureaucracies, distrusted his foreign ministry, craved information, and enjoyed personal diplomacy.” (p. 13)

“On the war, Roosevelt was wedged uncomfortably between isolationists on one side, who regarded him as an adventurer or a traitor, and interventionists on the other, who regarded him as a laggard.” (p. 230)

“The seven European missions described in this book tell the story of the progressive hardening of Roosevelt’s policies that eventually took America into the war.” (p. 352)

“a declaration of economic warfare on the Axis”. (p. 213)

“the United States was now waging an undeclared naval war against Germany in the ATlantic.” (p. 338)

“Roosevelt was the most important statesman of the twentieth century. He saved American democracy from the Depression, led the Allies to victory over fascism, won an unprecedented four consecutive presidential elections - and did all this with a broken body.” (p. 10)

lunes, 13 de diciembre de 2021

Raíces torcidas


Leí Their Eyes Were Watching God, de Zora Neale Hurston, una novela sobre las dificultades de ser mujer, y más aún una mujer negra, con todo en contra para afirmarse a una misma. La novela es de 1937 pero estuvo olvidada por décadas (nos dice Henry Louis Gates Jr. en el epílogo): hoy es imposible leerla sin pensar en todo lo que pasó en los últimos años, digamos entre el #MeeToo y Black Lives Matter. Se me ocurrió una traducción al argentino del conurbano, se me ocurrió una edición con tres o cuatro traducciones latinoamericanas distintas, se me ocurrió que eso podría ser tildado de apropiación cultural y hasta me pregunté si puede opinar un hombre blanco cis heterosexual (¿se dice así?) de un libro de una mujer negra.

Como por suerte nadie me lee, puedo decir lo que quiero. Y empezaré por decir que sí, me gustó la novela: en una historia sin demasiadas vueltas, Hurston nos cuenta la lucha de una mujer, Janie, por encontrar su lugar. La historia comienza con Janie, cerca de los cuarenta, volviendo al barrio, a uno de los barrios de su vida, donde más tiempo vivió quizás, frente a las miradas de las comadronas que la juzgan por cómo se viste, por cómo vivió. Una amiga, Pheoby, se despega de las comadres y acompaña a Janie a su casa; se sientan ahí y, como un haedo homérico, le cuenta a Pheoby su historia: aquí me pongo a cantar, dice Janie.

El canto de Janie es, principalmente, una historia de afirmación femenina. Hija de Leafy, una chica de 17, y su violador blanco, Janie no conoce a sus padres y es criada por su abuela (quien a su vez le cuenta a Janie que Leafy también nació de una violación por un blanco). Tras un primer beso con un chico y el comienzo de su despertar romántico y sexual, la abuela casa a Janie con un granjero y Janie aprende rápido: “Ahora sabía que el matrimonio no hace el amor. El primer sueño de Janie estaba muerto, así que se convirtió en mujer.” (p. 25) Poco después Janie se escapa con un hombre ambicioso y exitoso, pero que no la deja expresarse: “Él quería su sumisión y seguiría luchando hasta obtenerla. Así que gradualmente ella apretó los dientes y aprendió a callar. (...) Tenía veinticuatro años y siete de casada cuando lo supo.” (p. 71) Pero en un momento se anima a decir cosas de afirmación femenina, incluso frente a todos, (Dios me dijo “lo sorprendido que van a estar todo’ s’ustede’ si algún día se avivan que no saben ni medio de nosotra’ de lo que creen que sa’en.” - p. 75) y un día termina diciendo algo hiriente al marido en frente de todos: “Vo’ te hacé 'l culo grande por acá, el cocorito, pero no só’ má’ que palabra’. ¡Ja! Qué yo ‘toy vieja, decí’! Pero cuando vo’ te bajá’ lo’ lompa’ parece el cambio de vida.” (p. 79) Con el tercero, finalmente, encuentra el amor (“‘to no e’ cuestión ‘e negocio’, ni carrera por propiedade’ s’o título’. ‘te ‘s un juego de amor. Yo ya viví como quería abuela, ahora vo’a vivir mi propia vida.” (p. 114) La afirmación de Janie pasa primero por la pareja, pero sin duda crece y el final es la afirmación de que es su propia mujer. Y de vuelta al presente, contándole a Pheoby su historia en la casa oscura, le dice que le diga a las chusmas del barrio lo que quiera, que eso no importa; lo que importa es otra cosa: “Do’ cosa’ cada uno tiene que hacer por sí mismo. Tienen que ir a Dio’, y tienen que encontrar cómo viví’ po’ sí mismo.” (p. 192)

Hurston, que murió en la pobreza y habiendo perdido la batalla sobre la representación de la voz negra (nos dice Gates), era antropóloga. Y el principal mérito de la novela es su descripción del mundo negro de su época en el estado de la Florida; las relaciones, la sociabilidad, la economía, la cuestión racial desde ya, el lenguaje y los mitos y la mirada del mundo y la religiosidad. Nos dice Gates que Hurston va contra la idea principal de buena parte del siglo XX (que la esclavitud había privado a los negros de su cultura); Hurston, en cambio, “nos da una sensación de la gente negra como completa, compleja, seres humanos no disminuidos, una sensación que está ausente en una parte tan importante de la escritura y la literatura negras” (p. 200, cita de Alice Walker).

Me parece que eso está muy bien en el libro, porque lo discuten los personajes. No solo se muestra con los personajes y sus comunidades, sino que distintos personajes encarnan este debate; o, más bien, porque no es La Montaña Mágica, no encarnan, sino que tocan estos temas o estas posiciones. Y por eso, porque no encarnan, porque no es una novela de ideas, logra ser una novela. (Me acuerdo una cita de Hornby que decía algo así como que una novela literaria es, básicamente, una novela que no funciona.) La abuela le dice a Janie, de chica: “Sabés, corazón, que nosotros la gente de color somos como ramas sin raíces y eso hace que las cosas salgan de formas raras.” (p. 16) (La abuela también transmitió a la nieta la pirámide del poder: “Corazón, ‘l hombre blanco es el que gobierna todo (...) Así que ‘l hombre blanco le tira ‘l fardo y le dice al negro que lo levante. Lo levanta porque tiene que, pero no lo lleva. Se lo da ‘ su’ mujere’. La mujer negra e’ la mula ‘l mundo, así lo veo yo.” - p. 14) Pero la historia de Janie es una afirmación de que hay agencia posible para una mujer negra. En el medio, hay otras miradas sobre el tema. Están los que echan la culpa de todo a los blancos y los otros: “Nosotro’ la gente negra somo’ demasiado envidioso’ uno del otro. Por eso nosotro’ no avanzamo’ má’ de lo que avanzamo’. ¡Decimo’ que ‘s el hombre blanco que nos mantiene abajo! ¡Nah! Ni necesidad que tiene. Nosotro’ no mantenemo’ nosotro’ mismo’ abajo.” (p. 39) Y hasta están los negros que odian la negritud, como Mrs. Carter “que no agarraba a Janie Woods la mujer. Le rendía homenaje a las características caucásicas de Janie como tales.” (p. 145),

Their Eyes Were Watching God describe esa etnografía, pone en valor esa cultura y se planta en la discusión sobre la cultura negra en Estados Unidos mientras cuenta la historia y con un valioso manejo del idioma. El sonido logrado en los diálogos es realmente muy bueno, aunque es cierto que en algunos momentos me parece que se va de registro con la narración, escribiendo en lenguaje vernáculo lo que es del narrador. Pero tiene momentos poéticos bellos, sobre todo cuando describe los encuentros comunales en la tienda de Starks y los momentos de mayor emoción entre Janie y Tea Cake. En definitiva, un libro importante en el sentido de que, de alguna manera, inaugura una tradición (clave, por ejemplo, para poder llegar a Toni Morrison), que pone en perspectiva muchas de las discusiones de la actualidad y que también se disfruta como novela por los personajes y el lenguaje.

 

Citas usadas

“She knew now that marriage did not make love. Janie’s first dream was dead, so she became a woman.” (p. 25)

“He wanted her submission and he’d keep on fighting until he had it. So gradually, she pressed her teeth together and learned to hush. (...) She was twenty-four and seven years married when she knew.” (p. 71)

“Sometimes God gits familiar wid us womenfolks too and talks His inside business. He told me how surprised He was ‘bout y’all turning out so smart after makin’ yuh different; and how surprised y’all goin’ tuh be if you ever find out you don’t know half as much ‘bout us as you think you do.” (p. 75)

“You big-bellies round here and put out a lot of brag, but ‘tain’t nothin’ to it but yo’ big voice. Humph! Talkin’ ‘bout me lookin’ old! When you pull down yo’ britches, you look lak de change uh life.” (p. 79)

“Dis ain’t no business proposition, and no race after property and titles. Dis is uh love game. Ah don lived Grandma’s way, now Ah means tuh live mine.” (p. 114)

“Two things everybody’s got tuh do fuh theyselves. They got tuh go tuh God, and they got tuh find out about livin’ fuh theyselves.” (p. 192)

“a sense of black people as complete, complex, undiminished human beings, a sense that is lacking in so much black writing and literature”. (p. 200)

“You know, honey, us colored folks is branches without roots and that makes things come round in queer ways.” (p. 16)

“Honey, de white man is the ruler of everything (...) So de white man throw down de load and tell de nigger man tuh pick it up. He pick it up because he have to, but he don’t tote it. He hand it to his womenfolks. De nigger woman is de mule eh the world so fur as Ah can see.” (p. 14)

“Us colored folks is too envious of one ‘nother. Dat’s how come us don’t git no further than us do. Us talks about de white man keepin’ us down! Shucks! He don’t have tuh. Us keeps our own selves down.” (p. 39)

“didn’t cling to Janie Woods the woman. She paid homage to Janie’s Caucasian characteristics as such.” (p. 145)

lunes, 29 de noviembre de 2021

Desesperanza


Últimos apuntes sobre un curso que no hice, siguiendo este, este y este. Sobre un hombre, un artista, signado por la desesperanza. Un escritor judío que parece profetizar el holocausto (como si eso fuera posible) y el pesimismo radical que el holocausto impone sobre la naturaleza humana.

 

“A Report to an Academy”

Un hombre presenta un informe a una academia “sobre mi vida anterior como un simio”. Pero en realidad no dice nada de su vida como simio, sino que habla de su transformación hacia la humanidad y su consecuencia: la pérdida de libertad. Relata cómo fue capturado por la empresa Hagenbeck y cómo lo llevaron en barco encerrado dentro de una jaula frente a un armario, donde estaba muy incómodo; “en lo que a Hagenbeck respecta, el lugar de los simios es frente a un armario - bueno, entonces, tenía que dejar de ser un simio.” Parte de la tripulación se reunía cerca de la jaula, tomando y fumando. Y él comenzó a imitarlos, pero no en busca de la “libertad”, palabra que dice que deliberadamente elige no usar: “demasiado a menudo los hombres son traicionados por la palabra libertad. Y como la libertad se cuenta dentro de los sentimientos más sublimes, así la desilusión correspondiente también puede ser sublime.” (253)

Lo que buscaba no era la libertad, sino una salida. “Nadie me prometió que si me convertía en uno de ellos los barrotes de mi jaula serían quitados. Promesas de ese tipo para contingencias aparentemente imposibles no son dadas. Pero si uno logra lo imposible, más tarde la promesa aparece retrospectivamente precisamente allí donde antes uno las había buscado en vano.” El simio aprende a escupir, a fumar una pipa pero se le complica tomar schnapps, que le causaba rechazo. Un marinero lo ayuda, y cuando el simio no lo lograba el maestro “no se enojaba conmigo, él percibía que los dos estábamos peleando en el mismo bando contra la naturaleza de los simios y que yo tenía la tarea más difícil.” Un día logra no solo tomar un trago largo, tirando después la botella, sino hablar: “y con ese exabrupto hice mi ingreso a la comunidad humana”. “Lo repito: imitar a los seres humanos no me atraía; los imitaba porque necesitaba una salida, y por ninguna otra razón.”

Al llegar a Hamburgo, con su primer entrenador, ve que solo tiene dos alternativas: el zoológico o el teatro de variedad, y decide lo segundo porque lo primero “significa solo una nueva jaula“. De nuevo, no usa la palabra libertad; recordando a unos gimnastas en trapecios, el simio/hombre se ríe de la definición humana de “libertad”. Llegado a Hamburgo, entonces, se dedicó a aprender cosas, porque “uno aprende cuando tiene que hacerlo; uno aprende cuando necesita una salida; uno aprende a toda costa”. Y así vive, presentando sus funciones, yendo a banquetes y recepciones sociales o científicas, y al llegar a casa le espera “una chimpancé entrenada a medias, y yo me consuelo con ella como hacen los simios”, aunque de día no la puede soportar por su carácter semi-animal.

El cuento presenta múltiples interpretaciones. Primero, diría, es una reflexión sobre la naturaleza humana. El maestro, dice el hombre-simio, sabía que peleaba contra la naturaleza del simio, tratando de dotarlo de naturaleza de humano. ¿Y qué nos dice el simio, que no dice nada de su naturaleza de simio, sobre la naturaleza humana? El hombre es presentado como poca cosa; los marineros embrutecidos, los gimnastas que no representan la libertad; gracias a su esfuerzo logra “llegar al nivel cultural de un europeo promedio. Por sí mismo eso puede no ser nada especial, pero lo es en tanto me ha ayudado a salir de mi jaula y me ha abierto una salida especial para mí, el camino de la humanidad.” Y el camino de la humanidad es esa realidad limitada, sin libertad, atrapados en un cuerpo. El paso de simio a hombre es pérdida de libertad, porque un animal puede ser libre (salvo que se lo ponga en una jaula) pero un hombre no: “simio libre que era, me sometí a ese yugo”.

Segundo, una interpretación bastante sensata es la de los judíos asimilados, que para ser parte de la sociedad europea deben perder los valores de sus orígenes. Ampliamos la cita anterior: “Nunca podría haber logrado lo que logré si me hubiera fijado tercamente a aferrarme a mis orígenes (...) simio libre que era, me sometí a ese yugo. En venganza, sin embargo, mi memoria del pasado me ha cerrado sus puertas más y más”. Relacionado con esto, como el cazador Gracchus, el hombre/simio está entre dos mundos: ni del todo humano ni del todo simio, y no podría volver a ser simio. Lo cual, a su vez, podría ser también metáfora del artista, que no es del todo de este mundo: el simio del reporte parece así un primo de otro personaje enjaulado de Kafka, el de “Un artista del hambre”.

(Comentario al paso, no solo sobre el “Informe a la Academia”. Como en otros cuentos, hay aquí un humor especial, es en parte una sátira. A mí me costaba entender, ver el humor del que hablan algunos comentaristas. Es este humor no negro, sino existencial, del que habla muy bien David Forster Wallace en este documento, disponible enespañol acá.

 

“A Hunger Artist”

Da cuenta de un tiempo en el que había un arte o una profesión: la del ayuno, o el artista del ayuno, o artista del hambre. Era una actividad seguida por el público, que iba a ver al ayunante en su jaula. Como nadie podía verlo todo el tiempo, nadie podía estar plenamente satisfecho: el artista “era por lo tanto el único espectador que podía estar completamente satisfecho de su propio ayuno. Sin embargo por otras razones nunca estaba satisfecho”. Con el tiempo, el ayuno profesional deja de interesar, y nuestro artista (es “un artista”, no “el artista”) termina haciendo su presentación en un circo, pero allí también la gente se va olvidando de él. Finalmente lo descubre un supervisor. El artista del hambre dice que siempre quiso que admiraran su ayuno; el supervisor le dice que lo admiran, y el artista replica: “pero no deberían admirarlo” y cuando le preguntan por qué dice que no tiene alternativa: no lo puede evitar, dice, “porque no pude encontrar la comida que me gusta”.

Acá sí la interpretación más obvia me parece la del artista del hambre como un artista, como alguien que no puede evitar serlo aunque lo destruya física o emocionalmente; que está siempre insatisfecho con su obra, que nunca es suficiente; que desea la admiración pero nunca cree merecerla. Y sobre todo, alguien que no lo puede evitar; como le decía Kafka a Felice, “No tengo ‘intereses literarios’: la literatura es de lo que estoy hecho.”

(Comentario menor, siguiendo con los comentaristas que se preguntan si Kafka no profetizó el holocausto, es imposible no pensar en el holocausto en la imagen del primer párrafo, cuando habla de los espectadores viendo al artista “maravillados por él, sentado allí, pálido en calzas negras, con sus costillas salidas prominentemente”.)

 

“The Married Couple”

Escrito en primera persona, el narrador dice que su negocio está mal y que por lo tanto hace visitas él mismo a clientes. Entonces, un día decide ir a visitar a N., con quien en una época tuvo “relaciones comerciales permanentes”. Un hombre mayor y enfermo, ya casi no va a la oficina, así que el narrador lo va a visitar a la casa. Llega y lo llevan a la habitación del hijo, que estaba enfermo, en cama. Al llegar a la habitación, se encuentra allí con un agente rival, el viejo N. y la mujer de N., que toma el abrigo del viejo y sale a guardarlo. El narrador decide hacer su presentación (y admite que fácilmente se deja llevar en esas situaciones) hasta que el hijo hace movimientos con su puño para que mire a su padre, que tiembla y luego se relaja, aparentemente muerto. El hijo (hace poco descripto como un hombre grande, de la misma edad que el narrador) se esconde debajo de sus sábanas; el rival no se mueve. El narrador piensa que le tiene que decir a la mujer de la muerte de N.; entonces la mujer regresa con ropa de abrigo para N. y dice “se ha quedado dormido” y al rato N. se despierta y se excusa por haberse dormido. El narrador aprovecha la primera oportunidad para irse. Saliendo, se encuentra con la esposa; el narrador le dice que le recuerda a su madre; y ella responde preguntándole cómo ha visto a su marido. El hombre sale, cansado, remarcando que las escaleras bajando le resultan más cansadoras que las de subida y que aunque estas visitas comerciales son muy cansadoras debe seguir haciéndolas.

Mi lectura directa enmarcaría el cuento en el existencialismo (con toques mágicos): la vida como una sucesión de pasos absurdos, sin mucho sentido, con la muerte (también sin sentido) acechando. Pero claro, el cuento se llama “The Married Couple”, la pareja casada, y no digo mucho de la esposa abnegada. Poniendo la mirada ahí pienso, por un lado, en una mirada biográfica, donde el padre de Kafka era todo y la madre y todos los demás satélites de él. (El narrador le dice a la señora que le recuerda a la madre.) Pero vuelvo a algo absurdo de ese servicio de la esposa, de esa abnegación: el paralelo del comerciante no es solo el hijo en cama sino también la esposa abnegada, que hace sus tareas esperando, también, la muerte.

 

“Josephine the Singer, or the Mouse Folk”

Es un relato sobre la extraña relación entre Josefina y el pueblo de los ratones, donde nada es claro, ni siquiera si ella realmente canta o si silba, ni sobre la naturaleza del pueblo de los ratones: solo se usa la palabra ratón dos veces, en el título y en la expresión “quiet as a mouse”, silencioso como un ratón (que en alemán, veo, es “mäuschenstill”, still as a mouse; cuando sea grande voy a aprender alemán).

En la segunda oración el pueblo es llamado una “raza”. Luego se dice que el pueblo “está casi siempre escapando y corriendo de acá para allá” y más adelante se dice que “tenemos que vivir en dispersión”, a un paso de decir diáspora. Como si no fuera suficiente para pensar que el pueblo es el judío, aparecen también tonos religiosos: Josefina y su público son descriptos como un pastor y un rebaño, y a veces ella intenta presentarse como “la salvadora de nuestro pueblo”. El pueblo no es musical y Josefina no parece ser demasiado buena cantando (o silbando) pero ella lo representa: “el silbido agudo de Josefina en medio de graves decisiones es casi como la precaria existencia de nuestro pueblo en medio del tumulto de un mundo hostil”. A pesar de esta representación, de que Josefina representa de alguna manera al pueblo, el pueblo no entiende ni a Josefina ni a su arte. Y ella no solo quiere ser sostenida económicamente: “lo que ella quiere es un reconocimiento público, sin ambigüedad y permanente de su arte”, lo que “la elude persistentemente”. Y como la elude ella empieza a retacear su arte, y el pueblo comienza a olvidarse de ella. “Es curioso lo equivocada que está en sus cálculos, una criatura tan inteligente, tan equivocada que uno podría pensar que no ha hecho cálculos de ningún tipo sino que solamente es llevada por su destino, que en nuestro mundo no puede ser otro que uno infeliz.”

De nuevo, las dos interpretaciones más obvias son las relacionadas con el judaísmo y la del artista. El artista incomprendido, que nunca recibe del otro lado lo que realmente (cree que) merece, como el artista del hambre, destinado a ser olvidado. Del otro lado, la mirada más obvia es una nueva crítica de Kafka a la asimilación; decir que el pueblo “se había olvidado de cómo cantar” es decir que había abandonado su religión y tradición. Recordemos que la familia de Kafka era poco practicante y que, en sus últimos años, Kafka se acercó a la religión y al sionismo. Este cuento, escrito hacia el final de la vida, aparece así como una crítica a la asimilación (y al padre). Pero Josefina por momentos parece más que un rabino, que un pastor; parece un mesías, “la salvadora de nuestro pueblo”. Y el hecho de que sea olvidada, de que el pueblo no la reconozca como su salvadora - ¿había una película en la que Jesús volvía a la tierra y nadie le daba bola, ¿no? - también admite múltiples interpretaciones. Puede ser una crítica al pueblo judío, claro. Pero también algo más grande: emparentados en la falta de reconocimiento, el mesías y el artista son representantes del hombre, del individuo, arrojado frente a la estructura social. (Recordemos el título: Josefina y el pueblo). Y en esa relación, el individuo está condenado; el destino no puede ser sino infeliz, nada tiene sentido, nada significativo es posible.

lunes, 22 de noviembre de 2021

Apuntes sobre otros cuentos de Kafka

 


Un cambio de planes me impidió hacer el curso con Santiago Llach, pero estoy leyendo los mismos cuentos en paralelo. Hace un par de semanas el primer conjunto de cuentos, la semana pasada un libro de análisis y hoy cuatro cuentos más. Aquí apuntes desordenados.


“A Country Doctor”

En medio de una tormenta, un médico tiene que viajar 10 millas para atender a un paciente de urgencia; tiene carro, pero no tiene caballo; su criada (Rosa) está por el pueblo buscando un caballo prestado y el médico entra al chiquero deshabitado por años que de pronto tiene olor a caballo y aparece un señor en cuatro patas, un extraño para el médico, que es el mozo de establo y aparece de vuelta Rosa y dos caballos magníficos. El encargado acosa a Rosa y el médico lo frena; cuando el encargado dice que no va con el médico, Rosa se asusta y el médico no quiere dejar sola a Rosa, pero de pronto ya no está ahí sino en el carro en camino y al instante siguiente está en lo del paciente. El paciente, un joven, le pide que lo deje morir, los caballos se sueltan del carro y abren las ventanas desde afuera, el médico se preocupa por Rosa. La familia del paciente lo conmina a atenderlo y el médico primero lo ve sano. Se pregunta qué hace allí, se preocupa por Rosa y de pronto él mismo piensa en morir, su vida una “tortura” (“torment”) por la gente del distrito que lo llama sin necesidad y no le reconoce nada y no le presta caballos: “Escribir recetas es fácil, pero llegar a entendimientos con las personas es difícil.” La madre lo lleva a volver a ver al joven y de pronto hay sangre en una toalla, los caballos “relinchando juntos; el ruido, supongo, ordenado por los cielos para asistir en mi examinación del paciente” y ahora sí descubre en el joven una herida del tamaño de su mano, “roja-rosa” (“Rose-red”) y luego gusanos, también “Rose-red”, del tamaño de sus dedos, con cabezas blancas y entonces el joven pide que lo salve. El médico vuelve a hablar de sus tribulaciones como médico rural y de pronto la familia y los mayores de la aldea lo desvisten y un coro canta que que si no los sana hay que matarlo y luego lo acuestan en la cama al lado del joven. Tras una conversación con el joven, el médico logra escaparse, tira la ropa al carro y se arroja él, desnudo, pero sabe que nunca llegará a casa, mientras en su casa “el desagradable mozo está rabioso; Rosa es su víctima”.

El análisis surrealista / existencialista: el médico impotente frente a situaciones extremas ridículas.

El análisis psicoanalítico: el médico reprime y sublima su atracción sexual hacia Rosa, crea el personaje del mozo que sí logra violarla (la toalla ensangrentada representaría la pérdida de la virginidad de Rosa). Yo no leí la sublimación hasta que lo leí acá, pero sí el deseo sexual evidente del médico, que antepone el deber al deseo, la preocupación del médico por Rosa; y después las imágenes bastante claras (la herida del joven es rosa-roja, en alemán el personaje es Rosa y rosa-rojo seguramente sería algo así como rot-rosen; la herida además tiene gusanos rosa-rojos de cabezas blancas… digo, bastante claro, ¿no?)

Uso de la primera persona (raro hasta donde he visto en Kafka).

 

"The Hunter Gracchus"

Comienza con algo así como una naturaleza muerta de un puerto. Llega una barca y unas personas descienden con un féretro y van hacia una casa amarillenta de dos pisos. Se encuentran allí con un caballero de negro con galera que pone su mano sobre la frente del hombre que está en el féretro, se arrodilla y reza; le pide a todos que lo dejen solo. El cuerpo abre los ojos y pregunta al hombre quién es; sin sorprenderse, responde que es el burgomaestre de Riva. El muerto cuenta que murió hace muchos años, cazando en un bosque, pero que su nave perdió su camino y quedó “por siempre (...) en la gran escalera” que lleva al otro mundo. El burgomaestre le pregunta si acaso el cazador no es culpable por ello y el cazador responde que no: “Yo era un cazador; ¿acaso eso es un pecado? Yo estaba siguiendo mi vocación como cazador en la Selva Negra”. El Burgomaestre dice que él no puede juzgar si hubo pecado, y pregunta: “¿Pero entonces de quién es la culpa?” El cazador responde que del barquero, quien debía conducirlo al otro mundo. El cazador está atrapado entre la vida y la muerte y el cuento concluye con sus palabras: “Aquí estoy, más que eso no sé, más allá de ello no puedo ir. Mi barco no tiene timón, y es llevado por el viento que sopla en las regiones más profundas de la muerte”.

Mi primera aproximación es la existencialista. Arrojados al mundo sin sentido, sin saber más que eso, sin tener claro qué culpa se tiene pero purgando por alguna culpa. También algo de estar atrapado en un cuerpo; encerrado en un féretro, atrapado en un cuerpo. La segunda, sobre esta, es la biográfica: ¿de quién es la culpa? ¿Es muy difícil pensar que el barquero, quien conduce, quien debió conducir, quien equivocó el camino, es el padre?


“The Great Wall of China” 

Me parece de lo más críptico que he leído de Kafka, y lo más borgeano también, el formato del relato me recuerda a “El inmortal”. Es una explicación y justificación de la construcción por partes de la muralla, sin explicación de para qué se hizo. (Incluso, se cita a un estudioso que dice que se la construyó para que sea los cimientos de una Torre de Babel.) Hay un alto comando desconocido y que no parece muy efectivo. Por momentos parece una película de los hermanos Coen donde todos chapucean sin saber qué están haciendo. “Queda así, por lo tanto, ninguna otra conclusión más que la de que el comando eligió deliberadamente el sistema de construcción por partes. Pero la construcción por partes fue apenas improvisada y por lo tanto no expeditiva. ¡Extraña conclusión!” Es, imagino, el tipo de cuentos de Kafka que otros han encontrado con humor. Pero hay de nuevo la sensación de que se hacen cosas sin propósito, de que no hay propósito y de que no tiene sentido buscar un propósito, para lo cual se introduce la parábola del río: con suficiente agua, el río es positivo; si hay más agua, es pernicioso; en el mismo sentido hay que limitar las “meditaciones sobre los decretos del alto comando”. La comprensión tiene un límite, y la conclusión debe ser creer “que el alto comando ha existido por toda la eternidad, y así también la decisión de construir la muralla”. Luego se pasa a hablar del imperio y del emperador y de sus reglas y se describe otra parábola: el emperador le da un mensaje para transmitir a un hombre, pero por más que luche, ni por mil años logrará siquiera salir del palacio. La descripción es similar a la de “Ante la ley”: las etapas son infinitas, la vida es un obstáculo tras otro, el hombre un hámster en su rueda, moviéndose sin parar para quedar en el mismo lugar.

 

“Jackals and Arabs”

Acampando en medio de un oasis, un hombre europeo no puede dormir y lo rodea una manada de chacales. Uno se le acerca, se para y le habla; le dice que hace tiempo lo estaban esperando (como a un mesías). Hablan mal de los árabes y por momentos el hombre se siente amenazado: dos chacales lo sujetan por la espalda. Finalmente, el chacal le pide que mate a los árabes, que todos los animales mueran de muerte natural y que no se los mate para comer, y traen una tijera para que el europeo mate a los árabes. En eso aparece el jefe árabe de la caravana, golpea su látigo y los chacales escapan. El árabe le dice al europeo que es siempre igual, que siempre andan con esas tijeras buscando un europeo que los libere de los árabes. Después les tira un camello muerto y los chacales son llevados a él “irresistiblemente”: “Habían olvidado a los árabes, olvidado su odio”, y aunque el árabe cada tanto les daba latigazos, ellos volvían por más, “No podían resistirse”.

Vi por ahí una interpretación político-religiosa (ayudada por el hecho de que la primera publicación fue en una revista sionista) donde los chacales serían los judíos esperando por el mesías. Yo modifico esa interpretación de esta manera, siguiendo con los chacales como los judíos; el hecho de que son carroñeros hablaría de la debilidad de los judíos por convertirse en actores políticos de propio derecho; y que al final terminen aceptando los huesos sería la búsqueda de la asimilación en Europa (de la cual Kafka es parte en su Praga pero que muy pronto se encontraría con el holocausto). La misma forma podría tener una mirada de izquierda. Los árabes son el capitalismo, los chacales los trabajadores que buscan redención pero terminan acomodándose con un poco de carne de camello. “Esa gran zanahoria, que te muestra papá”, diría una canción. O algo similar más interno, más subjetivo: uno nunca se puede salir de los mandatos paternos, nunca nos animamos a matar al padre. O sexual, claro.


lunes, 15 de noviembre de 2021

Leyendo a quienes leyeron a Kafka

 


Leí Kafka’s World, editado por J. P. Stern, un conjunto de textos (ciertamente dispares) sobre la vida y obra de Franz Kafka, y acá va mi apunte de lectura, más incompleto y deshilachado que de costumbre.

Primero: el torturado. La palabra que aparece una y otra vez en el libro, el leitmotif, es “torment”, tormento o tortura. Kafka como persona y escritor está marcado por la tortura: un padre tortuoso, una vida familiar tortuosa (sus dos hermanos mayores mueren en la infancia, él de tuberculosis a los 40, sus tres hermanas en campos de exterminio); relaciones tortuosas con mujeres, en las que tortura y se tortura a sí mismo; y una obra repleta de la tortura de la existencia. En “A Normal Enough Dog: Kafka and the Office”, Roy Fuller rechaza la visión de Max Brod de que la obra de Kafka perdió mucho por sus años de trabajo burocrático; su tormento iba más allá de la oficina: “como su empleo, su salud era más una contraparte que una enemiga de su vida creativa. La lucha de Kafka no era apenas con su empleo, su salud o las costumbres burguesas sino con la propia existencia: el resultado inevitable del pasaje a ser de su cuerpo”. (p. 195)

Segundo, el artista torturado. Kafka representa la imagen del artista torturado, el que se tira al río expulsado en “La condena”, el bicho raro de “La metamorfosis”. En una carta a Felice Bauer, con quien se comprometió dos veces y nunca se casó, dice: “No tengo ‘intereses literarios’: la literatura es de lo que estoy hecho.” (p. 19) Los tópicos kafkianos más habituales son la culpa, el castigo, el encierro, el aislamiento, la alienación. Esa tortura, esa angustia existencial, es parte del espíritu de los tiempos (puntos cinco y seis), pero también es, eminentemente, personal, subjetiva, única. Dice Idris Parry en “A Path in Autumn”: “Kafka tiene razón. Él es único. No hay generalizaciones ni en la vida ni en el arte, solo el hecho especial al que se presiente cargado de importancia” (p. 229-230).

Tercero: ¿de qué barrio sos, Kafka? En “Kafka’s Prague”, F. W. Carter habla de una ciudad en pleno crecimiento, dividida entre checos, alemanes y judíos (que eran parte del mundo alemán). En “The Rise and Fall of  the Jewish-German Symbiosis: The Case of Franz Kafka”, Felix Weltsch abunda sobre esto: antes de la guerra, había una simbiosis entre judíos y alemanes en Praga. “Esta alianza era tan estrecha que los judíos no se sentían de ningún modo aliados sino que simplemente se identificaban con los alemanes.” (p. 48) ¿Es Kafka un escritor judío? ¿Es plenamente aceptado por el canon alemán? Checo no es.

Cuarto: Kafka, el creador del realismo mágico. Dice Johannes Urzidil en “Two Recollections”, hablando del golem: “La magia es el realismo llevado a un extremo abstracto. Animales hablan. Materia inerte salta a la vida. Hombre deviene insecto. No hay básicamente nada nuevo en esto; es la milenaria realidad y sabiduría de los cuentos de hadas y las parábolas.” (p. 67) ¿Pero es así? Hay algo distinto, creo yo, en que son en todo caso las parábolas y los cuentos mágicos de la modernidad. (Para un ensayo que no voy a escribir: Kafka es a los cuentos de hadas lo que la libertad de los modernos es a la libertad de los antiguos.)

Cinco: Kafka el visionario. En “Challenges and Protests”, J. P. Stern trae un comentario de Georg Lukács que incluye a Kafka claramente en el campo del realismo, la expresión del hombre oprimido por estructuras sociales: “El mundo del capitalismo moderno, visto como una forma del infierno en la tierra, y la impotencia de toda empresa humana frente al poder ejercido por ese mundo: ese es el material del que está hecha la ficción de Kafka.” (p. 182) ¿Profecía de lo que vendrá, del nazismo y el holocausto, o culpa atávica? Erich Heller, “Investigations of a Dog and Other Matters”: “¿Fue la de Kafka una visión profética? ¿O es la culpa desconocida de sus hombres culpables una metáfora mundana del pecado original, de hecho, de la Caída del Hombre?” (p. 104) La pregunta podría formularse así: ¿es un judío pre-holocausto o post-holocausto? Walter H. Sokel, “Freud and the Magic of Kafka’s Writing”, parece ir por el lado de lo profético; Kafka recogiendo lo que había allí de malestar en la cultura, con perdón de los freudianos: de hecho, Sokel describe la naturalización que hace la familia Samsa de la metamorfosis de Gregor como una “banalidad del mal” (p. 150), que es la expresión que usa Hannah Arendt para describir a Eichmann en Jerusalem. J. P. Stern, “Challenges and Protests”, trae dos comentarios más en esa línea; uno de Walter Banjamin: “el mundo de Kafka (...) es el complemento exacto de su era, que está preparándose para despachar a habitantes de este planeta en una escala considerable” (p. 177). Y otro de Bertold Brecht: “un escritor profético con apenas un tema único (...) Es el asombro de una persona que es consciente de que enormes turbulencias de todas las relaciones son inminentes, y que sin embargo no es capaz de ajustarse al nuevo orden” (p. 180)

Sexto: Kafka como escritor freudiano. Walter H. Sokel, “Freud and the Magic of Kafka’s Writing”: “Kafka presentó en términos ficcionales la imagen del hombre tal como la concebía Freud” (p. 145). “Lo que el psicoanálisis freudiano diagnosticaba como ‘neurosis’ era para Kafka angustia espiritual o existencial, inseparable de todo el ser de quien la sufría.” (p. 146-7) Así se interpreta “La metamorfosis”: Gregor tenía el deseo de escaparse del trabajo al que estaba obligado por las convenciones sociales; reprime ese deseo, que termina manifestándose en un fallido descomunal, por el que se convierte en insecto; así cumple el deseo prohibido de dejar de trabajar y es a la vez castigado por hacerlo. Y en “La Condena” “un deseo de muerte dirigido al padre puede ser disfrazado como un ataque del padre al hijo” (p. 156)

Séptimo: Kafka, el inventor de la tercera primera. Martin Walser, “On Kafka’s Novels”, destaca el uso de la tercera persona sin un narrador visible pero sin distanciarse del “héroe”; así, Kafka nos hace vivir lo que vive K. pero sin que sea primera persona, y todo es subjetivo e interpretable. ¿Inventó la tercera primera? No tengo ni idea, pero que hay algo especial ahí no hay duda.

Octavo: Kafka podría haber enseñado hebreo en Newark. En “‘I always wanted you to admire my fasting’, or Looking at Kafka”, Philip Roth trae un díptico. En la primera parte, se pregunta si, de haber sobrevivido a la tuberculosis, Kafka podría haberse escapado del holocausto. Roth parece ver en sus últimos meses, cuando finalmente sale de la prisión de Praga y de la familia de origen y vive en Berlín con Dora Dymant, quien le enseña hebreo, esa posibilidad. En la segunda parte, Roth hace un breve cuento en el que Kafka es el profesor de hebreo de un joven Roth; Kafka corteja a su tía Rhoda, está a punto de casarse pero finalmente no logra hacerlo (como cayeron todos los compromisos del Kafka real).

 

Originales de las citas

”like his job, his health was more a counterpart than an enemy to his creative life. Kafka’s struggle was not just with his job, his illnesses, bourgeois customs, but with existence itself - the inevitable result of the coming into being of his body”. (p. 195)

“I don’t have ‘literary interests’: literature is what I’m made of”. (p. 19)

“This alliance was so close that the Jews did not feel themselves to be allies at all but simply identified themselves with the Germans.” (p. 48)

“The world of modern capitalism, seen as a form of hell on earth, and the helplessness of all human endeavor in the face of the power wielded by that world: such is the stuff of which Kafka’s fiction is made”. (p. 182)

“Was Kafka’s a prophetic vision? Or is the unknown guilt of his guilty men a mundane metaphor for original sin, in fact; for the Fall of Man?” (p. 104)

“Kafka’s world (...) is the exact complement of his era which is preparing to do away with the inhabitants of this planet on a considerable scale”. (p. 177)

 “a prophetic writer with but a single theme (...) It is the astonishment of a person who is aware that enormous upheavals in all relationships are imminent, and yet is incapable of adjusting to the new order” (p. 180)

“Kafka presented in fictional terms the image of man as conceived by Freud.” (p. 145)

“What Freudian psychoanalysis diagnosed as ‘neurosis’ was for Kafka a spiritual or existential anguish, inseparable from the whole being of the one who suffered it.” (p. 146-7)

 “a death wish directed at one’s father may be disguised as the father’s assault upon the son” (p. 156)

“Kafka is right. He is unique. There are no generalizations in life or in art, only the special event sensed to have significance.” (p. 229-230)

lunes, 8 de noviembre de 2021

Primeros apuntes sobre algunos cuentos de Kafka

 


Me metí en un curso de Kafka con Santiago Llach. Los primeros cuatro cuentos a leer son “La condena”, “El fogonero”, “La metamorfosis” y “Ante la ley”. Estos son mis apuntes desordenados y veloces.

 

“Before the Law” / “Ante la Ley”

Una persona viene del campo y se acerca a la Ley. El guardia le dice que no puede pasar ahora, pero quizás más adelante sí, y le dice que hay muchos guardias de allí en más. El hombre del campo piensa que la Ley “sin duda debería ser accesible para todos” (p. 3) pero haga lo que haga, el guardia no lo deja pasar. “Se sienta ahí por días y años” (genialidad, p. 3) hasta que finalmente, ya viejo y cerca de la muerte, le pregunta al guardia cómo es que nadie más se acercó a la puerta. El guardia le dice que esa puerta era solo para él y la cierra.

Apuntes. Un montón de tópicos kafkianos en dos páginas. Aunque el hombre está afuera, está encerrado. No sabemos por qué razón quiere acceso a la ley: ¿alguien le hizo un daño, él debe expiar una culpa? No hay instrucciones: el hombre debe esperar ahí a que algo suceda, nadie le dice cuál es el procedimiento. Soledad: está ahí solo, sin contacto con nadie más que el guardia, representante de una estructura mayor. Y claro, la Ley es el padre.

 

“The Judgment”

Georg Bendemann, un joven comerciante, le escribe a un amigo que se mudó a Rusia. Como su amigo no está bien allí, no quiere ni hacer referencia a los problemas del amigo ni a su propio éxito (comercial y emocional, ya que Georg está comprometido con una chica de “una buena familia”). Al terminar de leer la carta, y llevado quizás por la culpa, decide ir al cuarto del padre, donde “no había entrado por meses”. Al principio el padre parece enfermo, disminuido; Georg le cuenta que le escribió una carta a su amigo y luego lleva al padre en brazos a la cama. Pero de pronto hay un cambio (¿una metamorfosis?): el padre ya no es débil, y acusa a Georg de quererlo muerto (“Vos querías cubrirme del todo”, p. 84), lo acusa de tratar mal a su amigo de Rusia, de sacarle el negocio a él. Pero sobre todo condena que haya decidido casarse; porque su prometida “se levantó las polleras (...) has deshonrado la memoria de tu madre, traicionado a tu amigo, y encerrado a tu padre en cama para que no pueda moverse.” (p. 85) El padre se agranda, se para sobre la cama, le grita a Georg, que al principio le hace frente pero de a poco se va apocando frente al padre, quien finalmente condena al hijo y dicta como sentencia muerte por ahogamiento; tras ello George sale corriendo del cuarto y de la casa y termina tirándose al río.

Apuntes: obvias interpretaciones biográficas, el padre distante y agresivo y el compromiso (Felice, Frieda). Como en “La Metamorfosis”, el hijo muere. Como en "La Metamorfosis", si el padre crece, el hijo decrece y vice versa. La ley, siempre la ley.

 

“The Metamorphosis” / “La Metamorfosis”

Gregor Samsa es viajante en una empresa, obligado a trabajar allí para pagar las deudas de sus padres, aunque sueña con irse. La empresa es pura disciplina y rigor. Un día, Gregor se despierta y es un insecto gigante; no solo tiene el aspecto de insecto, sino las características: cambian sus gustos en cuanto a la comida, su familia ya no le entiende cuando habla, etc. Gregor queda totalmente aislado; lo encierran en su habitación (en p. 110 habla de “encierro” o “encarcelamiento” - “imprisonment”), donde le dejan comida, no le hablan ni él puede hacerse entender; incluso se esconde debajo de una sábana cuando entra la hermana a alimentarlo para que ella no sufra viéndolo, y eso lo describe como un “entelonamiento y confinamiento” (“curtaining and confining” p. 114). Gregor está encerrado en el cuerpo de un insecto, encerrado en su habitación, totalmente aislado, solo, en medio del hogar familiar. La soledad es total cuando Gregor escucha a su madre decirle a su hermana que cierre la puerta; “and he was left again in darkness”, “y lo dejaron de nuevo en la oscuridad” (p. 125). Finalmente, la hermana dice que tienen que sacarse de encima al insecto: “we must try to get rid of it” (p. 133). Lo peor es que Gregor es consciente de todo esto, pero su familia no se da cuenta de que él se da cuenta; la incomunicación es total, es aislamiento es total (p. 134/135). Poco después, Gregor muere y la familia vuelve a la normalidad (o mejor): termina con una salida a un parque, todo aire y luz, y la hermana floreciendo.

Tres metamorfosis: la de Gregor en un insecto; la del padre, que pasa de la debilidad y la incapacidad a volver a trabajar y ponerse la familia al hombro (p. 120/121); la de la hermana, que al final, “florece” (“she had bloomed into a pretty girl with a good figure”, p. 139.)

La primera tercera: no sé si Kafka inventó la primera tercera, pero es una cosa muy especial; vemos todo desde el punto de vista de Gregor pero en tercera persona. Por un lado, sentimos con Gregor, por el otro no es extraño.

Obviamente se puede interpretar de mil maneras: el tema padre / hijo, siempre presente. Como en "La condena", la relación padre hijo está en un subibaja: cuando uno crece, el otro decrece. Hay una interpretación freudiana (Walter H. Sorkel, "Freud and the Magic of Kafka's Writing"): Gregor tenía el deseo de salirse del trabajo al que estaba obligado por las convenciones sociales; reprime ese deseo, que termina manifestándose en un fallido descomunal, por el que se convierte en insecto; así cumple el deseo prohibido y es a la vez castigado por hacerlo. Pero la interpretación que más me gusta a mí es la del artista: Gregor es un artista atormentado, aislado, incomprendido, que no puede vivir en el seno de la sociedad / la familia burguesa; es, se convierte en, "un bicho raro", y solo cuando sale de ahí, muriendo, su familia puede ser una auténtica familia burguesa.

 

“The stoker” / “El fogonero”

Karl, de 17 años, fue seducido por una mucama, que tuvo su hijo, y sus padres se desembarazan de él mandándolo a América. Lo vemos a Karl el día que llega a Estados Unidos (“El fogonero” es el primer capítulo de la novela América). Antes de bajar, le pide a alguien que conoció en el barco que le cuide la valija mientras baja a buscar un paraguas que olvidó. Pero nunca llega al paraguas, entra como en un laberinto de pasillos y camarotes, se pierde, empiezan a suceder cosas raras con el tiempo, y de pronto termina encontrándose con un fogonero del barco. El fogonero le cuenta todas sus quejas con la empresa, por culpa del ingeniero jefe, Schubal. Karl termina acompañando al fogonero a las oficinas del barco, donde quiere presentar sus quejas. Allí se produce una escena que es como un juicio (otra vez), donde Karl hace de defensor del fogonero ante el capitán del barco. Pero el fogonero no se ayuda mucho a sí mismo, hace una diatriba interminable, “estaba fuera de control”. Luego llega Schubal, que viene a defenderse de las acusaciones del fogonero. Y en eso, de la nada, un señor distinguido que estaba con el capitán, con un bastón de bambú, le pregunta el nombre a Karl y se identifica como su tío Jakob. El tío termina de contarle a todos que Karl es su sobrino y las condiciones por las cuales vino a América y Karl vuelve a recordar su valija, pero intenta seguir defendiendo al fogonero, quien lo felicita por encontrar al tío, y deja de pelear, parece darse por vencido, y el tío empieza a sacarlo de allí y termina llevándoselo a tierra en un bote, donde Karl llora, piensa que es como si ya no hubiera fogonero “y se pregunta si este hombre [su tío] sería capaz en algún momento de reemplazar para él al fogonero” (“he wondered whether this man would ever be able to replace the stoker for him”). Así, el fogonero, con quien Karl parece haber estado apenas unos minutos, a lo sumo una o dos horas, adquiere el status de un padre: su padre fue reemplazado por el fogonero y este, quizás, será reemplazado por el tío.

lunes, 1 de noviembre de 2021

El vuelo del Palomo

 


Ayer murió el chico con el que hacía dupla ofensiva en el mejor equipo de fútbol en el que jugué en mi vida.

Con el perdón de tantos otros equipos y amigos, el mejor equipo en el que jugué en mi vida fue Taciru, un equipo amateur en el Club O. Nuestra camiseta, que aún conservo en algún lado, era horrible. Una banda negra cruzaba en diagonal, dejando a cada lado un triángulo rojo y otro verde.

La base de Taciru eran cinco hermanos de un lado y cuatro primos del otro. El arquero era un primo de los hermanos, Fede R.; atrás jugaban tres de los cuatro hermanos y un amigo: Pablo L., Agustín L., Javi E. y Tomás L; en el medio, de 5, iba el quinto hermano, Andrés; a los costados iban dos primos míos, Guillermo B. a la derecha y Juan P. G. a la izquierda; de 10 otro “extranjero”, Vlado V; y la extraña pareja ofensiva éramos los otros dos primos, Iván P. y yo. Iván medía más de 1,90 pero iba por afuera, generalmente por derecha; parecía lento pero de pronto hacía un amague raro y adelantaba la pierna interminable y tiraba el centro, y yo, de poco más de 1,75, me escabullía detrás de los centrales y cabeceaba al arco, o le daba con la canilla o la rodilla y de rebotero entraba igual. Salimos campeones unas cuantas veces, y yo salí goleador más de una vez gracias a los pases de Juan y de Vlado, y de los centros de Iván.

Siempre me pareció un poco misterioso Iván. Así como en la cancha, parecía que iba a un lado e iba para el otro. De chicos nos veíamos mucho pero éramos como de grupos distintos. Después, durante la adolescencia, hicimos un grupo, estos cuatro primos más otro que jugaba menos al fútbol, Fede B., y el hermano de Iván, Santi P., un gran jugador de fútbol, un cinco durísimo pero con buen pie, y el hermano de Juan, Alejandro. Las peores patadas que sufrí y que dí fueron en picaditos entre nosotros, un tres contra tres en el jardín de alguno, una tarde de diciembre pasadas las siete de la tarde, después de un día de pileta y Coca Colas, con el sol poniéndose y los grillos silbando. La vida era eso: estar con amigos, jugar al fútbol, hablar de chicas (o, para algunos de nosotros, escuchar a nuestros amigos hablar de chicas), planificar vacaciones.

Taciru nació en unas vacaciones en la costa de Chile. Yo no estaba. Se encontraron esos hermanos con algunos de estos primos y se hizo todo un grupo de argentinos que iban a bailar a un boliche que se llamaba Tacirupeca, donde estaban todas las noches al borde de agarrarse a trompadas con chilenos. El boliche, como nuestra camiseta, era horrible. Yo fui a esa misma playa al año siguiente y un día la cosa se puso peluda con los chilenos; yo había tomado un poco, o no tan poco, quién sabe, y estaba la cosa ahí al borde y yo salté y dije “no, muchachos, ¿qué nos separa? ¿Una cordillera? ¿Distintos documentos?” Todavía tengo la nariz un poco doblada del ñoqui que me comí esa noche. ¿Dónde estaba Iván? Si no me equivoco estaba en el auto, con las chicas argentinas, siempre lejos del conflicto innecesario, preparado para llevárselas si se complicaba. Al día siguiente, yo seguía con hielo en la nariz cuando todos contaban los pormenores de la batalla campal; Iván escuchaba desde un costado con una sonrisa enigmática.

El equipo andaba muy bien, y siempre estábamos cerca del campeonato. Algunas veces lo logramos, otras no. Lo más difícil era que los hermanos L., que vivían a 5 minutos de la cancha, llegaran a tiempo. Llegaban siempre al borde de que nos declararan el walk over, en la camioneta F-100 verde en la que iban a las mañanas al Mercado Central a comprar la fruta y verdura que después repartían en los primeros barrios cerrados que aparecían por la Panamericana en los 90. Uno manejaba, los otros agitaban en la caja, haciendo flamear una bandera de Taciru. Nosotros, en cambio, llegábamos siempre a tiempo, ya sea que fuéramos desde el Oeste o desde Capital; en el Gacel de la hermana de Guillermo, el Gol de la mamá de Juan, el Fiat azul de la mamá de Fede B., nuestro fan número uno, siempre fumándose un pucho al costado de la cancha, o en el Duna 1989 de mis viejos, que nos obligaba a parar dos o tres veces a ponerle agua porque recalentaba. La clásica parada, viniendo de Capital, era la Dapsa de Figueroa Alcorta, donde comprábamos una lata de Coca con una moneda de un peso y un tubito de Pringles para el camino; yo al Duna le ponía $10 de nafta y con eso hacíamos Capital-Pilar-Capital y el tanque quedaba en cero para mi hermana.

El Duna se calentaba siempre, Iván nunca. Siempre tranquilo, parsimonioso, con el tranco largo que parecía más lento de lo que era. Cuando llegó Usuariaga a Independiente, a Iván le empezamos a decir Palomo. Iba por un costado, amagaba para adentro, iba para afuera dando un paso largo, y soplaba un centro. Alguna vez era al revés y yo le tiraba el centro a él; me acuerdo de uno que me salió un poco bajo y el flaco tuvo que bajar en escalera a cabecearlo: Iván hizo una palomita en cámara lenta, le dio con la frente cuando las rodillas llegaban al piso y todos gritamos el gol.

En esos años hacíamos todo juntos. Vacaciones, boliche, fútbol. Nos juntábamos a estudiar aunque estudiáramos cosas distintas, pero nadie estudiaba nada. Prendíamos un fuego, tirábamos algo a la parrilla, nada nos preocupaba. Fueron dos o tres años que en la memoria parecen tanto más. Después comenzaron otras cosas, llegaron otras novias, trabajos, planes. Él se recibió de ingeniero, se fue a vivir a Tierra del Fuego, conoció a una chica, se casó, tuvo hijos. Mi último recuerdo de él es de mi casamiento, hace más de 20 años. No estoy seguro si lo volví a ver. Mis otros primos quedaron más en contacto, me contaban de él, de sus hijos, de su vida. Nunca pude hablar en serio con Iván, entenderlo del todo; salvo dentro de la cancha, nunca sabía para dónde podía salir. Salvo dentro de la cancha, nunca pude conectar del todo. Y aunque sea un cliché, su partida me hace pensar que hay algo de esa época, de esa falta de preocupación por el futuro, que hay que rescatar. Preocuparse menos por cosas sin importancia, buscar estar cerca de la gente que uno quiere, tirar centros para que otro cabecee.

Hoy el Palomo vuela en serio, y la banda negra que cruza los pechos de los que jugamos en Taciru adquiere otro sentido.

domingo, 24 de octubre de 2021

Una aventura literaria

 

Leí un libro hermoso y es un libro de aventuras. Es el libro más bello que he leído en meses, quizás años: es Gentlemen of the Road, de Michael Chabon y sí, como dije, es un libro de aventuras. Un libro de señores con espadas, donde hay batallas y heridos, engaños y confabulaciones. Y es de Michael Chabon y es hermoso. De Chabon leímos: The Yiddish Policemen’s Union, Telegraph Avenue, The Amazing Adventures of Kavalier and Clay y Moonglow; con Moonglow se me fueron un poco las ganas de más Chabon, pero con Gentlemen of the Road me volvieron.

El libro es físicamente hermoso. Lo leí en la edición original de tapa dura de 2007 sobre un papel de calidad, con una tipografía elegante y con colores distintos para los títulos. Las retiraciones de tapa y contratapa tienen el mapa (¡sí, el mapa!) del mundo de Gentlemen of the Road, entre el mar Caspio y el Negro. Y tiene ilustraciones, también muy bellas, de Gary Gianni.


Chabon escribe una historia de aventuras como Chabon escribiría una historia de aventuras: con una prosa impresionante y con personajes que parecen reales y humanos, adorables. Además, la historia es un poco una historia de amor. Un “fantasma” y un “negro gigante” vagan por Asia Central hacia el año 950 haciendo estafas pequeñas; el fantasma Zelikman es un médico de Franconia; el gigante Amram, un ex soldado africano; ambos son judíos, ambos llevan consigo grandes tristezas del pasado y ambos son, para el otro, “el amigo de su vida” (p. 67), hermanos, casi una pareja.

Es imposible no amar a Zelikman y Amran. El franco es un personaje con un corazón de piedra pero lleno de sensibilidad. “Zelikman era ajeno a sentimientos de simpatía por el joven que lloraba, habiéndose despertado una mañana, alrededor de su decimoquinto cumpleaños, y descubierto que, por algún proceso misterioso quizás ligado tanto con sus estudios de los sufrimientos y las debilidades humanas como por la violación y asesinato de su madre y hermana, su corazón se había convertido en una piedra.” (p. 27) Pero en varios momentos Chabon nos lo muestra misericordioso y humano, como en una escena cerca del final, cuando tapa los ojos de unas niñas para que no sufran viendo algo parecido a lo que él vio de joven. Zelikman comienza la aventura sin esperanza sobre la vida o los humanos - cuando alguien le agradece haberle salvado la vida, responde “Yo no salvo vidas (...) Apenas prolongo su futilidad.” - (p. 103) - pero hacia el final parece crecer y conectarse, cerrar heridas, quizás soñar. Y algo parecido ocurre con el gigante negro, Amran, melancolizado por haber perdido a su hija.

Esta extraña pareja se convierte en un triángulo más extraño aún cuando se topan con Filaq, “un infante milagroso” cuyo padre había sido el rey de los Khazares antes de ser asesinado por el usurpador Buljan. Así comienzan la aventura de retornar a Filaq al lugar que se merece. Y la historia se cuenta sin vergüenza, sin un narrador, sin aclaración de la instancia de enunciación: se cuenta directamente, sin excusa ni justificación. Y se cuenta con la cadencia de las viejas historias de aventuras, pero mejor, porque es Chabon, y usa oraciones largas y fluidas, donde cada una suena bien, pulida, alargada, y el resultado es casi como si la narración nos hipnotizara. El lenguaje es complejo, requiere de un esfuerzo, tuve que buscar muchas definiciones, pero parte del encanto es leer primero casi sin entender, escuchando la música de la historia, y el esfuerzo vale la pena.

Como es Chabon, también tenía que ser una historia sobre judíos. En el epílogo - que todavía no me convenzo si está bien o está mal, volveremos - aclara un poco por qué. Dice que se le reían cuando decía que estaba escribiendo una historia de aventuras protagonizada por judíos, judíos con espadas, pero se pregunta: ¿qué es la historia de los judíos sino una historia de aventuras? La aventura, dice, es lo que pasa cuando uno sale de casa, y “La historia de los judíos se centra en (...) los peligros y los accidentes, los infortunios y los desastres, los logros de inspiración, las penurias y la desesperanza, y los intermitentes momentos de gracia y gloria que conllevan las travesías desde casa y de vuelta a ella.” (p. 203) (Esta otra defensa del judaísmo no cuaja en mi texto, pero tiene que estar: en un momento, un comerciante judío se lamenta por la caída del comercio de las grandes caravanas y lo atribuye a “la caída de Roma y el surgimiento de esos hijastros guerreros del judaísmo, los seguidores del islam y del cristianismo, quienes en violación del deseo y de las enseñanzas de Dios y sobre todo por sobre su sentido común, prefieren matar a regatear” - p. 109).

Además de una defensa de la aventura judía, el libro es una defensa de la aventura que es vivir. No me convence que me explique esto en el epílogo, pero el epílogo, más filosófico, ensayístico, también es hermoso. Como Zelikman, siempre pensamos que estamos más cerca de la derrota y la desesperanza, pero como Zelikman, al final siempre se enciende una luz de esperanza. “No había esperanza para un imperio que había perdido la voluntad de perseguir la grandiosa y tremenda empresa de la aventura” (p. 176), nos dice, ¿pero acaso no es eso válido para cualquier persona? No tenemos destino si no nos animamos a la aventura, a salir de casa; no hay esperanza sin esperanza: “Toda aventura ocurre en ese espacio maldito y mágico, donde sea que se encuentre o que aparezca, que menos se asemeja a la casa de uno. Apenas cruzás el umbral de tu casa o la frontera de tu ciudad, a ese lugar en el que las estructuras, leyes y convenciones de tu crianza ya no aplican, donde el apoyo y la aprobación (pero también la desaprobación y la represión) de tu familia y de tus vecinos ya no están disponibles: ahí entraste al terreno de la aventura, un lugar de penas, maravillas y arrepentimientos.” (p. 202) Y ahí, en una historia de aventuras de judíos en Asia en el siglo X, Michael Chabon me habla a mí, a mí realidad de hoy y, así, creo yo, a cualquiera que quiera leer con el corazón abierto.

 

Originales de las citas usadas

“a miraculous infant, accompanied by a ghost and a black giant, had raised an army and set out to conquer Khazaria and the world in the name of Allah.” (p. 104)

“Zelikman was alien to feelings of sympathy with young men in tears, having waked one morning, around the time of his fifteenth birthday, to find that by a mysterious process perhaps linked to his studies of human ailments and frailties as much as to the rape and murder of his mother and sister, his heart had turned to stone.” (p. 27)

“‘Thank you for saving my life’, [Filaq] he said. ‘I don’t save lives’, Zelikman said. ‘I just prolong their futility’.” (p. 103)

“The story of the Jews centers around - one might almost say that it stars - the hazards and accidents, the misfortunes and disasters, the feats of inspiration, the travail and despair, and intermittent moments of glory and grace, that entail upon journeys from home and back again.” (p. 203)

“the fall of Rome and the rise of those warring stepchildren of Judaism, the followers of Islam and Christianity, who in violation of God’s desire and teaching and above all his good sense would rather kill than haggle.” (p. 109)

“There was no hope for an empire that lost the will to prosecute the grand and awful business of adventure.” (p. 176)

“All adventure happens in that damned and magical space, wherever it may be found or chanced upon, which least resembles one’s home. As soon as you have crossed your doorstep or the county line, into that place where the structures, laws, and conventions of your upbringing no longer apply, where the support and approval (but also the disapproval and repression) of your family and neighbors are not to be had: then you have entered into adventure, a place of sorrow, marvels, and regret.” (p. 202)