lunes, 31 de diciembre de 2018

Lecturas 2018


Durante 2018 leí 36 libros, 3 menos que en 2017 pero un poco por encima del promedio desde 2012 (año en que llevo registro de mis lecturas en este blog.)
Siguiendo con algo que empezó en 2017, volví a leer mucho no ficción: 33% este año (36% el año pasado.) Lo principal en no ficción fue historia americana: leí las memorias del general Ulysses S. Grant y 5 de los 12 volúmenes de la Oxford History of the United States. De los 12, no voy a leer los 2 primeros; de los 10 que pienso leer, leí 6 y estoy leyendo el séptimo. Me tuve que saltear 1896-1929 porque no está publicado y voy por 1950.
De ficción (donde incluyo poesía), 31% de los libros fueron escritos por mujeres. Esta proporción es un poco menor a la del año pasado (40%) pero bastante mayor a los primeros años del blog.
En el podio de este año: Alice MunroAndre Agassi y Joyce Carol Oates.
Las tres lecturas más leídas: Julian Barnes, Pablo Ottonello y Argentino contemporáneo. (Pero el post más leído fue Embajador, sobre la despedida de Manu Ginobili.)

La lista completa de lecturas
Ulysses Grant, Personal Memoirs: muy bueno y muy largo.
Jeffrey Eugenides, The Marriage Plot: me gustó mucho.
Richard White, The Republic for Which it Stands: sólido.
Carolina Aguirre, Elamor, el amor, el amor: no me volvió loco.
Julian Barnes, Talking it Over: Julian es siempre un sí.
Mary Oliver, A Handbook of Poetry: me encantó.
Julian Barnes, Love, Etc.: ¿no te dije que sí? 
Robert Middlekaupf, The Glorious Cause: amé. 
Robert Lowell, Notebook, 1967-68: qué se yo... viste cómo es la poesía.
Zadie Smith, The Autograph Man: me gustó bastante. 
Andre Agassi, Open: amé.
Autores varios, Antología Premio Mujica Láinez: desparejo, obviamente.
Pedro Mairal, Elgran surubí: amé.
Romina Paula, ¿Vosme querés a mí?: me gustó mucho pero quizás ya leí demasiado a Paula. 
Eduardo Galeano, Cerrado por fútbol: eh, no, un error no haberlo cambiado.
 Gordon S. Wood, Empire of Liberty: sólido.
Joyce Carol Oates, Black Water: amé.
John Williams, Stoner: está bien, sí, pero no cumplió con el hype.
Abel Lanzac y Christophe Blain, Quai D’Orsay. Crónicas diplomáticas: lindo.
Pablo Ottonello, Veteranos de la guerra del día: Pablito es crack.
Daniel Walker Howe, What Hath God Wrought: sólido. 
Ford Madox Ford, The Good Soldier: did not age that well.
Milena Busquets, Esto también pasará: otro de los que no cumplieron mis expectativas. 
Nicholson Baker, The Anthologist, no me volvió loco.
Argentino contemporáneo, Libro de poesía: no me gustó nada.
Mariana Travacio, Cenizas de Carnaval: no me volvió loco. 
Peggy Noonan, On Speaking Well: superó expectativas, tendría que haberlo leído antes. 
Richard Yates, Eleven Kinds of Loneliness: me gustó mucho.  
Nicholson Baker, Travelling Sprinkler: el extraño caso en el que la secuela gusta más que el primero. 
Zygmunt Miloszewski, La mitad de la verdad: demasiado ajeno, no pude con él. 
David M. Kennedy, Freedom from Fear: muy bueno. 
Norman Mailer, The Naked and the Dead: muy bueno (y muy duro). 
Tulio Halperín Donghi, La larga agonía de la Argentina peronista: es un gran libro... pero esa prosa, maestro...
Federico Stange, ElGauchito Hit: me encantó.
Fernando Aramburu, Patria: me gustó mucho.

lunes, 24 de diciembre de 2018

La desolación del silencio



Me salió un poco excesivo el título para un apunte de lectura de pocas palabras, pero eso me parece que es lo fundamental de Patria, la novela sobre ETA y el nacionalismo vasco de Fernando Aramburu. Y me parece que lo es porque al final es menos una novela sobre ETA y el nacionalismo vasco que una sobre el extremismo político; sobre lo que pasa a una comunidad cuando lo político se va de cauce, cuando lo político nos deshumaniza (contra aquello de que el hombre es un animal político). 
Patria es una novela sobre dos familias vascas que fueron muy cercanas y que se alejaron por política. Dos familias en un pueblo chico, donde se conocen todos, y divididas por la guerra civil. En una península (¿vieron cómo evité decir país?) que ya había tenido una tremenda guerra civil con cientos de miles de muertos, Aramburu parece decirnos en esta novela que hubo otra, de cantidades menores pero quizás de no menor intensidad. Quizás, justamente, de mayor intensidad por estar inscripta en una menor superficie. Y justamente la novela trata de cómo esa guerra civil se inscribe en la superficie emocional y en el entramado social de personas reales. Las dos familias eran muy cercanas: los padres amigos entre sí, las madres amigas entre sí, los niños que se me mezclaban. Pero en una de las familias aparece un terrorista y en la otra aparece una víctima y de un día para el otro dejan de tratarse como personas.
Un día, uno de los padres (el Txato), no le paga el impuesto revolucionario a ETA  y ETA lo identifica como enemigo. “De la noche a la mañana mucha gente del pueblo empezó a negarles el saludo. ¿El saludo? Eso es mucho pedir. Hasta la mirada les negaban. Amigos de toda la vida, vecinos, también algunos niños.” (l. 1059) El nacionalismo se había convertido en algo tan potente que cualquier acusación de ETA era incuestionada por amigos de toda la vida y ahí aparece el silencio y la mentira; y el nacionalismo sin estado casi como un totalitarismo: “en esta tierra nuestra la verdad murió hace mucho tiempo” (l. 3491); “En un país como este lo mejor es callar” (l. 3614); “¡País de mentirosos y cobardes!” (l. 4658); “el país de los callados.” (l. 6371) Ahí es cuando pienso que la historia va más allá de las familias y de Euskadi y se va hacia lo que puede generar la política cuando deja de incluir y pasa a reducirse a la lógica de amigos y enemigos.
Más allá de lo político, Patria es una novela. Y en muchos sentidos muy exitosa en meternos ahí, en ese contexto, en cómo se desarrollan durante décadas dos familias. La novela comienza el día que ETA le da fin a la lucha armada, y de allí va hacia atrás y hacia adelante, una y otra vez, contando qué pasó con esas familias y ese pueblo y todo Euskadi durante el período de lucha armada, y en los años posteriores, donde tanto las víctimas como los contendientes parecen estorbar a una sociedad que quiere dar vuelta la página. Aramburu lo hace con capítulos muy cortos en los que va cambiando el foco de un personaje a otro, usando terceras personas que de pronto mutan en primeras, y yendo hacia atrás y hacia adelante en el tiempo una y otra vez; incluso muchas veces los mismos hechos contados desde distintas perspectivas. Esto no torna confusa a la novela, lo cual es un logro, pero a veces sí un poco repetitiva. Por otra parte, Aramburu cuenta todo esto a veces con humor (“Y la ama, que tiene aproximadamente la misma sensibilidad y la misma empatía que el tubo de escape de una moto” - l. 1109), a veces emocionando y siempre con un español que suena hablado, como si todos estos vascos estuvieran frente a nosotros tratando de hacer de cada memoria individual la memoria colectiva de una sociedad que sufrió, buscando juntar todas esas voces para evitar la desolación del silencio, para ser de vuelta una comunidad, de distintos, juntos.

lunes, 17 de diciembre de 2018

Un hombre de campo



Leí El Gauchito Hit, excelente colección de poemas de mi amigo Federico Stange, con ilustraciones de mi amigo Esteban Serrano y publicado por mis amigas de PAM! Y me gustó mucho más allá de todas esas cadenas de amistades y más de lo que mi corazón quería que me gustara antes de abrir la primera página.
El Gauchito Hit es un libro de poemas de un hombre de campo, y para hablar del libro es casi imposible no empezar por la temática. Me imagino que debe haber poesía ligada con lo rural de José Hernández para acá, pero mi impresión general es que lo rural está subrepresentado en la literatura argentina de los últimos treinta años si lo comparamos con la importancia económica del campo. Entonces, que exista esto, alguien que te cuente del campo del siglo XXI, ya me parece un logro.
Como bien intuyó el amigo Iván Ordóñez, el campo moderno necesitaba quién le escribiera. Por eso él escribió y publicó Campo. El sueño de una Argentina verde y competitiva. Pero el libro de Stange, en vez de explicártelo como un ensayo de no ficción, te lo cuenta desde la literatura. En el centro hay un hombre que lucha con la tierra, con la tecnología, con el clima, con el fisco; un hombre que tiene que organizar la producción, seguir la contabilidad, cuidar el aspecto financiero, seguir los mercados internacionales, lidiar con empleados complicados (como en el poema “Empleada veleta”, buen ejemplo de lo más cómico dentro de la colección).
No creo que pueda ahondar mucho sobre el estilo; no sé mucho de ni leo mucha poesía. Pero acá, de nuevo, hay que hablar sobre el tema; y destacar que me parece que hay algo muy novedoso, divertido, fresco, en escribir sobre negocios, sobre guita, en formato poesía. Estos son poemas en gran medida sobre una actividad económica, y eso me parece notable: la literatura, concentrada tanto en las ideas o los sentimientos, a veces se olvida de lo que hacen las personas para comer. Así, alguien tenía que escribirle, como hace Stange, una oda a la soja de segunda. Hay, por otro lado, un juego divertido con las rimas. En “Mate”, por ejemplo, se lee:

“Le doy mecha a la CPU
y tiembla como un sonajero
como un rastrojero helado
meta cebador al Windows
y al microchip desorientado.”

En una estrofa en la que - como en todo ese poema - se antepone la nueva tecnología a la vieja, poniéndose en cuestión la idea del campo como lo viejo, Stange usa una rima interna (creo) sonajero / rastrojero intercalada con la de helado / desorientado. 

Finalmente, y sobre todo, y más allá de las rimas y del estilo, y la temática del agro, son poemas, como decía, de un hombre de campo. Lo central es que de todo esto sale un hombre, que todo esto sale de un hombre: un hombre orgulloso de su capacidad como empresario (como se ve en “Capital humano”); un hombre que se junta a comer un asado con amigos (“La juntada”); un hombre que se casa y tiene hijos. En esa línea, la decisión de comenzar el libro con un poema en el que el narrador se encuentra casi de manera sorpresiva en los zapatos de padre (“Zapateo paterno”) y concluirlo imaginando a su enamorada entrando de blanco en la capilla en la que se casarán (“en primera regulando, sin frenos” - “Uruguayita”) me parece muy acertada. Con ese comienzo y ese final se redondea lo que me pareció un excelente libro, con ese plus que te da la poesía de poder leerlo y releerlo tantas veces como tengas ganas.

martes, 11 de diciembre de 2018

Contradicción


Releí, después de bastante tiempo, La larga agonía de la Argentina peronista, un ensayo sobre la dificultad de la Argentina por dejar atrás una forma de sociedad insostenible. El argumento central es que el peronismo creó una estructura social a la vez inviable y en apariencia indestructible. Una economía de sustitución de importaciones cerrada al mundo, alejada de la productividad necesaria para generar mejores condiciones de vida de manera sostenible, pero con una estructura social (“factores de poder”) y política (no limitada al peronismo) que prometía y defendía justamente eso.
Dice Halperín: mientras “la revolución peronista supo crear una fuerza política cuya supervivencia estaba asegurada por sus poderosas raíces en la sociedad que había plasmado, sólo tres años después de la irrupción del peronismo comenzaba ya a hacerse evidente la fragilidad de las raíces económicas de esa nueva sociedad.” (p. 28) Efectivamente, ya en el segundo plan quinquenal impulsado por Perón hay una respuesta a esa fragilidad. Pero el peronismo “había logrado en efecto crear una sociedad nueva, que había adquirido una vida propia y, aunque no tenía modo de perdurar, sencillamente se rehusaba a morir.” (p. 29) Esa sociedad es como uno de esos noviazgos nocivos en los que los enamorados no logran vivir juntos ni separados; y cuyas sucesivas crisis son cada vez más profundas y dolorosas.
Efectivamente, desde entonces, la vida social y política argentina está cruzada por esa contradicción y enfrenta momentos de extremo dolor en busca de una resolución de esa contradicción. El terror del último régimen militar deriva en parte de “los dilemas nunca resueltos que ese perfil de sociedad arrastraba desde su origen” (p. 69) pero tampoco logra cambiar esa estructura social. Y Alfonsín “entendió su mandato” casi exclusivamente como “un reajuste del encuadre institucional” (p. 118), como “la regeneración institucional” y no la transformación “de una sociedad a la que se rehusaba a ver como problemática”. (p. 119)
Si el último régimen militar es la cara política de la contradicción fundamental, la económica es la hiperinflación, la segunda gran crisis. “La hiperinflación constituyó así el momento resolutivo en la interminable agonía, que llegaba así a su términos para la sociedad forjada por la revolución peronista.” (p. 140) A ese momento “debe su fuerza el orden socioeconómico y político” del menemismo, desde donde Halperín escribía este ensayo. ¿Terminó realmente allí aquella agonía? Argentina tendría otra crisis dramática en 2001-2002 y todavía busca consolidar una transformación económica que permita el mejoramiento sostenible de las condiciones de vida.