lunes, 27 de diciembre de 2021

Locomotora

 

Estaba en la biblioteca y vi la tapa de un libro de Lee Child. Pregunté por Twitter si la famosa serie de Jack Reacher se lee o no: una amiga me respondió que siempre tuvo ganas pero que no sabía por dónde comenzar; otro amigo me dijo que sí. Solo dos respuestas… Fui a Google para ver por dónde comenzar y apareció un sitio donde te dicen que podés leer por orden de aparición de los libros, por orden cronológico de la saga o por donde quieras. Decidí pedir el primero por orden cronológico. Al rato, otro amigo me mandó por WhatsApp la respuesta de un tercer amigo en común que los leyó todos: “The Enemy es la primera en la biografía del personaje, no la primera en publicarse. Si quiere entender el desarrollo del personaje, mejor por orden de publicación. Igual The Enemy es buenisima.” El consejo del Beduino me llegó cuando ya había empezado por orden cronológico, y el Beduino leyó mucho y bien, pero el consejo llegó tarde y empecé por donde empecé.

The Enemy no es una gran novela, pero es un thriller buenísimo, no hay duda. Lo leí en tres o cuatro días y quería leer más y más. El lenguaje es mecánico, los personajes son planos, las descripciones poco iluminadas, pero el ritmo es brutal y eso es lo que buscamos en estos libros. Respecto de la trama, supe a la mitad del libro algunas cosas importantes, pero otras fueron misterios relativamente bien ocultos y descubiertos. Y solo en un momento dije no, esto no va, cuando un personaje le dice a otro algo que no iba con la historia que había entre ellos dos. Tampoco me surgió la necesidad de buscar un lápiz para subrayar algo, y no recuerdo la última vez que leí un libro sin un lápiz en la mano. Solo busqué una cita, porque hace al título y, quizás, a una descripción del personaje hacia adelante: cuando su segundo le pregunta a Reacher por qué va a ir a hablar con quien cree el malo en vez de ir a hablar con el que cree el bueno, Reacher responde: “Porque estamos en el Ejército, Summer … Se supone que debemos enfrentar a nuestros enemigos, no a nuestros amigos.” (“Because we’re in the army, Summer,”, I said. “We’re supposed to confront our enemies, not our friends.” p. 399) Con todas sus debilidades, es un gran thriller, genial en su clase, y al segundo día, antes de ir por la mitad de The Enemy, ya había pedido el que le sigue cronológicamente: Night School. ¿Haré como con Borges, de principio a fin? No sé, pero por ahora seguiré.


lunes, 20 de diciembre de 2021

Cita con el destino

 


Leí Rendezvous with Destiny. How Franklin D. Roosevelt and Five Extraordinary Men Took America into the War and into the World (Cita con el destino. Cómo Franklin D. Roosevelt y cinco hombres extraordinarios llevaron a Estados Unidos a la guerra y al mundo), del australiano Michael Fullilove, un especialista en política internacional que tuve el gusto de conocer unas pocas semanas antes de la pandemia. En pocas palabras: Rendezvous with Destiny es un libro formidable; interesante por el contenido, brillantemente bien estructurado, muy bien escrito y con un nivel de investigación fenomenal. Una maravilla.

El libro muestra cómo, entre el comienzo de la guerra en septiembre de 1939 y Pearl Harbour en diciembre de 1941, Roosevelt utilizó a cinco hombres en siete misiones diplomáticas para acercar progresivamente a EE.UU. a la guerra. Roosevelt tenía claro que EE.UU. tenía que entrar del lado de los aliados pero tenía que convencer a EE.UU., y no era fácil: “los límites sobre la libertad de movimiento de Roosevelt eran severos, incluyendo el precedente histórico, la ansiedad del público y la oposición parlamentaria en casa, y socios pocos confiables en el exterior. El logro extraordinario de FDR durante los años 1939-1941 fue navegar estas restricciones y mover a un Estados Unidos dividido y dubitativo hacia una intervención cada vez mayor en la guerra europea”. (p. 7)

Para eso utilizó a cinco enviados especiales en siete distintas misiones. Además de las limitaciones físicas que le dificultaban viajar, lo hizo porque “no le gustaban las burocracias, no confiaba en su ministerio de relaciones exteriores, ansiaba tener información y disfrutaba de la diplomacia personal.” (p. 13) Los cinco hombres eran muy distintos entre sí: Harry Hopkins, quizás el más cercano a él, venía de una familia del Midwest, había sido trabajador social y uno de los administradores más importantes del New Deal; Sumner Welles era bastante cercano a FDR, un aristócrata de New York y alto funcionario del Departamento de Estado; Bill Donovan, no tan cercano a FDR, un self made man irlandés-americano, héroe de la Primera Guerra Mundial; Averell Harriman, otro aristócrata pero no tan cercano a FDR; y Wendell Willkie, candidato republicano a presidente que perdió las elecciones con FDR en 1940.

FDR estaba siempre basculando entre halcones y palomas: “Respecto de la guerra, Roosevelt estaba atrapado incómodamente entre los aislacionistas de un lado, que lo creían un aventurero o un traidor, y los intervencionistas del otro, que lo veían como muy lento.” (p. 230) Las misiones buscaron brindarle a FDR información para decidir, pero también operar, estrechando relaciones con Gran Bretaña y con Rusia, buscando fortalecer la moral de  los aliados y calmar su ansiedad, implementando algunas político e incluso buscar apoyo en EE.UU. para un mayor involucramiento. “Las siete misiones que se describen en este libro cuentan la historia del endurecimiento progresivo de las políticas de Roosevelt que eventualmente llevaron a EE.UU. a la guerra.” (p. 352), más allá de que Pearl Harbour haya acelerado el preoceso. Ese endurecimiento se ve en las distintas decisiones: la ley de servicio militar obligatorio (Select Service Act, de septiembre de 1940), que permitió pasar de un ejército de 300.000 a 8 millones de soldados; el acuerdo de destructores por bases con Gran Bretaña; Lend Lease, firmado en marzo de 1941 (“una declaración de guerra económica contra el Eje, p. 213); el apoyo a la Unión Soviética; y el paso a escoltas navales a los convoyes en el Atlántico (“Estados Unidos estaba ahora conduciendo una guerra naval no declarada contra Alemania en el Atlántico”, p. 338). En este sentido, hay que recordar que había realmente mucha oposición doméstica a involucrarse: al comenzar la guerra, solo 1 de 40 querían una declaración de guerra, y más de la mitad preferían una neutralidad imparcial; y a poco de reunirse en Placentia Bay, donde se firmó la Carta del Atlántico, la renovación de la ley de servicio militar se aprobó en la cámara baja por un solo voto.

Fullilove estructura el libro muy bien: una introducción y un epílogo que explican lo fundamental, y un capítulo por cada una de las misiones. Y cada capítulo es genial, porque describe con un increíble nivel de detalle las situaciones y los personajes, tanto que el libro en general, pero especialmente los capítulos centrales, se leen como una novela, llena de detalles y pasiones. El capítulo 7, con la misión de Hopkins a Moscú, es impresionante, casi tanto como la misión: “La misión de Harry Hopkins a Moscú y Placentia Bay fue una de las aventuras más impresionantes de la guerra” (p. 333) Y, como decía, muy bien escrito.

Hace poco leí ydisfruté enormemente la biografía de Edwards de Churchill. Rendezvous with Destiny no solo complementa hermosamente ese libro, acercándonos a ese personaje a través de la mirada de los americanos; sino que también me dio una primera aproximación a Roosevelt, a quien Fullilove describe como “el estadista más importante del siglo veinte. Salvó a la democracia de la Depresión, lideró a los Aliados a la victoria contra el fascismo, ganó de manera sin precedentes cuatro elecciones presidenciales consecutivas - e hizo todo esto con un cuerpo roto.” (p. 10) A través de sus cinco fantásticos, Fullilove nos muestra una pequeña parte de cómo lo hizo, en ese período de quiebre que fue 1939-1941.

 

Originales de las citas

“the limits on Franklin Roosevelt’s freedom of movement were severe, including historical precedent, public anxiety and congressional opposition at home, and unreliable partners abroad. FDR’s extraordinary achievement over the years 1939-1941 was to navigate these constraints and move a divided and hesitant America toward ever greater involvement in the European war.” (p. 7)

"Roosevelt “disliked faceless bureaucracies, distrusted his foreign ministry, craved information, and enjoyed personal diplomacy.” (p. 13)

“On the war, Roosevelt was wedged uncomfortably between isolationists on one side, who regarded him as an adventurer or a traitor, and interventionists on the other, who regarded him as a laggard.” (p. 230)

“The seven European missions described in this book tell the story of the progressive hardening of Roosevelt’s policies that eventually took America into the war.” (p. 352)

“a declaration of economic warfare on the Axis”. (p. 213)

“the United States was now waging an undeclared naval war against Germany in the ATlantic.” (p. 338)

“Roosevelt was the most important statesman of the twentieth century. He saved American democracy from the Depression, led the Allies to victory over fascism, won an unprecedented four consecutive presidential elections - and did all this with a broken body.” (p. 10)

lunes, 13 de diciembre de 2021

Raíces torcidas


Leí Their Eyes Were Watching God, de Zora Neale Hurston, una novela sobre las dificultades de ser mujer, y más aún una mujer negra, con todo en contra para afirmarse a una misma. La novela es de 1937 pero estuvo olvidada por décadas (nos dice Henry Louis Gates Jr. en el epílogo): hoy es imposible leerla sin pensar en todo lo que pasó en los últimos años, digamos entre el #MeeToo y Black Lives Matter. Se me ocurrió una traducción al argentino del conurbano, se me ocurrió una edición con tres o cuatro traducciones latinoamericanas distintas, se me ocurrió que eso podría ser tildado de apropiación cultural y hasta me pregunté si puede opinar un hombre blanco cis heterosexual (¿se dice así?) de un libro de una mujer negra.

Como por suerte nadie me lee, puedo decir lo que quiero. Y empezaré por decir que sí, me gustó la novela: en una historia sin demasiadas vueltas, Hurston nos cuenta la lucha de una mujer, Janie, por encontrar su lugar. La historia comienza con Janie, cerca de los cuarenta, volviendo al barrio, a uno de los barrios de su vida, donde más tiempo vivió quizás, frente a las miradas de las comadronas que la juzgan por cómo se viste, por cómo vivió. Una amiga, Pheoby, se despega de las comadres y acompaña a Janie a su casa; se sientan ahí y, como un haedo homérico, le cuenta a Pheoby su historia: aquí me pongo a cantar, dice Janie.

El canto de Janie es, principalmente, una historia de afirmación femenina. Hija de Leafy, una chica de 17, y su violador blanco, Janie no conoce a sus padres y es criada por su abuela (quien a su vez le cuenta a Janie que Leafy también nació de una violación por un blanco). Tras un primer beso con un chico y el comienzo de su despertar romántico y sexual, la abuela casa a Janie con un granjero y Janie aprende rápido: “Ahora sabía que el matrimonio no hace el amor. El primer sueño de Janie estaba muerto, así que se convirtió en mujer.” (p. 25) Poco después Janie se escapa con un hombre ambicioso y exitoso, pero que no la deja expresarse: “Él quería su sumisión y seguiría luchando hasta obtenerla. Así que gradualmente ella apretó los dientes y aprendió a callar. (...) Tenía veinticuatro años y siete de casada cuando lo supo.” (p. 71) Pero en un momento se anima a decir cosas de afirmación femenina, incluso frente a todos, (Dios me dijo “lo sorprendido que van a estar todo’ s’ustede’ si algún día se avivan que no saben ni medio de nosotra’ de lo que creen que sa’en.” - p. 75) y un día termina diciendo algo hiriente al marido en frente de todos: “Vo’ te hacé 'l culo grande por acá, el cocorito, pero no só’ má’ que palabra’. ¡Ja! Qué yo ‘toy vieja, decí’! Pero cuando vo’ te bajá’ lo’ lompa’ parece el cambio de vida.” (p. 79) Con el tercero, finalmente, encuentra el amor (“‘to no e’ cuestión ‘e negocio’, ni carrera por propiedade’ s’o título’. ‘te ‘s un juego de amor. Yo ya viví como quería abuela, ahora vo’a vivir mi propia vida.” (p. 114) La afirmación de Janie pasa primero por la pareja, pero sin duda crece y el final es la afirmación de que es su propia mujer. Y de vuelta al presente, contándole a Pheoby su historia en la casa oscura, le dice que le diga a las chusmas del barrio lo que quiera, que eso no importa; lo que importa es otra cosa: “Do’ cosa’ cada uno tiene que hacer por sí mismo. Tienen que ir a Dio’, y tienen que encontrar cómo viví’ po’ sí mismo.” (p. 192)

Hurston, que murió en la pobreza y habiendo perdido la batalla sobre la representación de la voz negra (nos dice Gates), era antropóloga. Y el principal mérito de la novela es su descripción del mundo negro de su época en el estado de la Florida; las relaciones, la sociabilidad, la economía, la cuestión racial desde ya, el lenguaje y los mitos y la mirada del mundo y la religiosidad. Nos dice Gates que Hurston va contra la idea principal de buena parte del siglo XX (que la esclavitud había privado a los negros de su cultura); Hurston, en cambio, “nos da una sensación de la gente negra como completa, compleja, seres humanos no disminuidos, una sensación que está ausente en una parte tan importante de la escritura y la literatura negras” (p. 200, cita de Alice Walker).

Me parece que eso está muy bien en el libro, porque lo discuten los personajes. No solo se muestra con los personajes y sus comunidades, sino que distintos personajes encarnan este debate; o, más bien, porque no es La Montaña Mágica, no encarnan, sino que tocan estos temas o estas posiciones. Y por eso, porque no encarnan, porque no es una novela de ideas, logra ser una novela. (Me acuerdo una cita de Hornby que decía algo así como que una novela literaria es, básicamente, una novela que no funciona.) La abuela le dice a Janie, de chica: “Sabés, corazón, que nosotros la gente de color somos como ramas sin raíces y eso hace que las cosas salgan de formas raras.” (p. 16) (La abuela también transmitió a la nieta la pirámide del poder: “Corazón, ‘l hombre blanco es el que gobierna todo (...) Así que ‘l hombre blanco le tira ‘l fardo y le dice al negro que lo levante. Lo levanta porque tiene que, pero no lo lleva. Se lo da ‘ su’ mujere’. La mujer negra e’ la mula ‘l mundo, así lo veo yo.” - p. 14) Pero la historia de Janie es una afirmación de que hay agencia posible para una mujer negra. En el medio, hay otras miradas sobre el tema. Están los que echan la culpa de todo a los blancos y los otros: “Nosotro’ la gente negra somo’ demasiado envidioso’ uno del otro. Por eso nosotro’ no avanzamo’ má’ de lo que avanzamo’. ¡Decimo’ que ‘s el hombre blanco que nos mantiene abajo! ¡Nah! Ni necesidad que tiene. Nosotro’ no mantenemo’ nosotro’ mismo’ abajo.” (p. 39) Y hasta están los negros que odian la negritud, como Mrs. Carter “que no agarraba a Janie Woods la mujer. Le rendía homenaje a las características caucásicas de Janie como tales.” (p. 145),

Their Eyes Were Watching God describe esa etnografía, pone en valor esa cultura y se planta en la discusión sobre la cultura negra en Estados Unidos mientras cuenta la historia y con un valioso manejo del idioma. El sonido logrado en los diálogos es realmente muy bueno, aunque es cierto que en algunos momentos me parece que se va de registro con la narración, escribiendo en lenguaje vernáculo lo que es del narrador. Pero tiene momentos poéticos bellos, sobre todo cuando describe los encuentros comunales en la tienda de Starks y los momentos de mayor emoción entre Janie y Tea Cake. En definitiva, un libro importante en el sentido de que, de alguna manera, inaugura una tradición (clave, por ejemplo, para poder llegar a Toni Morrison), que pone en perspectiva muchas de las discusiones de la actualidad y que también se disfruta como novela por los personajes y el lenguaje.

 

Citas usadas

“She knew now that marriage did not make love. Janie’s first dream was dead, so she became a woman.” (p. 25)

“He wanted her submission and he’d keep on fighting until he had it. So gradually, she pressed her teeth together and learned to hush. (...) She was twenty-four and seven years married when she knew.” (p. 71)

“Sometimes God gits familiar wid us womenfolks too and talks His inside business. He told me how surprised He was ‘bout y’all turning out so smart after makin’ yuh different; and how surprised y’all goin’ tuh be if you ever find out you don’t know half as much ‘bout us as you think you do.” (p. 75)

“You big-bellies round here and put out a lot of brag, but ‘tain’t nothin’ to it but yo’ big voice. Humph! Talkin’ ‘bout me lookin’ old! When you pull down yo’ britches, you look lak de change uh life.” (p. 79)

“Dis ain’t no business proposition, and no race after property and titles. Dis is uh love game. Ah don lived Grandma’s way, now Ah means tuh live mine.” (p. 114)

“Two things everybody’s got tuh do fuh theyselves. They got tuh go tuh God, and they got tuh find out about livin’ fuh theyselves.” (p. 192)

“a sense of black people as complete, complex, undiminished human beings, a sense that is lacking in so much black writing and literature”. (p. 200)

“You know, honey, us colored folks is branches without roots and that makes things come round in queer ways.” (p. 16)

“Honey, de white man is the ruler of everything (...) So de white man throw down de load and tell de nigger man tuh pick it up. He pick it up because he have to, but he don’t tote it. He hand it to his womenfolks. De nigger woman is de mule eh the world so fur as Ah can see.” (p. 14)

“Us colored folks is too envious of one ‘nother. Dat’s how come us don’t git no further than us do. Us talks about de white man keepin’ us down! Shucks! He don’t have tuh. Us keeps our own selves down.” (p. 39)

“didn’t cling to Janie Woods the woman. She paid homage to Janie’s Caucasian characteristics as such.” (p. 145)