miércoles, 27 de diciembre de 2023

Macrohistoria

 


Leí “Guns, Germs, and Steel”, clásico de la economía del desarrollo que había visto citado un montón de veces sin haberlo encarado nunca. Es un librazo, muy bien argumentado, que te explica a grandes trazos, un poco como Sapiens de Harari, la macro-historia, partiendo de una pregunta básica: ¿por qué los pueblos europeos conquistaron América, África y Oceanía? ¿Por qué fue así y no al revés? La respuesta, dice Diamond, no está en la raza o en la cultura, sino en la geografía; pero no en la geografía tonta (“la gente en los trópicos no trabaja”) sino en entender que lo que puede y lo que no puede hacer el humano está condicionado por la geografía (y lo estaba mucho más hace 500, 2.500 y 50.000 años).

El argumento es más o menos el siguiente. Los europeos conquistaron el mundo entre los siglos XV y XIX básicamente porque tenían aquello que anuncia el título, armas, gérmenes y acero. Y tenían todo eso porque tenían más población y mayor densidad de población. La densidad genera tecnología y gérmenes, y lo de los gérmenes no es menor: dice Diamond que se estima que las enfermedades mataron hasta 95% de la población americana precolombina. Los europeos tuvieron el crecimiento poblacional que permitió aquello básicamente por dos razones. Primero, porque en Eurasia había más plantas y animales domesticables que en las Américas, África y Oceanía. Es decir, de lo que a hoy ha sido domesticado, más estaba disponible en Eurasia; no es que los humanos de uno u otro lugar hayan sido mejores que otros para hacerlo, sino que tuvieron la suerte o no de tenerlos a su disposición para jugar con ellos hasta poder controlarlos. Las plantas son comida, mucha que se puede guardar, y los animales son proteína, son fuerza motriz y fuente de otras cosas como lana y, también, fuente de gérmenes. 

La segunda gran razón es que las plantas, los animales, los hombres y toda la tecnología y conocimiento que venía con ellos podían moverse más fácilmente en Eurasia que en los demás continentes por la simple razón de tener un eje este-oeste y no norte-sur. Los seres vivos resisten mal los cambios norte-sur (diferencias de temperaturas y de cantidad de luz solar). Además, América y África tienen accidentes geográficos específicos (el istmo de Panamá, desiertos, zonas tropicales con enfermedades para las que los humanos o animales no tienen inmunidad, etc.). Por todo esto, las civilizaciones nacidas en la Mesopotamia y en China pudieron moverse mucho más libremente que las dos grandes civilizaciones andinas, por ejemplo, que nunca llegaron a conectarse. 

In short, plant and animal domestication meant much more food and hence much denser human populations. The

resulting food surpluses, and (in some areas) the animal-based means of transporting those surpluses, were a

prerequisite for the development of settled, politically centralized, socially stratified, economically complex,

technologically innovative societies. Hence the availability of domestic plants and animals ultimately explains

why empires, literacy, and steel weapons developed earliest in Eurasia and later, or not at all, on other

continents. The military uses of horses and camels, and the killing power of animal-derived germs, complete the

list of major links between food production and conquest that we shall be exploring. (p. 40).

El libro explica todo esto con muchísimo detalle, lo cual lo hace super claro. Por ejemplo, muchas páginas sobre por qué los animales son o no domesticables. Y el autor se pregunta y se responde usando todo tipo de argumentos, basándose en cuestiones biológicas, lingüísticas y arqueológicas. Por todo esto, ese argumento que resumí en dos párrafos se hace súper creíble. También, claro, se hace un poco largo, por lo que a los que no son tan nerds quizás les alcance con la introducción y la conclusión. Sobre todo, se me hicieron largos los últimos capítulos donde pone a prueba, entre comillas, su teoría contrastándola con los conocimientos disponibles sobre los movimientos de la humanidad en cada uno de los continentes. Más allá de ello, un libro espectacular, que justifica ampliamente su condición de clásico.


Original de la cita

"In short, plant and animal domestication meant much more food and hence much denser human populations. The resulting food surpluses, and (in some areas) the animal-based means of transporting those surpluses, were a prerequisite for the development of settled, politically centralized, socially stratified, economically complex, technologically innovative societies. Hence the availability of domestic plants and animals ultimately explains why empires, literacy, and steel weapons developed earliest in Eurasia and later, or not at all, on other continents. The military uses of horses and camels, and the killing power of animal-derived germs, complete the list of major links between food production and conquest that we shall be exploring." (p. 40).

"If your country has the geographic good fortune to include Argentina’s expanse of temperate-zone pampas for growing wheat and cattle, even Argentina’s notoriously bad government can’t reduce your country to poverty." (p. 8).

martes, 26 de diciembre de 2023

Tener en casa a tu papá (cuento)

 “¿Cuánto falta?”, preguntó Benja desde la tercera fila de asientos.

“Ocho minutos”, dijo Memo, porque eso decía Waze que faltaba hasta la esquina donde doblamos para ir a la cancha.

“Y de ahí ocho minutos hasta el acceso, ocho hasta el estacionamiento y ocho hasta el palco”, dije yo.

Fue premonitorio: tardamos exactamente eso hasta el puente rojo y el vallado donde controlan los permisos de estacionamiento; y ocho minutos a paso de hombre hasta el estacionamiento. El acceso estaba obstruido por colectivos estacionados, por gente caminando por la calle y por grupitos de hinchas vestidos de rojo alrededor de vendedores con heladeras de telgopor.

“Qué Fernet generoso”, dijo Sole; un tipo de musculosa negra servía el Fernet en vasos de plástico grandes, y otro abrió una botella de Coca que explotó por el gas, salpicando a todos los muchachos de la ronda.

Estacionamos y caminamos por Alsina; pasamos un cacheo, pasamos debajo de las vías y accedimos al predio. Después de otro cacheo usamos las entradas magnéticas en los molinetes.

“Hoy tenemos que tocar el botín izquierdo de Bochini, con el derecho perdimos”, dijo Benja. Unas semanas atrás, con el enano habíamos tocado el botín derecho de la escultura del ídolo del club tratando, sin éxito, de generar una cábala y una tradición.

“No sé, quizás tenemos que probar sin tocar al Bocha, Benja, ¿qué pensás?”, le dije.

“No, no, hoy el izquierdo, y si perdemos...”

“¡No, Benja!”, lo interrumpí, “hoy no podemos perder, hoy no vamos a perder”.

“No, no, ya sé”, me respondió el hijo menor de Memo, un primo que es amigo pero que en verdad es hermano.

Seguimos por el playón y entramos al estadio por la garganta. Subimos las escaleras y caminamos paralelo al arco de los milagros, viendo a la izquierda la pileta, verde en el final del invierno, y al llegar a la otra garganta enfilamos para el arco de las vías. Ahí miré el reloj heredado del viejo y puse mis manos en los bolsillos del jean. Se estaban cumpliendo los ocho minutos de la última etapa y yo caminaba con las manos en los bolsillos, la campera abierta, la bufanda roja sin atar, cayendo hacia cada uno de los bolsillos donde tenía mis manos, mis zapatos un poco hacia afuera, como si estuvieran marcando las dos menos diez. Estaba caminando en la postura típica de mi viejo, igual a la foto que tenía detrás de su bar, en la que estaba en el otro lugar de sus pasiones, el hipódromo.

Empezamos a bajar las escaleras y escuché a papá decir “vengan, chicos, quédense cerca”. “Síganme”, nos dijo, y nos pasamos del piso del palco que tenemos con Memo;  llegamos a la planta baja y doblamos a la izquierda, “por acá”, y entramos al túnel que lleva a la popular local. “Quiero ver cómo forma la reserva”, dijo el viejo, y ahí sobre la pared de siempre estaba pegado un papel membretado, con los números gordos en rojo. El equipo titular iba con Goyén; Clausen, Villaverde, Trossero y Killer; Giusti, Marangoni, Burruchaga y Bochini; Morete y Calderón. En la reserva jugaba un diez que prometía, Merlini. Salimos del túnel de vuelta hacia las piletas y doblamos a la izquierda, caminamos unos metros y entramos a la confitería que está debajo de la popular local, la de la visera icónica. Comimos milanesas con papas fritas y papá nos dejó tomar Coca, que venía en botella de vidrio. Después de terminar, y antes de ir a nuestras plateas, papá le compró un gorrito tipo piluso a Memo, que desde ese día fue hincha de Independiente.

Volvimos a subir las escaleras, ahora oscuras como el Fernet, y escuché que papá me decía “vos seguí viniendo, Negro, seguí viniendo que veo todo con tus ojos”, y cuando salimos de las escaleras Benja me dijo “Perro: ¿estás bien, Perro?”

Tenía puesto el gorrito de lana que le compré para su cumple de ocho hace unos días y me acordé del partido contra Tigre, al final, cuando me preguntó, después del gol para la victoria en la última jugada del partido, con sus ojos enormes y su voz aguda, “¿estás llorando, Perro?”, y me acordé también del mensaje de WhatsApp que le dejó hace un par de meses a mi hija, con la misma voz inocente, diciéndole “no te preocupes, Lucre, tu abuelito ahora está mejor porque está con Jesús”, aunque el viejo siempre tuvo, más bien, simpatía por el diablo.

“Sí, Benja, ¿cómo no voy a estar bien? ¡Si le tocamos el botín izquierdo al Bocha!”

Abrí la puerta al palco y el estadio explotaba, el humo de los fuegos artificiales salpicándonos a todos como la espuma de la botella de Coca Cola, pero tiñendo todo de rojo.

lunes, 4 de diciembre de 2023

Hasta acá llegué

 


Empecé a leer There Your Heart Lies, de Mary Gordon, y no duré ni cincuenta páginas. Una chica de la alta sociedad deviene comunista, se casa sólo por apariencias con el ex amante homosexual de su hermano muerto, y se embarca a España para colaborar con la causa republicana durante la Guerra Civil. ¿Qué pasa después? No sé, apenas estuve unas noches con ellos en el barco, pero el realismo social y la discusión moral entre los personajes si está bien o no aceptar el upgrade a primera clase que reciben ya me molestó. Probablemente yo no esté pasando un buen momento para la ficción, así que no voy a decir mucho de Mary Gordon y su obra, solamente lo dejé, empecé algo de no ficción, y dejo acá asentado que no logró captar mi atención.

Millennials

 


Leí Beautiful World, Where Are You, de Sally Rooney, de quien leí también Normal People. Debo decir que odié el final de Beautiful People… (que no voy a spoilear) y disfruté algo la mayor parte del libro. No un montón, no muchísimo, no sé si llega a bastante, pero por momentos avanzaba rapidísimo en la lectura.

La novela trata sobre las relaciones entre cuatro personajes: Eileen y Simon se conocían de chicos, aunque Simon era más grande, y siempre hubo algo ahí. Luego Eileen se conoció en la universidad con Alice, que con el tiempo devino una novelista exitosa, tuvo un breakdown, y se fue a vivir a un pueblo donde conoce a Felix a través de una aplicación. En ese momento empieza la trama que relaciona a estos cuatro millennials: Alice la novelista exitosa, Eileen la literata frustrada, Simon el abogado de izquierda y Felix que trabaja en un depósito.

Todo eso se estructura en dos tipos de textos. Por un lado, tenemos el relato en una tercera persona que busca ser muy tercera, muy objetiva, y que por momentos parece casi un guión o acotaciones teatrales, pero que por momentos no me parece aceptable, porque no es realmente una mirada objetiva sino que trata de aparentar objetividad. Por ejemplo, conocemos a Eileen en un capítulo que empieza así: “A las doce y veinte de un miércoles, una mujer estaba sentada detrás de un escritorio en una oficina compartida en el centro de Dublín, escroleando para abajo en un documento de texto.” (p. 19) O, hacia el final de una secuencia importante: “El mar hacia el oeste, el largo de una tela oscura. Y hacia el este, subiendo y a través de las rejas, la vieja rectoría, azul como la leche. Adentro, cuatro cuerpos durmiendo, despertando, durmiendo nuevamente.” (p. 258) Por otro lado, están los mails que se mandan entre Eileen y Alice, donde es todo subjetividad, pero que progresivamente me fueron aburriendo, y hasta irritando, sobre todo cuando se convierten en una crítica cultural de esta izquierda light tan millennial (la misma que está del lado equivocado en Medio Oriente en estos momentos, aunque no hay nada del tema en la novela, por supuesto) que encuentro tan irritante por livianita.

También me irritaba Eileen, la millennial patrón, con su neurosis galopante, pero eso en el fondo es lo que está bien del libro, la descripción de esta generación que no logra separarse de sus propios ombligos. Mujeres y varones de edad adulta que sigue comportándose un poco como adolescentes sin encontrar la manera de salir de su loop. Dice Eileen: “La gente de nuestra edad se casaba y tenía hijos y amantes, y ahora todos son solteros y viven con compañeros de departamento a los que nunca ven” (p. 186). La soledad de los hiperconectados, que no pueden decirse las cosas, que no pueden comunicarse, queda más puesta en evidencia por Felix, que dice cualquier cosa, sin mucho freno, sin ningún tacto, y que me resultó el personaje más querible. (Un ejemplo gracioso de Felix siendo Felix: "Digo, en serio, creo que si todos los hombres que se hayan portado más o menos mal en algún momento en un contexto sexual de golpe se murieran mañana, quedarían tipo once hombres vivos.” - p. 136).

Así que así los vemos a estos cuatro chicos, durante 250 o 300 páginas, tratando de darse cuenta de cómo va la cosa (como le dice Eileen a Alice en uno de esos mails: “¿Qué si estas cosas suben y retroceden naturalmente, como las mareas, mientras el significado de la vida se mantiene siempre igual - sólo vivir y estar con otras personas” - p. 161) y nos divertimos un poco y nos irritamos un poco y a veces los entendemos un poco y otras les decimos grow up already y después viene ese final que bueno, no voy a spoilear.

 

Originales

“At twenty past twelve on a Wednesday afternoon, a woman sat behind a desk in a shared office in Dublin city centre, scrolling through a text document.” (p. 19)

“The sea to the west, a length of dark cloth. And to the east, up through the gates, the old rectory, blue as milk. Inside, four bodies sleeping, waking, sleeping again.” (p. 258).

“People our age used to get married and have children and conduct love affairs, and now everyone is still single at thirty and lives with housemates they never see.” (p. 186).

"I mean honestly, I think if every man who had ever behaved somewhat poorly in a sexual context dropped dead tomorrow, there would be like eleven men left alive.” (p. 136).

“What if these things just rise and recede naturally, like tides, while the meaning of life remains the same always - just to live and be with other people?” (p. 161).

La construcción de un imperio

 


El domingo 22 de octubre, mientras el país votaba, yo terminé de leer From Colony to Superponer. U.S. Foreign Relations since 1776, de George C. Herring, parte de la Oxford History de Estados Unidos. La colección está pensada en 12 volúmenes, 11 divididos cronológicamente y este temáticamente, concentrándose en las relaciones externas de EE.UU. De los 11 temáticos, leí 7, 3 no han sido publicados aún, y me falta el último, que va de Watergate a Bush vs Gore y que no creo que vaya a leer. Tampoco voy a leer los dos primeros, aún no publicados, que van a ser previos a la independencia. Es decir que quedé a un solo libro de terminar el proyecto, el de Bruce Shulman sobre el período 1896-1929, que es, de hecho, el período que quizás más me interesa. Así las cosas.

¿Qué decir sobre From Colony to Superpower? Lo primero que debo decir es que debe ser el libro que más tardé en leer en mi vida. Lo compré en diciembre de 2021, lo empecé a leer en algún momento de 2022 y luego lo dejé porque pasaron cosas, y lo retomé en algún momento de este año, hace quizás dos meses. Segundo, creo que está bueno haberlo leído para tener una mirada general sobre la historia de las relaciones internacionales de EE.UU., pero sobre todo creo que hay que pensarlo como un libro de consulta, al que podría acceder para ver, por ejemplo, la próxima vez que haya una intervención de EE.UU. en Medio Oriente. En fin…

Finalmente, me voy a concentrar en algunos puntos que hace el autor en la introducción. Primero, contraria a la lógica “aislacionista” de algunos actores presentes y pasados, “La política exterior ha sido central a la experiencia nacional desde el comienzo.” Más allá de ese “mito” aislacionista, “desde 1776 en adelante, Estados Unidos ha sido un jugador activo e influyente en los asuntos globales. La política exterior ha tenido un enorme impacto en la vida americana.” Ligado con esto, “Los americanos se piensan a sí mismos como amantes de la paz, pero pocas naciones han tenido tanta experiencia en guerras como Estados Unidos” (p. 1).

Luego, el autor comenta algunas peculiaridades americanas en lo que hace a la política exterior. “Los americanos han tenido miradas decididamente diferentes sobre el orden internacional y su lugar en él. Por un lado, han sido atraídos por las riquezas del mundo. (...) Por el otro, los americanos a menudo se han visto a sí mismos como un pueblo aparte.” (p. 2-3)

La idea de una “misión providencial ha motivado un deseo a hacer el bien en el mundo” pero también ha “engendrado arrogancia” (p. 4). Así, hay una tendencia de “fervor ideológico y mesianismo” pero también un pragmatismo muy americano que llevó a cierto “idealismo práctico”, representado por Franklin, Lincoln y F. D. Roosevelt. (p. 5) Como norma, los principios cuentan, más allá de las obvias excepciones. Herring dice que más que aislacionismo hay una fuerte y recurrente tendencia unilateralista en esta historia; el unilateralismo le sirvió bien en su primer siglo y medio “pero también generó cierto espíritu provinciano engreído y la sospecha hacia instituciones internacionales, además de indiferencia e incluso hostilidad hacia otros pueblos y culturas.” (p. 7) Otras peculiaridades vienen de su sistema político democrático y de su orden constitucional.

Con todo esto, “han sido agresivamente e implacablemente expansionistas” y, a pesar de una opinión popular contraria, “Estados Unidos ha sido espectacularmente exitoso en su política exterior” (p. 9). Así y todo, “no pudo asegurar completamente estar libre del miedo como deseaba George Washington.” (p. 10)