lunes, 17 de febrero de 2014

Salir de allí


El libro se llama Boyhood. Scenes from provincial life (Niñez. Escenas de la vida de provincia). Te cuenta una niñez sin preocuparse de contar una historia: hay un drama, hay un entierro (siempre tiene que haber un entierro) pero no hay una historia que comienza y termina sino escenas que muestran cómo vive un niño su niñez, un chico sensible e inteligente, hasta que queda expuesto como todos los demás.
Es difícil contar cómo vive un chico su niñez sin ponerle demasiado de adulto en la mirada ni aburrir, como quizás aburriría la verdadera mirada de un chico de 10 o 12. Coetzee cuenta con una prosa fría y metódica y económica, con maestría, creo, esa mezcla de naturalidad y extrañeza, cómo aquello extraño parece natural y lo natural extraño. Por ejemplo, cuenta con tranquilidad lo que sucede en la escuela: “Lo que pasa en la escuela es que a los chicos los azotan. Pasa todos los días. Se les dice a los chicos que se inclinen y que se toquen los dedos de los pies y se los azota con un bastón.” (p. 5) Lo propio, la familia propia, es siempre lo extraño: “Viene de una familia no natural y vergonzosa en la que no sólo no se pega a los chicos sino que además a los más grandes se los llama por sus primeros nombres y nadie va a la iglesia y se usa zapatos todos los días.” (p. 6)
Siendo una niñez sudafricana, la raza y las diferencias culturales están siempre presentes. No sabe cómo contestar cuando una sirviente negra le habla “en tercera persona, llamándolo ‘die kleinbaas’, el pequeño amo, como si no estuviera presente. Es todo profundamente vergonzoso.” (p. 68) “Piensa a los afrikaners como personas enfurecidas todo el tiempo porque sus corazones están lastimados. Piensa a los ingleses como personas que no han enfurecido porque viven detrás de paredes y guardan sus corazones bien.” (p. 73) “No puede entender por qué es que a tanta gente cerca suyo le desagrada Inglaterra. Inglaterra es Dunquerque y la Batalla de Inglaterra. Inglaterra es hacer tu deber y aceptar tu destino de manera silenciosa, sin vueltas.” (p. 128)
Siendo la niñez de un niño inteligente y sensible, siempre hay algo que ocultar, algo que preservar de la maldad de los otros chicos. Se llena de secretos, se crea “una carga de impostura”. (p. 13) Entre otros secretos está el del deseo: “¿Para qué es el deseo?” (p. 56) “De todos los secretos que lo separan, este puede ser a fin de cuentas el peor. Entre todos los chicos él es el único en el que corre esta oscura corriente erótica; entre toda esta inocencia y normalidad, él es el único que desea.” (p.57)
Aunque “No ve ningún sentido en el amor.” (p.121), tiene un primer encuentro, habla con una prima, suelta todo, los secretos se desvanecen y piensa que quizás eso sea el amor. “¿Esto es el amor – esta generosidad fácil, esta sensación de ser finalmente comprendido, de no tener que simular?” (p. 95) Claro, también está el amor a la madre, y ese es siempre complejo; lo trata de limitar y no puede del todo, no sin culpa. Está atrapado en ese amor: “esto es lo que es el amor, esta jaula en la que corre para atrás y para adelante, para atrás y para adelante, como un pobre mono desconcertado.” (p. 122)
Está, finalmente, la impaciencia, la sensación de que la escuela “no lo está haciendo más inteligente, lo está haciendo más estúpido. Quien sea que realmente sea, cualquiera sea el ‘yo’ que debería estar surgiendo de las cenizas de sus niñez, no se lo está dejando nacer, se lo está dejando esmirriado y atrofiado.” (p.140) Hasta que en algún momento “Algo está cambiando. Parece estar avergonzado todo el tiempo. No sabe a dónde dirigir sus ojos, qué hacer con sus manos, cómo sostener su cuerpo, qué expresión poner en su cara. Todo el mundo lo está mirando, encontrándolo en falta. Se siente como un cangrejo sacado de su caparazón, rosa y herido y obsceno.” (p. 151)

Originales de las citas usadas
“What happens at school is that boys are flogged. It happens every day. Boys are told to bend over and touch their toes and are flogged with a cane.” (p. 5)
He comes from an unnatural and shameful family in which not only are children not beaten but older people are addressed by their first names and no one goes to church and shoes are worn every day. (6)
“He does not know how to answer her when she speaks to him in the third person, calling him ‘die kleinbaas’, the little master, as if he were not present. It is all deeply embarrassing.” (p. 86)
“He thinks of Afrikaners as people in a rage all the time because their hearts are hurt. He thinks of the English as people who have not fallen into a rage because they live behind walls and guard their hearts well.” (p. 73)
“He cannot understand why it is that so many people around him dislike England. England is Dunkirk and the Battle of Britain. England is doing one’s duty and accepting one’s fate in a quiet, unfussy way.” (p. 128)
“At home he is an irascible despot, at school a lamb, meek and mild, who sits in the second row from the back, the most obscure row, so that he will not be noticed, and goes rigid with fear when the beating starts. By living this double life he has created for himself a burden of imposture.” (p. 13)
 “Beauty and desire: he is disturbed by the feelings that the legs of these boys, blank and perfect and inexpressive, create in him. What is there that can be done with legs beyond devouring them with one’s eyes? What is desire for?” (p. 56)
“Of all the secrets that set him apart, this may in the end be the worst. Among all the boys he is the only one in whom this dark erotic current runs; among all this innocence and normality, he is the only one who desires.” (p.57)
“He sees no sense in love. When men and women kiss in films, and violins play low and lush in the background, he squirms in his seat. He vows he will never be like that: soft, soppy.” (p. 121)
“Is this love – this easy generosity, this sense of being understood at last, of not having to pretend?” (p. 95)
 “He blames her, he is cross with her, but he is ashamed of his ingratitude too. Love: this is what love really is, this cage in which he rushes back and forth, back and forth, like a poor bewildered baboon.” (p. 122)
“Cape Town is not making him cleverer, it is making him stupider. The realization causes panic to well up in him. Whoever he truly is, whoever the ‘I’ is that ought to be rising from the ashes of his childhood, is not being allowed to be born, is being kept puny and stunted.” (p.140)
“Something is changing. He seems to be embarrassed all the time. He does not know where to direct his eyes, what to do with his hands, how to hold his body, what expression to wear in his face. Everyone is staring at him, finding him wanting. He feels like a crab pulled out of its shell, pink and wounded and obscene.” (p. 151)

lunes, 10 de febrero de 2014

Crónicas masculinas


Tengo una relación afectiva con Crónicas canallas, el libro de Santiago Llach sobre un equipo que vuelve a primera, sobre ser papá, sobre la pasión futbolística y sobre ser hijo.
Santiago empezó a postear crónicas del ascenso en Facebook cuando su equipo empezaba a escalar posiciones en lo que sería finalmente su vuelta a la A, mientras mi equipo se deslizaba hacia la B. Con Central yo me alegraba por Santi mientras me entristecía cada vez más con el Rojo. Central subió, Independiente bajó, y cuando fui a la presentación del libro Santi me dedicó mi ejemplar: “espero que este libro te haga más leve el tránsito actual.”
En parte es así, en parte sí me ayudó a entender y así separarme un poco de esta pasión irracional que me había agarrado con el Rojo y su ida a la B (de lo que hablé en este cuento). El fútbol es un sufrimiento impostado, “es el capítulo masoca de la industria del entretenimiento. A la cancha no se va sólo a disfrutar de un espectáculo deportivo: se va a sufrir, a convertir la vida en un drama.” (p. 57) ¿Qué me pasó, que habiendo sido exorcizado del sufrimiento del fútbol, volví? Ser hincha de fútbol es irracional, y costoso. “A eso se le llama pasión: al gasto. Una locura, una ilusión, un seguidismo irracional, una fe.” (p. 117)
En otra parte, el libro no me ayudó nada. Es más, creo que me hizo todo más doloroso. Parte de lo que explica esas pasiones irracionales es que ser hincha toca una de las cosas más básicas de nuestra subjetividad: ser hijo y padre. Ser hincha de fútbol es una herencia, es un mal que te pone tu viejo y que le pasás a tus hijos, como las cataratas en la familia de mi vieja. En esa línea, más que las crónicas sobre un equipo, el libro es una exploración sobre la masculinidad y la paternidad y lo que se transmite de padres varones a hijos varones. Eso nos genera problemas a todos porque todos tenemos problemas con nuestros padres; y me genera más problemas porque, con mis tres hijas, tengo dificultades para transmitir esta masculinidad. Dice el autor que a la cancha uno va a hacerse hombre (p. 16), y que “Un estadio de fútbol es un templo donde los hombres hacen eso que sólo hacen ahí, donde se abrazan con sus padres; un estadio de fútbol es un monumento al afecto y la comunicación torpe entre padres e hijos varones.” (p. 50), es “una gran fábrica de la masculinidad”. (p. 109)
Yo tengo todo este stock fabricado en el depósito sin mucho destino. Por eso, entrando a Retiro y apurándome a terminar el libro antes de que llegue el tren, lloré cuando leí la escena del final. Volviendo de Rosario, “Volvimos a bajar los tres y nos pusimos a mear, abuelo, padre, hijo, uno a un par de metros del otro.” (p. 139) 
Es un gran libro para los hinchas de fútbol, y es un gran libro para que quienes no lo son entiendan un poco esa locura. Los sociólogos y los psicólogos pueden escribir muchos tratados sobre el fútbol y la masa y lo que se les cante, pero ser hincha es algo tan subjetivo que sólo se puede contar desde la literatura. Crónicas canallas lo hace con inteligencia, humor y sensibilidad.

lunes, 3 de febrero de 2014

Un efecto raro


Luché como casi ya no lucho para terminar un libro.
Y claudiqué. No me gustó lo que leí de El Libro de los Afectos Raros, libro de cuentos de Carlos Gamerro. Llegué más o menos hasta la mitad, a la hoja 91 de 168, dejé sin terminar el cuarto cuento de un total de siete.
¿Qué efecto raro me causó? La verdad es que no me divirtieron muchos los cuentos. Dos de los que leí me interesaron: el primero tenía algún misterio, y el tercero trataba problemas de pareja en medio de un alzamiento carapintada. El tercero, sobre sado-masoquismo en el ambiente del fisiculturismo me molestó un poco. En el cuarto dejé de insistir: era sobre la relación entre un profesor particular y una alumna de nueve años, un cruce entre Lolita y Don't stand so close to me. Los temas, digamos, no me atraparon.
Sobre todo, sin embargo, no logré sentirme cómodo con la prosa. Como cuando leí "sus pechos altos y perfectos brillaron en una breve ráfaga de seducción" (p. 65); o: "En esa repentina quietud que sucede a la puesta del sol, y que parece alimentarse de la luz menguante, su voz sonó con un timbre metálico, como si proviniera de las reverberaciones de un extraño gong golpeado por un lejano chino de película y acercado por la extraña sonoridad de la superficie del agua." (p. 24)
Lo que más me gustó, porque siempre hay algo que gusta, fue esta: "no hay nada más obsceno que el cuerpo de una mujer hermosa cuando ya no nos produce deseo." (p. 20)