lunes, 28 de mayo de 2018

Una fe laica



The Autograph Man, de Zadie Smith, es una novela improbable, casi imposible, en la que hay toda una trama que parece innecesaria para contar, desde el humor, cómo un joven inglés, finalmente, y tras 13 años, logra atravesar el duelo por la muerte de su padre.
Los personajes ya son improbables. El héroe es Alex, un chico de padre chino y madre judía que se dedica a coleccionar y comerciar autógrafos. A través de una mezcla de constancia (le escribe una carta por semana durante 15 años) y suerte, Alex logra finalmente encontrarse con su ídola, Kitty Alexander, una vieja actriz de Hollywood. Rodean a Alex sus amigos de la infancia: Rubinfine, un rabino pelirrojo sin fe; Joseph, un vendedor de seguros y ex coleccionista de autógrafos que en realidad está enamorado de Alex; y Adam, un judío  negro estudiante de la kabbalah que tiene un video-club aunque no le interesa el cine. La novia de Alex es la hermana de Adam, Esther, una hermosa chica negra judía con la cabeza rapada y un marcapasos. Los personajes secundarios son igualmente improbables: Rebecca, la mujer del rabino, organiza un barndance para enanos; el rabino que termina haciendo el yahrzeit conmemorando los 15 años de la muerte del padre de Alex es él mismo un enano. Honey, quien ayuda a Alex a encontrar a Kitty, es una ex prostituta que devino primero famosa por ser descubierta con un actor famoso (wink wink) y luego autograph woman ella misma.
Lo que es notable de la novela es que nos pone desde el principio el tema de fondo, real, frente a nuestras narices, para después esconderlo. Se cumplen 15 años de la muerte del padre y Alex se resiste a seguir el protocolo, a decir el Kadish, a cerrar su duelo. Eso queda en segundo plano durante páginas y páginas mientras vemos a Alex intentando hacer eso que él llama vivir. Y en esa trama termina dándose cuenta de que tiene que resolver el duelo, porque “Nunca sabés, hasta que pasa, qué le vas a deber a los muertos.” (p. 262) Mientras tanto, mientras esconde el tema de fondo, Smith, improbablemente, nos hace reír, nos mete en el medio de 50 años de cultura popular y nos cuenta de un lugar, Mountjoy, un barrio imaginario de Londres, nos habla de la fe, la fama, la Judaica, con un estilo y una mezcla de lo local, el tejido de amistades y el humor que me recuerda al Chabon de Telegraph Avenue.
En esa trama se produce el crecimiento de Alex. En parte por su contacto con Kitty y con Esther. En parte por momentos epifánicos, como cuando se da cuenta de cómo está viviendo, de lo cerca que está de convertirse en Duchamp, un colega que es poco más que un despojo humano: “¿Cuántas movidas, se preguntó Alex (...) para llegar de donde estoy a donde está Brian Duchamp? (...) Quizás ya estoy ahí.” (p. 101) O en una charla con Adam, que le pregunta qué epifanía tuvo y Alex responde “Ehmm… algo tipo: no podés pasar resto de vida como desgraciado absoluto” (p. 338) Pero también a través de una reflexión sobre la fe y la fama: “Los groupies odian a los músicos. Los cinéfilos odian a las estrellas de cine. Los cazadores de autógrafos odian a los famosos. Amamos a nuestros dioses. Pero no amamos nuestra sujeción.” (p. 286) Los hijos amamos a nuestros padres pero no a nuestra sujeción.
Y así, como quien no quiere la cosa, improbablemente, llegamos al principio, al yahrzeit, al aniversario de la muerte, y da la impresión de que la aceptación de la muerte despierta la fe por la vida. Que algo nuevo finalmente podrá nacer. Una fe laica, imprescindible e improbable porque en el amor y en la vida no alcanza con conformarse, hay que querer, hay que creer. En palabras de Esther: “Las personas no se conforman con personas. Deciden estar con ellas. Hace falta fe. Hacés un círculo en la arena y te ponés de acuerdo en pararte ahí adentro y creer. Es la fe, tarado.” (p. 291)

Originales de las citas usadas
“You never know, until it happens, what you will owe to the dead.” (p. 262)
“How many moves, wondered Alex later, on his way out (...) to get from where I am to where Brian Duchamp is? (...) Maybe I am already there. For I am an Autograph Man.” (p. 101)
“Umm… something like: can’t spend rest of life in total misery.” (p. 338)
“Groupies hate musicians. Moviegoers hate movie stars. Autograph Men hate celebrities. We love our gods. But we do not love our subjection.” (p. 286)
“People don’t settle for people. They resolve to be with them. It takes faith. You draw a circle in the sand and you agree to stand in it and believe in it. It’s faith, you idiot.” (p. 291)

miércoles, 23 de mayo de 2018

Gracias, Philip


Ayer murió Philip Roth, quizás el autor que más leí; debe estar palo y palo con Cormac McCarthy y un poco por arriba de Richard Ford. El New Jersey judío de Roth, el Northeast protestante de Ford y el Oeste violento de McCarthy son galaxias en ese universo que son los US of A.

Mucho de lo que leí de Roth - como American Pastoral, Portnoy’s Complaint, The Professor of Desire y The Human Stain – lo leí antes de tener mi blog. En el blog tengo apuntes de Patrimony, Counterlife, Letting go, The Ghost Writer y Nemesis. Con citas de esos cinco libros armé este homenaje veloz. 

Seré egoísta pero no siento tristeza por su muerte. Lo que siento es una enorme gratitud.



1. a vida es inverosímil. "He had only to distinguish for himself between the impact one had on the lives of others and the sheer momentum of fate - chance, luck, accident, for which no man who had merely crossed another's path could be held responsible." (Letting go, p. 788)

2. Y eso queda claro al final, en el cementerio. “My mother and the other dead had been brought here by the impelling force of what was, after all, a more unlikely accident – having once lived.” (Patrimony, p. 20).

3. Aferrarse a la memoria es aferrarse a la vida. “You mustn’t forget anything – that’s the inscription on his coat of arms. To be alive, to him, is to be made of memory – to him if a man’s not made of memory, he’s made of nothing.” (Patrimony, p. 124).

4. Y con el recuerdo hacemos historias, de todo eso que es la vida humana creamos otra cosa que refleja o reflecciona sobre aquello.  “As he spoke I was thinking, the kind of stories that people turn life into, the kind of lives that people turn stories into.” (Counterlife, p. 111)

5. El trabajo del novelista es ese: recordar, registrar, haciendo original lo banal, haciendo universal lo individual. “Most people (beginning with the novelist – himself, his family, just about everybody he knows) are absolutely unoriginal, and his job is to make them appear otherwise.” (Counterlife, p. 156)

6. Y el oficio parece en sí mismo banal. “I turn sentences around. That’s my life. I write a sentence and then I turn it around. Then I look at it and then I turn it around again. Then I have lunch. Then I come back in and I write another sentence. Then I have tea and turn the new sentence around. Then I read the two sentences over and turn them both around. Then I lie down on my sofa and think. Then I get up and throw them up and start from the beginning.” (The Ghost Writer, p. 17-18)

7. La vida sigue adelante signada siempre por esa contingencia. "Sometimes you're lucky and sometimes you're not. Any biography is chance, and, beginning at conception, chance - the tyranny of contingency - is everything." (Nemesis, p. 243)

8. Y después se termina, aunque la muerte parezca tan inverosímil como la propia vida. “even as an adult one continues, like a child, to believe that when someone dies it’s some kind of trick, that death isn’t entirely death, that they are in the box and not in the box, that they are somehow capable of jumping out from behind the door and crying, ‘Had you fooled!’ or turning up on the street to follow you around." (Counterlife, p. 221)

9. En su defensa, la muerte tiene un costado positivo. “‘What happened to Charlie Raskus?’ ‘He’s dead. He died. Natural causes. He wasn’t that old. Even the bastards die’, my father said. ‘That’s about the only good thing you can say for death – it gets the sons of bitches too’.” (Patrimony, p. 204)

10. Aunque en el algún lado nunca alcance, siempre necesitemos un poquito más. “‘I was a faithful husband, a loyal American, a proud Jew, I gave two wonderful boys every opportunity I myself never had, and what I am demanding is only what I deserve – another eighty-six years! Why’, he would ask him, ‘should a man die at all?’ And of course, he would have been right to ask. It’s a good question.” (Patrimony, p. 134)

lunes, 14 de mayo de 2018

zapatos


ojo, quizás es que no sé leer poesía
o que sólo la puedo leer
como parte de una colección
más armada
(como si fuera un cuento
o una novela
como leí y amé el libro de @sgigantic
una bildungsroman de poesía
un viaje de gerli a new york
powered by la palabra)
quizás por eso
digo
es que no pude
con el cuaderno de Lowell

quizás no era el momento
más allá de líneas como
“seasick with marital unhappiness” (p. 17)
- “mareada con infelicidad conyugal” -
o la descripción del che como
“the last armed prophet” (p. 26)
- “el último profeta armado” -

me gustó un poema sobre caracas
describe su casa de gobierno
“This house, this pioneer democracy, built
on foundations, not of rock, but blood as hard as rock.” p. 26
- "Esta casa, esta democracia pionera, construida
sobre cimientos, no de roca, sino de sangre dura como la roca.”
me gustó esto de que no hay
“Nothing more established, pure and lonely,
than the early Sunday morning in New York” (p. 29)
- “Nada más consolidado, puro y solitario
que una mañana de domingo temprano en Nueva York”.

dentro de mucho político
lo que más me gustó
fue el poema a la tía sarah
una mujer de otro tiempo
con quien se bardearon durante 50 años
y a quien ahora que los jóvenes se le vienen encima
parece ver con otros ojos:
“We’ve quarreled lightly almost fifty years,
Dear, long enough to know how high our pulse beats, while the young
wish to stand in our shoes before we’ve left them.” (p. 34)
“Hemos peleado suavemente casi cincuenta años,
Querida, suficiente para saber lo alto que baten nuestros pulsos, mientras los jóvenes
desean pararse en nuestros zapatos antes de que los abandonemos.”

viernes, 4 de mayo de 2018

Revolución



En el marco de mi proyecto de leer toda la Oxford History de EE.UU, leí The Glorious Cause: The American Revolution, 1763-1789, de Robert Middlekauff, y me encantó. Me parece una excelente historia sobre uno de los momentos más importantes de la historia, un proceso durante el que se produjo una invención política que se convirtió para millones de personas en una gran aspiración humana: vivir en una república democrática.
En este último sentido, me quedé con un poco de ganas de más en lo que hace al epílogo del proceso. El libro dedica unas 220 páginas a los orígenes, a los inicios de la crisis que deriva en la guerra; unas 250 páginas a la guerra misma; y apenas 70 al proceso constitucional, que es lo que más me interesa a mí (me dieron ganas de releer The Federalist Papers, pero creo que me voy a aguantar). La parte central dedicada a las operaciones militares se me hizo un poco larga, aunque tiene dos capítulos preciosos donde se mira la experiencia de la guerra desde la gente común; uno siguiendo a soldados y otro basado, sobre todo, en la correspondencia entre algunos soldados y sus esposas.
En esa línea, quizás lo más lindo del libro de Middlekauff es cómo construye esta gran historia con pequeñas historias que te dibujan la época, o deteniéndose a hacer pequeñas biografías de cada personaje importante que introduce en su narrativa. En cada una de esas descripciones parece haber la compasión y la comprensión que los buenos novelistas tienen con sus personajes de ficción.
Entre estas historias está la del joven Patrick Henry quien, como abogado en un juicio, en un alegato dice cosas que lo dejan al borde de la traición. Se escuchan susurros pero el juez lo deja seguir... quizás porque era el padre de Henry. Otra historia graciosa se da en un disturbio en Boston, cuando un grupo de manifestantes van a la casa de un tal Charles Paxton con la intención de destruirla. Pero Paxton vivía en una casa alquilada y, atento al peligro, el dueño llegó a la casa antes que los manifestantes y los convenció de que no destruyeran su casa, en parte gracias a que los invitó con un barril de ponche en una taberna cercana...
Algunos apuntes sobre el contenido.
El primero va sobre la importancia de la religión en la revolución (y en la cultura americana en general.) La revolución fue hecha por hijos de puritanos que habían escapado de Gran Bretaña para tener la libertad de profesar la fe a su propia manera; “en América, la religión daba forma a la cultura”. (p. 49) Esa libertad debía ser preservada. Más aún, esta cultura incluía una mirada providencial; estos hombres consideraban que estaban en América por un propósito, y eso “le dio a la revolución parte importante de su intensidad y mucho de su idealismo.” (p. 52)
El segundo es sobre la importancia del error (y la contingencia) en el nacimiento del conflicto que termina en revolución y guerra. Los ministros ingleses cometieron algunos errores sorprendentes: tomar decisiones en ignorancia de las opiniones americanas fue uno de los peores, y rehusarse a negociar cuando estas opiniones eran expresadas difícilmente haya sido menos serio. (p. 53)
El resultado, por otro lado, es menos sorprendente. Una vez que se había tomado cierta decisión de independizarse, era muy difícil para Gran Bretaña torcer ese destino en una guerra. Los americanos perdieron más batallas de las que ganaron pero resultaron victoriosos porque Gran Bretaña no tenía (y quizás no podía tener) una estrategia (ganadora). Por otro lado, “Después de Lexington, la estrategia americana emergió lentamente; pero su objetivo parecía casi inevitable. Era mantener el ejército, buscar apoyo y reconocimiento internacional, ambos con la creencia de que una oposición armada que se rehusara a ser sometida eventualmente habría de persuadir al gobierno británico a ceder.” (p. 599)
Finalmente: “la revolución liberó – o inspiró – un enorme despliegue de imaginación creativa. La Constitución fue su expresión más refinada, una creación profundamente original que requirió de arrojo aún cuando tomó del pasado americano y, que sea claramente reconocido, británico. Representó para sus hacedores la última defensa de la libertad.” (p. 686)

Originales de las citas usadas
“Although Americans entered the revolt against Britain in several ways, their religion proved important in all of them, important even to the lukewarm and the indifferent. It did because, more than anything else in America, religion shaped culture.” (p. 49)
 “—the actions of men who felt that Providence had set them apart for great purposes—gave the revolution much of its intensity and much of its idealism.” (p. 52)
“these ministers made some surprising mistakes: making decisions in ignorance of American views was one of the worst, and refusing to compromise when these views were expressed was hardly less serious.” (p. 53)
“American strategy after Lexington emerged slowly; yet its aim seemed almost inevitable. It was to maintain the army, to seek foreign aid and recognition, both in the belief that armed opposition that refused to be subdued would eventually persuade the British government to yield.” (p. 599)
“the Revolution released—or inspired—an enormous display of creative imagination. The Constitution was its finest expression, a profoundly original creation that took daring even as it drew upon the American and, let it be clearly recognized, the British past. It represented for its makers the ultimate defense of liberty.” (p. 686)