lunes, 31 de julio de 2017

Más sueños rotos


Releí, después de muchos años, Of Mice and Men, clásico de John Steinbeck que había leído en el secundario. Es una novella hermosa, concisa, directa y que fluye como un río ancho: parece manso pero en el centro del cauce hay corrientes fuertes.
George y Lennie son trabajadores rurales migrantes que tienen el sueño de llegar a tener un pedazo de tierra suyo. Pero como casi todos los planes de ratones y hombres (el título de la novela surge de un poema de Robert Burns que dice básicamente esto), los sueños de estos muchachos terminan mal. No son los únicos: otros personajes también tienen sueños destinados al fracaso o que ya se hundieron (como el de la mujer de Curley de ser estrella de cine). Hasta Crooks, el negro que perdió toda esperanza, tiene un momento de ilusión. Al escuchar el sueño de Lennie primero dice: “Ví a cientos de hombres venir ‘e la calle a los campos, con sus bultos a la espalda y esa misma mierda en sus cabezas. Cientos. (...) cada uno ‘e ellos tiene ese cacho ‘e tierra en su cabeza. Y ni un puto ‘e ‘llos lo logra. Como el cielo. Todos quieren un cacho ‘e tierra. Leí una pila de libros acá. Nunca nadie llega al cielo, y nadie recibe ninguna tierra.” (p. 49) Pero después  el mismo Crooks quiere sumarse a ese mismo sueño, a ese proyecto, se ilusiona por unos minutos.
El libro va así a un tema central de toda la literatura americana, que una y otra vez vuelve a los sueños rotos, al fracaso del sueño americano. Un paso más allá, Steinbeck nos dice que soñar es lo propio de lo humano. Una cosa que me llamó mucho la atención es la permanente referencia al mundo animal. El libro comienza con la descripción de un recoveco en el río Salinas; Steinbeck nos describe el río, las montañas, los árboles y hace referencia a los animales que pasan por allí (conejos, lagartijas, ciervos, perros, mapaches). Justo antes de que entren en escena George y Lennie nos muestra una garza. El libro termina en ese mismo lugar, en el que el desenlace de la historia de estos hombres es precedido por la imagen de una garza comiéndose a una anguila. Los sueños de la anguila truncos como los de Lennie y George. El mismo Lennie, un chico grandote con evidentes déficits intelectuales, es descripto como un animal: como un “terrier” (p. 7), a sus manos como garras. (p. 3) La mujer de Lennie, en la escena del granero, se “desploma como un pescado”. Sólo los humanos sueñan, y sólo los humanos sufren la soledad, otro gran tema del libro. Finalmente, el desenlace de Lennie es como el de la vieja perra de Candy, otro de los trabajadores del rancho, y en un sentido, inevitable, como dice Slim al final.
Amé volver a leer este libro y su cadencia perfecta, su estilo directo, su ritmo, la ausencia casi total de juicio y de pensamiento. Está todo afuera, en acciones, en descripciones y en diálogos (salvo un “ominoso” en la p. 18 que yo hubiera borrado). Un hermoso relato sobre un tema universal.

Original de la cita usada
“I seen hunderds of men come by on the road an’ on the ranches, with their bindles on their back an’ that same damn thing in their heads. Hunderds of them. They come, an’ they quit an’ go on; an’ every damn one of ’em’s got a little piece of land in his head. An’ never a God damn one of ’em ever gets it. Just like heaven. Ever’body wants a little piece of lan’. I read plenty of books out here. Nobody never gets to heaven, and nobody gets no land.

martes, 25 de julio de 2017

Buena terrorista, mala lectura


Leí The Good Terrorist, de Doris Lessing, y me aburrió. Se me hizo largo y no me agarró ninguno de los personajes. El planteo general no está mal: en la Inglaterra de Thatcher, en medio de la Guerra Fría y con la IRA aún activa, un grupo de jóvenes vive en casas ocupadas, participa de manifestaciones, fantasea con una revolución y coquetea con el terrorismo. Son chicos perdidos, sin idea de nada, sin método ni visión.
Sólo con uno de los personajes, Alice, tenemos una mirada un poco más profunda de por qué está ahí. Alice tiene 36 años y defiende la causa de los trabajadores aunque nunca trabajó; es hija de un padre socialista devenido en pequeño empresario y de una madre ama de casa de origen obrero. Alice se va metiendo en este mundo difícil un poco por ingenuidad y desconocimiento, otro poco por una rebeldía tardía y no demasiado bien llevada contra sus padres y por cierto bloqueo sexual. El catalizador para esto es Jasper, un amateur de la revolución y homosexual a escondidas que es admirado únicamente por Alice, que se mantiene sometida a él de manera inexplicable para todos los demás.
“¿Es todo esto simplemente miedo al sexo?” (p. 103) se pregunta Alice de manera demasiado directa (como en muchas otras partes donde, a mi gusto, Lessing explica demasiado). Que la chica que le tiene terror al sexo se enganche fatalmente con un homosexual es parte de la explicación. La otra es un rechazo a sus padres, que no impide que Alice termine haciendo para los chicos de la casa tomada lo mismo que su madre hiciera para su familia de clase media; como le dice la madre a la hija: “resulta que te pasás la vida haciendo exactamente lo mismo que yo. Cocinando y haciendo de niñera para otros. Un burrito de carga todoterreno femenino.” (p. 334)
Al final del día, todo esto me pareció poco y largo y tampoco me dio alegrías por el lado de la forma. ¿Habrá que leer algo más de Lessing para ver qué hay ahí?

Originales de las citas usadas
“is it all just fear of sex?” (p. 103)
“But it turned out that you spend your life exactly as I did. Cooking and nannying for other people. An all-purpose female drudge.” (p. 334)

martes, 11 de julio de 2017

Una historia imposible

Antes de viajar a Alemania le pedí a mi amigo M.B. que me recomendara un libro y me sugirió Germany: Memories of a Nation, de Neil MacGregor. No erró. Es un libro maravilloso que te cuenta la historia cultural de un país tan complejo como Alemania con un tono para mí perfecto, ni demasiado académico ni demasiado básico. El libro “no intenta ser - no puede ser - en ningún sentido una historia de Alemania”, porque Alemania es un conjunto casi interminable de historias, fruto de su regionalismo; “sino que intenta explorar a través de objetos y edificios, personas y lugares, algunas líneas formativas en la historia nacional de la Alemania moderna.”
De la Puerta de Brandemburgo a ciudades que ya no están en Alemania como Könisberg (Kaliningrado), Praga y Estrasburgo, MacGregor (que dirigió por años el British Museum) te cuenta la historia a través de la cultura alemana: músicos, escritores y escultores, pero también las cervezas y las salchichas, las monedas y los billetes, la industria y la Liga Hanseática. Una línea permanente es la tensión siempre presente entre particularismo y universalismo (de los reinos y las ciudades independientes al Sacro Imperio, de los estados actuales a la Unión Europea). La otra es, por supuesto, la gran pregunta de cómo fue posible el nazismo, un proceso que además obliga a repensar toda la historia alemana previa y que la afecta (por ejemplo, por lo que se apropió y lo que no se apropió el nazismo.) 
La alemana es “una historia tan dañada que no puede ser reparada sino que, más bien, tiene que ser visitada constantemente.” Una historia marcada por cuatro traumas nacionales (la Guerra de los Treinta Años entre 1618-1648, las guerras napoleónicas, el nazismo y la ocupación después de la Segunda Guerra Mundial. Pero sobre todo por esa pregunta: “¿cómo pudo haber ocurrido? Cómo es posible que las grandes tradiciones humanizantes de la historia alemana - Durero, la biblia de Lutero, Bach, la Ilustración, el Fausto de Goethe, el Bauhaus, y tanto, tanto más - no lograron evitar ese colapso ético total que llevó al asesinato de millones y al desastre natural.”
Aunque es posible que el libro requiera de cierto conocimiento previo de historia europea y alemana, me pareció una manera brillante de entender un poco más de ese país fascinante, diverso y central a la historia universal.

Originales de las citas usadas
“does not attempt to be - it cannot be - in any sense a history of Germany, but it tries to explore through objects and buildings, people and places, some formative strands in Germany’s modern national history.”
“a history so damaged that it cannot be repaired but, rather, must be constantly visited”.
“how could it happen? How did the great humanizing traditions of German history - Dürer, Luther’s bible, Bach, the Enlightenment, Goethe’s Faust, the Bauhaus, and much, much more - fail to avert this total ethical collapse, which led to the murder of millions and to national disaster.”

lunes, 3 de julio de 2017

El crimen (no) paga


Hace un tiempo se puso de moda en ese grupo hermoso y amorfo que es la comunidad de los talleres literarios de Santiago Llach Black Wings Has My Angel, una novela de crimen publicada por primera vez en 1953 y prácticamente olvidada hasta que se republicara en 2016 por The New York Review of Books (y fuera más o menos olvidada de nuevo, creo yo).
La novela me gustó porque me gusta el género, la novela negra americana, y porque a Chaze le sale bien el ritmo y el tono de humor cínico propios del género. Me recuerda, claro, al gran maestro de este mundo que es Raymond Chandler, pero también al Cormac McCarthy de Suttree, ambos con línea directa a Hemingway. Como Chandler, el héroe tiene una mirada sobre las mujeres (“Escuchás hablar y leés sobre gambas. Pero cuando ves gambas realmente buenas te das cuenta de que todo lo que leíste y escuchaste era fruta.” - p. 15); sobre el alcohol (“Creo que estamos chupando demasiado. Para disfrutar el chupi, tenés que no chupar por un rato. Contraste.” - p. 23); sobre la vida: “no importa cuánto vivas, no hay tantos momentos realmente deliciosos en el camino, porque la mayor parte de la vida se te va comiendo y durmiendo y esperando que pase algo que nunca pasa. (...) Casi toda la vida es esperar a vivir.” (p. 35)
La historia no es muy distinta a las que pudimos haber leído: un joven salido de la cárcel tiene un plan para un gran robo, enlista a una mujer hermosa para llevarlo a cabo y al final todo resulta mal. Tampoco sorprende la moralidad: en la novela negra el mal no triunfa; en la clásica novela de detectives, el héroe es el encargado a volver a poner orden en un mundo dado vuelta. Y como en tanta novela negra, lo que lleva al villano a la perdición es una ambición desmedida por el dinero y una mujer fatal.
Lo novedoso en esta novela es que el héroe es un anti-héroe, y que en la escritura busca, si no una expiación, cierta dilución del pecado: “Admití que lo hice. Lo confesé en un pedazo de papel. No conté nada de todo eso en el juicio. (...) Pero lo puse todo en papel y puse el papel debajo de mi colchón y aunque no lo saca de adentro mío, lo diluye.” (p. 129) La segunda novedad es cierta exploración psicológica de las razones del héroe para convertirse en villano: el desprecio por los ciudadanos de bien que son vapuleados (como su padre, un dentista borracho a quien no le pagaban las consultas) y una madre que no supo o no pudo poner límites: “Nunca me sentó y me dijo que gil que era con mi hambre de guita y mi nueva dureza al rojo vivo de héroe de guerra y mis planes para hacerme rico rápido.” (p. 140) La vida del héroe-villano, Tim Sunblade, nacido Kenneth McLure, queda bastante bien retratada.
Al final del día me parece que es una novela que falla en dos momentos cruciales (en Masonville y en Cripple Creek, digamos así, para no spoilear) pero que no por ello deja de ser una novela super legible y disfrutable. El crimen no pagó para McLure/Sunblade pero sí para este lector.

Originales de las citas usadas
“You hear and read about legs. But when you see the really good ones, you know the things you read and heard were a lot of trash.” (p. 15) 
“I think we’ve been drinking too much. To enjoy drinking, you’ve got not to drink for a while. Contrast.” (p. 23)
“no matter how long you live, there aren’t too many really delicious moments along the way, since most of life is spent eating and sleeping and waiting for something to happen that never does. (...) Most of life is waiting to live.” (p. 35)
“I admitted I did it. I confessed it on a piece of paper. I never told any of it in the courtroom. I didn’t tell it before that when they strapped me over the car and used the burning cigars on me. I didn’t say anything. But I’ve put it all on the paper and the paper under my mattress and while it doesn’t get it out of me, it dilutes it.” (p. 129)
“She never sat down and told me what an ass I was with my money-hunger and my new redhot war-hero toughness and get-rich-quick plans.” (p. 140)