miércoles, 25 de noviembre de 2015

Vencido


No es habitual que deje un libro. Hasta hace un tiempo, de hecho, no dejaba nunca un libro y hasta fui acusado de ser "el hombre que lee los libros enteros". Pero ahora he dejado uno. Más aún, es la segunda vez que lo dejo. Hace muchos años, quince quizás, mi hermana me regaló una edición en español de La conjura de los necios, de John Kennedy Toole, cuando ese libro estaba de moda. Según mi recuerdo, no pasé de la página treinta. Hace unos meses, me lo volvieron a regalar, pero en inglés: A Confederacy of Dunces. Y me lo regaló una amiga muy querida, entonces le quise dar el beneficio de la duda. De hecho, leí más de doscientas páginas, pero hasta ahí llegué. No me lo banqué más.
El libro es una novela de aventuras satírica en torno de la figura de un personaje improbable y que produce atracción a través del rechazo: un gordo desagradable, vago, incapaz, verbalmente agresivo y físicamente cobarde que cree que el mundo debería haber terminado antes del renacimiento y que todo lo que viene después es una abominación moral. Hasta la página 200, no pude detectar una trama que tuviera sentido. El gran valor del libro es la capacidad para crear personajes, con terceras primeras notables (esto es, aunque está escrito en tercera persona son terceras personas casi primeras porque el narrador se mete bien adentro de cada personaje). Y cada uno de esos personajes, empezando por el gordo Ignatius J. Reilly, el negro Jones, Miss Lee y Darlene del bar "Night of Joy", el agente de policía Mancuso y muchos más, habla de una forma particular. En ese sentido, Kennedy Toole es un genio; pero no alcanza con tirar situaciones y personajes, o por lo menos no me alcanzó a mí, y eso que traté, pero quedé vencido, como el pobre gordo Ignatius en su lucha contra la modernidad.


jueves, 19 de noviembre de 2015

Dar vueltas

Santiago Llach, Los compañeros, Vox, 2015

Me resulta difícil comentar un libro de poemas y no sé si el hecho de que se trate del de Santiago Llach, amigo y un poco mentor en esta cosa de ir poniendo palabras al lado de otras palabras, lo haga más o menos difícil. Me acuerdo de esta cita de Roth en The Ghostwriter: “Doy vuelta oraciones. Esa es mi vida. Escribo una oración y la doy vuelta. Después la miro y la doy vuelta otra vez. Después almuerzo. Después vuelvo y escribo otra oración. Después tomo el té y doy vuelta la nueva oración. Después leo las dos oraciones otra vez y las doy vuelta a las dos. Después me tiro en el sofá y pienso. Después me paro y las tiro y empiezo desde el principio.” Leer poesía es un poco eso: como lector también das vuelta las palabritas que otro puso ahí hasta ver si tienen sentido, pensar qué te evocan, en qué te hacen pensar.
El libro se llama Los compañeros  y no tiene un poema que se llame así ni tiene índice pero sí tiene el mensaje de "se terminó de imprimir" más lindo que haya visto jamás (ver foto). En el medio tiene poemas que vuelven una y otra vez a unas pocas temáticas interrelacionadas: la familia (y la paternidad); el paso del tiempo, un tiempo a veces lineal y otras circular, pero que nos pone en lugares inexorablemente distintos frente a situaciones prácticamente iguales; y la literatura y la poesía. La política está presente como un especie de telón de fondo, algo que hace gente a veces cercana pero que parecen personas que "ven hadas, pumas, elfos" (p. 43)


La familia y la paternidad (hasta los hijos de Santi) aparecen una y otra vez. A veces con ternura (como en el hermoso poema inicial "Cuándo se romperá el encanto", con su "...todo lo familiar es un drama, / un entrenamiento de actores..." - p. 11); otras con más temor o incluso con hijos con una mirada que enjuicia. El segundo tema es el paso del tiempo, cómo la vida va pasando: "La vida sigue adelante, quiere decirme. / La construcción es lenta. / La destrucción dura un segundo." (p. 13) En un poema la misma gente que canta sus canciones en la cancha sin saberlo le da la espalda a Palito Ortega: "la gente no lo quiso ver ni gratis" (p. 37) así como pocos leyeron estos mismos poemas gratis en el blog de Santi y casi nadie leerá esta entrada en el mío. El tiempo pasa: el éxito de Palito se desvanece; el nuestro nunca llega.
Al final está el tema de la literatura; en un poema, enojado quizás,  le dice a una chica que lee en el subte d ("Qué esperás de la literatura, nena") que la literatura no cura ni informa ni entretiene ni te hace mejor: "no esperes nada de la literatura, nena" (p. 35) Pero son muchas más las instancias en que se la resalta; le cuenta al hijo que "te hace entrar en contacto / con la variedad de la experiencia humana." (p. 14), seguramente un contacto más iluminador que el "espíritu de las ciencias sociales." (p. 26) Pero sobre todo, la literatura es una forma de entrar en contacto con uno mismo; el tiempo pasa sin éxito pero no por ello sin logros: "Me libré de las garras del mal / pero no escribí la gran novela de la época." (p. 32) Al final del día, parece que sí nos curamos (o casi) cuando ponemos una palabrita al lado de otra (o cuando las leemos), porque no se trata de referencias oscuras: "estoy hablando de mí / y de vos, / de lo que te pasa / de la mística blanda de la ciudad". (p. 59)

lunes, 2 de noviembre de 2015

Más que una chica graciosa


Nick Hornby, Funny Girl, Penguin/Viking, 2014


Las novelas de Nick Hornby se leen con la facilidad con la que un copo de nieve se posa sobre una mesa de madera. En Funny Girl de nuevo crea personajes interesantes y frescos pero, sobre todo, logra ese fluir notable que hace que pases de una oración a la otra sin pausa. Lo empecé un día a la noche cuando me preparaba para irme a dormir y casi sin darme cuenta había leído cien páginas. Las doscientas cincuenta páginas que le siguen se leen igual de bien.
Funny Girl es una novela sobre un programa de televisión; los personajes principales son Barbara/Sophie, la actriz principal que se cambia de nombre al llegar a Londres por sugerencia de su representante; el actor principal (Clive), los dos escritores (Tony y Bill) y el productor (Dennis). A través de la historia de este programa, Hornby va a retratar los cambios de Gran Bretaña en los años sesenta (desfilan los Beatles, los Stones, los Yardbirds y políticos como Harold Wilson) y a presentar la discusión sobre dos maneras de entender el arte: el arte como entretenimiento para la gente o como alta cultura para los críticos. Aunque todo el libro parece una defensa de lo primero, campo en el que Hornby se mueve con tranquilidad y representado por casi todo el equipo del programa, el autor le deja también un lugar a la crítica. Dennis describe al mundo de los críticos como gente que "de hecho quería que la gente no se riera, nunca" (p. 155), pero años después Barbara/Sophie se pregunta si acaso sus esfuerzos no fueron demasiado lejos: "el entretenimiento había tomado el mundo, y no estaba segura que por ello el mundo fuera un lugar mejor." (p. 335)
Los sesenta sin duda habían generado cambios y eso era en gran parte de lo que se hablaba en el programa: "El sistema de clases, hombres y mujeres y las relaciones entre ellos, los snobs, la educación, el Norte y el Sur, la política, cómo un país nuevo parecía estar emergiendo del deprimente país viejo en el que habían crecido todos ellos." (p. 62) Este país nuevo, con los cambios y las nuevas posibilidades, hacía que fuera muy difícil "no ser un chiquito en una tienda de dulces sin caja registradora." (p. 264) Aquí tiene un lugar importante el tema de las nuevas costumbres sexuales y la homosexualidad, que comienza a ser aceptada (o al menos despenalizada). Con los dos escritores del programa Hornby arma dos contrapuntos: entre las dos maneras de entender el arte y dos maneras de enfrentar la homosexualidad; Bill reprimiéndola, Tony buscando la manera de expresarla a pesar de las limitaciones de la época.
La novela se lee bárbaro también porque el personaje de Sophie, la chica graciosa, es hermoso. "Ella podía cambiar su nombre y cambiar su voz y seguiría siendo ella misma, porque era una llama azul y nada más, y la llama se apagaría salvo que encontrara su camino de salida." (p. 37) La relación que termina armando, con un personaje que "Mientras pudiera tomar el desayuno con ella todas las mañanas sería feliz" (p. 238) es de una ternura que no puede más. Pero sobre todo, insisto, la novela se lee genialmente porque te divierte (me hizo reír a carcajadas en el tren, ante las miradas sospechosas de mis compañeros de viaje), porque Hornby es un genio, porque cada pasito, cada palabrita, te lleva a la otra, como un copo de nieve que se apoya sobre otro y otro hasta cubrir todo de un blanco hermoso.

Originales de las citas usadas
"They actually wanted people not to laugh, ever." (p. 155)
"entertainment had taken over the world, and she wasn't sure that the world was a better place for it." (p. 335)
"The class system, men and women and the relationships between them, snobbery, education, the North and the South, politics, the way that a new country seemed to be emerging from the dismal old one that they'd all grown up in." (p. 62)
"He was talking about the times they all suddenly lived in, and how hard it was not to be a small boy in a sweet shop with no cash register." (p. 264)
"She could change her name and change her voice and she would still be her, because she was a burning blue flame and nothing else, and the flame would burn up unless it could find its way out." (p. 37)
"As long as he could eat breakfast with her every morning, he'd be happy." (p. 238)