lunes, 30 de diciembre de 2019

Lecturas 2019

Mi 2019 fue un año raro en términos de lecturas, un año en el que leí sólo 12 libros en la primera mitad y 24 en la segunda; que comenzó terminando un proyecto (la lectura de la Oxford History de EE.UU.) y terminó con el comienzo de otro (las obras completas de Borges); un año en que leí mucha más no ficción y muchas más mujeres (dentro de ficción) que en años anteriores.
Estadísticamente, leí exactamente la misma cantidad de libros que en 2018 (36), lo que es algo superior al promedio de la serie que llevo desde 2012 (32). Del total, leí apenas más no ficción (53%) que no ficción (47%). En 2018 la proporción había sido 33% no ficción, y en años anteriores tanto menos que ni siquiera llevaba la cuenta. Igual que en 2018, los libros de no ficción que leo son preponderantemente escritos por varones (83% en 2018, 92% en 2019). En el total del año, leí mucho más a varones (76%) que a mujeres, parecido al promedio de la serie (79%); pero este año leí mucho menos en inglés (25%) que en el total de la serie (56%). Estos totales están muy afectados por el hecho de que leí mucha no ficción; en lo que es ficción leí mucho más mujeres y especialmente mujeres en español: 41% de los libros de ficción que leí en 2019 fueron escritos por mujeres (contra 21% de la serie general). El porcentaje de libros de mujeres en español fue el más alto de la serie (21% del total del año, contra 11% de la serie); y en ficción ese porcentaje sube a 35%.
El conjunto cuantitativamente más importante de lo que leí este año sin duda es el proyecto Borges. Leí un libro sobre Borges (Martín Hadis, Siete guerreros nortumbrios) y 11 libros de Borges (Fervor de Buenos Aires, Inquisiciones, Luna de enfrente, El tamaño de mi esperanza, El idioma de los argentinos, Cuaderno San Martín, Evaristo Carriego, Discusión, Historia de la eternidad, Historia universal de la infamia y Ficciones). No puedo decir que esté enamorado de Borges, pero cuanto más leo, más importante me parece que es seguir leyéndolo.
Un segundo conjunto de lecturas corresponde a mujeres argentinas contemporáneas. Leí a María Gainza (El nervio óptico), a Samanta Schweblin (Distancia de rescate), a Pola Oloixarac (Mona) y a Belén López Peiró (Por qué volvías cada verano, uno de los libros que más me impactaron en el año). Completan las lecturas de ficción en español por mujeres Isabel Allende (El amante japonés) y Sara Gallardo (Enero, libro que amé). El único libro de ficción en inglés por una mujer que leí en 2019 fue Americanah, de Chimamanda Ngozi Adichie. Además, leí la hermosa traducción de Noelia Torres de El libro de la locura, de Anne Sexton
Leí solo cuatro libros de ficción (o true fiction) de argentinos contemporáneos: La caja Topper de Nicolás Gadano y Los diálogos impares de Andy Anderson (dos libros que disfruté muchísimo de dos amigos) y los Pornosonetos y los Breves amores eternos de Pedro Mairal.
En el proyecto de lectura de literatura americana del siglo XX, no muy activo este año, leí Revolutionary Road de Richard Yates, Invisible Man de Ralph Ellison y Go tell it to the mountain de James Baldwin. Además, leí y amé The only story de Julian Barnes
El conjunto de no ficción es difícil de catalogar. Empecé con Grand Expectations: The United States, 1945-1974, de James T. Patterson, con el cual quedé cerca de terminar la Oxford History (queda un tomo aún no publicado y el tomo de relaciones exteriores). Tres libros fueron por encargo: Camino al Este de Javier Sinay, Aquellos años del boom de Xavi Ayen y Los deseos imaginarios del peronismo de Juan José Sebreli (libro ominoso). Otro fue un libro de economía del comportamiento que me habían mencionado demasiadas veces como para no haber leído (Daniel Kahneman: Thinking, fast and slow). Dos libros son más de asuntos actuales: el imprescindible Enlightenment Now de Steven Pinker y el iluminador La rebelión de las naciones de mi amigo Francisco de Santibañes. Cierran el conjunto Francis Korn y Martín Oliver con En Buenos Aires 1928 y Andrew Roberts con el mejor libro que leí en el año: Churchill. Walking with Destiny.

domingo, 22 de diciembre de 2019

Abstracciones inmejorables


Ficciones (1944) marca un cambio total en la obra de Borges. Es un antes y un después. Hasta entonces, había publicado casi exclusivamente libros de poemas o de ensayos (algunos más filosóficos, otros más de crítica literaria). Lo más parecido a narrativa en la obra de Borges hasta entonces es Historia universal de la infamia (1935), una colección de relatos breves, reescrituras, con un tono a veces bíblico, apuntes.
Los relatos de Ficciones no tienen nada que ver con casi nada, aunque los podemos considerar de alguna manera una cruza entre el Borges ensayista, preocupado por cuestiones filosóficas o metafísicas (el duelo entre las miradas idealista y realista del universo, el tiempo, el infinito, etc.) y su (hasta entonces limitada) narrativa. Santiago Llach define a estos relatos como artefactos extraños de sentimientos intensos.
Ficciones incluye dos colecciones de cuentos. El jardín de los senderos que se bifurcan, de 1941, incluye, entre otros, "Pierre Menard, autor del Quijote", "Las ruinas circulares" y el cuento que le da nombre a la colección. Artificios, de 1944, incluye "Funes el memorioso", "La muerte y la brújula", "El fin" y "El sur". 
Hacer una de mis lecturas habituales sobre este libro sería imposible: cada uno de los cuentos que mencioné podría ameritar un ensayo de diez páginas o una tesis de maestría. Efectivamente, muchos de estos cuentos pueden ser considerados infinitos, porque hablan con toda la obra de Borges y con la idea de la literatura y la tradición occidental. Pero van acá algunos apuntes. 
Primero. Un dispositivo muy común en estos cuentos es el de hacer relatos que son comentarios sobre otros libros o autores, algunos reales y otros ficticios. Borges hace una obra magistral de la literatura occidental con notas al margen de la literatura occidental. Un claro ejemplo es Pierre Menard, un "cuento" sobre un autor francés ficticio, escrito como una nota de un amigo de Menard defendiendo su legado literario en respuesta a una crítica elevada contra él. La nota resume la obra "visible" de Menard y luego habla de una obra "invisible"; Menard habría reescrito parte del Quijote, pero no haciendo una reversión sino el mismo libro. En un juego irónico, Borges reflexiona sobre la literatura, y a la vez sobre las alternativas visiones idealista / platónica o realista / aristotélica sobre el mundo. "Examen de la obra literaria de Herbert Quain" tiene el mismo formato de discutir la obra de un autor inexistente. A veces, los cuentos son continuaciones de otras narrativas, como "El fin", en el que un guitarrero negro mata a Martín Fierro vengando así la muerte de su hermano.
Segundo. Muchos de los temas de estos cuentos son eminentemente filosóficos, metafísicos o hasta teológicos. El tiempo, el infinito ("El jardín de los senderos que se bifurcan"), el abismo, la existencia real o imaginada (“Las ruinas circulares”) nos llevan a pensar sobre la existencia de Dios (y del hombre). Al mismo tiempo, se discute muchas veces y ambivalentemente, sobre dos visiones sobre la literatura: la romántica (la idea de que el arte es original, individual, fruto del genio) y la racionalista (la literatura como recreación y como conversación permanente con una tradición y en un contexto). Juntando ambas discusiones, Borges parece decir que Dios y la literatura son a la vez imposibles e imprescindibles.
Tercero. Todos estos relatos son ejercicios intelectuales tan complejos que a veces alejan. Roberto Giusti la critica diciendo que se trata de “una obra deshumanizada, de alambique, exótica y decadente”. Santiago Llach dice que detrás de esa intelectualidad fría hay emociones intensas, y es verdad que, cuando uno conoce algo de la biografía de Borges, muchas situaciones de los textos adquieren otro sentido. Por ejemplo, la septicemia que casi mata a Dahlmann en "El Sur" refleja una que casi mata a Borges. Pero la crítica de ser una obra deshumanizada es certera; hay una evidente artificialidad de los cuentos y muchos de ellos se resumen en un pensamiento, en una idea, en algo que pasa en la cabeza de un hombre. Al mismo tiempo, cada texto es brillante, parece (irónicamente) inmejorable y nos deja momentos de goce absoluto. No es la literatura que más me gusta pero es, ella también, como Dios y la literatura en general, imprescindible.

lunes, 16 de diciembre de 2019

Una ciudad, un año, un libro


Leí En Buenos Aires 1928, de Francis Korn y Martín Oliver, un libro de historia que comienza diciendo que una de las maneras de contar una historia es “‘Atacarla por flancos inesperados, revelarla sacando a luz trozos oscuros, a primera vista irrelevantes’, como quería Lytton Strachey.” (p. 15)
Eso hacen los autores en 19 capítulos cortos que describen diversos temas y cosas que pasaban en Buenos Aires en 1928. En política pasaba mucho: por eso vemos los apoyos intelectuales del yrigoyenismo y leemos las ideas que tenía Nicolás Matienzo sobre las elecciones por venir. Un capítulo resume brevemente el gobierno de Alvear, y vemos distintas miradas del campo intelectual, desde las conferencias del nacionalista Leopoldo Lugones y del comunista Aníbal Ponce hasta un discurso de Federico Pinedo defendiendo las instituciones parlamentarias, el nacimiento de la revista Criterio y el festejo del primer año de vida de La Nueva República, y la asunción, el 12 de octubre, de Yrigoyen.
Pero “1928 demuestra, como cualquier otro año, que lo que pasa e importa a más de uno no son solo los hombres, actos y resoluciones de la política. Tampoco lo son, ni que hablar, las mujeres. Hay otros temas, otras cosas u otros seres que se destacan en el mundo de las acciones, los intereses y las cosas.” (p. 219) Vemos cómo se va haciendo la ciudad, con un fresco de la calle Corrientes antes de su ensanche y una Costanera Sur vibrante con un balneario municipal, las obras del arquitecto húngaro Andrés Kalnày, como la vieja confitería Munich, y Las Nereidas de Lola Mora. 
Los autores nos muestran lo que pasa en el teatro y en las artes plásticas y cómo se viven en Buenos Aires los juegos olímpicos de Ámsterdam. Nos muestran al diario El Mundo con Roberto Arlt, y vemos a Julio Korn y familia con una imprenta en el centro que muta en editorial de música y luego en revista hasta llegar a Radiolandia unos años después, y el nacimiento de Bonafide en la galería Güemes. Los autores desmenuzan una encuesta / investigación sobre la situación de las familias obreras, el oficio de los mendigos y una extraña moda, la del cianuro como modo de suicidarse. Vemos a mujeres destacadas y a mujeres que luchan por los derechos de la mujer. Vemos caballos de carrera, los comienzos del abierto de polo y la extraña historia de un señor que fue a caballo desde Buenos Aires hasta Nueva York.
Se trata, sin duda, de un ataque no frontal a la historia. Son ataques por flancos inesperados y con algo más literario que histórico: el afán por mostrar y no explicar, por ponernos ahí frente a la gente y las cosas de un lugar en un momento determinado.

lunes, 9 de diciembre de 2019

Un libro lleno de vida



Mi biblioteca Mairal se sigue ensanchando: leí Breves amores eternos y lo disfruté cada minuto. (Antes leí: Pornosonetos, La uruguaya, El año del desierto, Una noche con Sabrina Love, Maniobras de evasión, El equilibrio, Salvatierra, El gran surubí). 
Me acuerdo de la primera vez que leí “Sudor”, en la página de Eterna Cadencia, y haber pensado: ah, se puede escribir así sobre el sexo y el deseo. El gran tema que cruza casi todo el libro es la dificultad de mujeres y varones para comunicarse en el idioma del deseo. En el primer cuento, “Un verano feliz”, el marido se escapa para acostarse con una prostituta y piensa: “Melanie era cariñosa, me trataba bien, me ponderaba, me hacía sentir como un hombre. Daban ganas de hacerla ir a mi mujer para mostrarle y decirle ¿ves lo fácil que es tenerme contento?” (p. 13) Y en el último, “La virginidad de Karina Durán”, los dos personajes no consuman y parecen terminar en arreglos sexuales individuales. En el medio, está “Coger en castellano”, donde justamente se cruzan el lenguaje y el sexo, y muchos otros cuentos donde Mairal habla del sexo con humor, inteligencia y belleza.
Un segundo tópico que se repite es el de la distancia entre los sueños y la realidad. Vemos a muchos personajes que buscan conmovedoramente hacer frente a esa tendencia que tiene la vida de no llegar nunca a cumplir nuestras expectativas. Por ejemplo: en “Los caminos del amor”, un esposo y una esposa de años hacen un esfuerzo descomunal para despertar (o recordar) el deseo; y la profesora Bellini intenta relatar con entusiasmo un viaje esperado por años que terminó defraudando.
Una tercera marca Mairal es el de la mirada sobre la clase social; su ridiculez y obstinación, la incomodidad de los que se salen, etc. Es el tópico central de “La vuelta”, está presente en “Sally Méndez” (la vida vista desde un Maxiconsumo por una chica de clase acomodada venida a menos) y de “Cero culpa” (donde la narradora dice que “Alguien nos borró la palabra hermoso del diccionario de Barrio Norte y nosotros lo aceptamos.” - p. 37).
Finalmente, llego a este comentario: más allá de que obviamente estoy influido por mi proyecto de lectura de Borges, en pleno desarrollo, me resulta imposible leer a Mairal y no pensar en Borges. A veces es a través de la adjetivación - “Me sorprendía la exactitud de su belleza.” (p. 69) o una mujer “de una belleza intermitente” (p. 190) –; también en una metáfora como “Herrera se ha disparado un arcabuzazo en la sien y en lugar de sangre le han manado hormigas rojas.” (p. 152), como el clavel de Historia universal de la infamia; en la mención a Quevedo y Góngora por la profesora Bellini; y en el relato “Cuadros”, sobre un filósofo inglés guiado por una asistente mucho más joven.
El contraste principal pasa por el choque entre cuerpo y mente o vida activa y vida contemplativa. Una de las críticas que le hacen a Borges cuando no gana el Premio Nacional es que era una literatura deshumanizada, y Zambra dice de Mairal lo contrario; no es que vive para narrar, dice el chileno, sino que “después de vivir intensa y silenciosamente, decide narrar”. Mientras que Borges es un escritor del intelecto, filosófico, cererbral, con las emociones escondidas, los cuentos de Mairal están siempre arraigados en la vida real; sus personajes trabajan, estudian, cogen, se enamoran, se pelean, sueñan y se desengañan y vuelven a intentar.
Breves amores eternos es un libro lleno de vida y de lenguaje y divierte mientras te cuenta cosas sobre el mundo.

lunes, 2 de diciembre de 2019

Más Borges



Pienso que hago mal en agrupar libros de Borges para estas lecturas. Hago mal porque estoy juntando cronológicamente y a veces eso resulta en cosas distintas: por ejemplo, hoy presento dos libros con muchas similitudes (Discusión e Historia de la eternidad) con uno bastante distinto (Historia universal de la infamia). Hago mal porque le quito especificidad a cada libro. Y hago mal porque tomé esa decisión tácitamente suponiendo que aburriría si hiciera un apunte por libro: como si no aburriera igual, como si yo estuviera haciendo esto realmente suponiendo que hay alguien leyendo del otro lado. Creo que después de esta lectura pasaré a una por libro.
Discusión (1932) incluye casi veinte textos muy diversos: unos cuantos de crítica literaria, otros más filosóficos, alguno de cine. Debo decir que el Borges filósofo me aburre un poco: vuelve (acá y en otros libros) sobre Aquiles y la tortuga, los laberintos, el infinito, la naturaleza del tiempo, todos temas profundos pero que no me despiertan ninguna pasión. Al mismo tiempo, eso es un poco Borges; Borges es un autor laberíntico, infinito. Así, en “Nota sobre Walt Whitman”, dice: “El ejercicio de las letras puede promover la ambición de construir un libro absoluto, un libro de los libros que incluya a todos como un arquetipo platónico, un objeto cuya virtud no aminoren los años.” (p. 530) Borges es un poco eso.
Los dos textos que encontré más interesantes, quizás porque yo venía pensando en la idea de una tradición argentina, son “La poesía gauchesca” y “El escritor argentino y la tradición”. Borges describe a la poesía gauchesca como algo que nace “de la azarosa conjunción” de los estilos vitales urbano y rural: “del asombro que uno produjo en el otro, nació la literatura gauchesca”. (p. 457) En “El escritor argentino y la tradición” Borges engloba esa cosa argentina de choque urbano / rural en una tradición mayor. Dice que hay quienes dicen que la tradición argentina “ya existe en la poesía gauchesca” (p. 550); quienes dicen que nuestra “tradición es la literatura española” (p. 554); y quienes dicen “que nosotros, los argentinos, estamos desvinculados del pasado” (p. 555). Frente a todos ellos, Borges engloba a la tradición argentina en la tradición occidental: “Creo que nuestra tradición es toda la cultura occidental, y creo también que tenemos derecho a esta tradición”; los argentinos pueden ser como los judíos en occidente, que “sobresalen en la cultura occidental, porque actúan dentro de esa cultura y al mismo tiempo no se sienten atados a ella por una devoción especial”. (p. 556)
(Párrafo aparte merece la inclusión de este texto en Discusión. “El escritor argentino y la tradición” es de 1953 y Discusión de 1932. Resulta así que en un libro fechado en 1932 se habla de la Guerra Civil española y del nazismo… La explicación es que Borges decidió incluir ese texto en la edición de Discusión de 1957, pero decidió hacerlo sin una nota al pie, y las ediciones sucesivas de sus obras completas respetan – a mi criterio erróneamente – esa omisión.)
Historia universal de la infamia (1935) es un conjunto de textos sobre personajes infames, a veces en tono casi bíblico. Tiene momentos muy borgeanos como estos: “Era persona de una sosegada idiotez.” (p. 584); el uso de clavel como metáfora de sangre (“hasta que de una oreja salta un clavel porque el cuchillo ha entrado en un hombre” - p. 594); “mujeres de frágil peinado monumental” (p. 598); “En las noches con olor a niebla quemada” (p. 600). También me llevó a preguntarme sobre Borges y EE.UU.; sobre cuánto conoció él de EE.UU. y qué imagen se hizo de ese país, como tema de investigación a futuro. Es un libro con historias que se leen muy bien, y que dejan al lector siempre preguntándose sobre las fuentes de Borges, sobre la ficción y la realidad.
En Historia de la eternidad vuelve el Borges más filosófico y metafísico (“Historia de la eternidad”, “La doctrina de los ciclos”, “El tiempo circular”) mezclado con el crítico (“Las ‘kenningar’”, “La metáfora” de nuevo, “Los traductores de ‘Las mil y una noches’”.) Me gustó la idea de que la eternidad no es mucho tiempo uno al lado del otro, digamos, sino la supresión del tiempo o el tiempo mismo: “la eternidad, cuya despedazada copia es el tiempo”. (p. 644) A cualquiera que haya traducido le tiene que interesar “Los traductores de ‘las mil y una noches’", un poco sobre la imposibilidad de traducir. Refiere a una “hermosa discusión Newman-Arnold (...) Newman vindicó en ella el modo literal, la retención de todas las singularidades verbales; Arnold, la severa eliminación de los detalles que distraen o detienen. (...) Traducir el espíritu es una intención tan enorme y fantasmal que bien puede quedar como inofensiva; traducir la letra, una precisión tan extravagante que no hay riesgo de que la ensayen.” (p. 690)