lunes, 29 de octubre de 2018

Una verdad



Me regalaron La mitad de la verdad, una novela policial polaca, escrita por un señor cuyo nombre no puedo escribir - Zygmunt Miloszewski pero con una especie de tilde cruzando la l de Miloszewski - y traducido por un señor que imagino español, Francisco Javier Villaverde González. No dudo de la capacidad del señor Villaverde González ni de la del señor Milszewski con l con tilde, pero no pude, no pude, no pude ni por un segundo imaginarme que eso que sonaba tan jodidamente español estuviera ocurriendo en Polonia; ni pude saber si las referencias geográficas polacas tenían algún significado ulterior; ni logré que me interesaran las referencias culturales polacas incluidas en las notas del traductor. 
Hay cosas intraducibles. O, más bien, todo es intraducible pero hay algunas a las que llegamos aunque sea a través de un puente estrecho y sabiendo que perdemos cosas en el camino; la traducción es cruzar un puente colgante de una montaña a otra con bolsos y mochilas y cajas de significados en nuestras espaldas, y algunos bártulos se caen de ese puente colgante hacia una quebrada sin fin pero a veces algo llega. Hace poco me cargaron porque dije en Twitter que no puedo ver series o películas en idiomas que me son totalmente ajenos: en español e inglés me manejo perfecto; en francés, italiano, portugués, entiendo algunas palabras y logro oler un poco las emociones por los sonidos; del alemán o el croata no me llega nada, nada. Mi aprendizaje de La mitad de la verdad, la verdad que saco de ahí habiendo leyendo dos capítulos, es que cuando me regalan estas cosas debo cambiarlas.

lunes, 22 de octubre de 2018

La música del amor




Hace unos meses me recomendaron que leyera The Anthologist, de Nicholson Baker, y la edición de Kindle que compré venía junto con su continuación, Travelling Sprinkler. Rareza: la continuación me gustó más que el original.
En el original, el narrador luchaba por terminar una antología de poesía después de que su novia lo había dejado: sufría por escribir la introducción, sufría por ella y pensaba sobre la poesía. En la segunda novela, el narrador comienza intentando escribir un nuevo libro de poesía y de a poco se va metiendo, en cambio, en el mundo de la música. Compra una guitarra, software para componer, micrófono, de pronto parece que está haciendo lo que le dice el hijo de la vecina: “¿Por qué no escribís un libro sobre el intento de escribir una canción de protesta?’, me dijo. ‘Me parece que medio que es lo que estoy haciendo’, le dije.” (l. 4083)
En el texto se asocia libremente, los temas van y vienen, y algunas cosas vuelven más que otras mientras nos cuenta sus rutinas: las canciones de protesta, la guerra y la CIA son algunos de ellos; un regador que se mueve propulsado por el agua que luego rocía vuelve una y otra vez y le da el nombre a la novela. Pero sobre todo vuelve a la música, que es a esta novela lo que la poesía a la primera: “Llamé a Gene [su agente] y le dije que mi libro de poemas, anteriormente titulado Misery Hat, se estaba convirtiendo en algo distinto. Ahora era un libro sobre la música.” (l. 4259) Así, Paul nos cuenta de sus intentos por componer, nos habla de cuestiones de la historia de la música (y especialmente sobre Debussy), de su pasado como fagotista, de la música de protesta y de la música para bailar.
Por momentos intenta escribir una canción de protesta pero “Lo que quería, como siempre, me parece, era escribir una canción de amor. Mi estribillo va: “Me pregunto, me pregunto un poquito, si el destino nos va a apurar, a un lugar bonito.” (l. 4991) Porque junto con el tema de la música está el de su relación con su ex novia y su intención de que ella vuelva, sobre el remordimiento de no haber tenido un hijo, que ella vuelva con él. En el medio, entre la música y el amor, hay un lenguaje muchas veces hermoso y una mirada poética sobre la vida - “Volví manejando a Portsmouth, por la ruta 95, con mis gomas dando vueltas y vueltas diciendo siempre las mismas cosas al camino una y otra vez. El camino nunca lo entiende, nunca aprende” (l. 2598) Y hay también, como es obvio a un poeta, una reflexión permanente sobre el lenguaje, el hablado y el escrito: “Hay mil maneras distintas de decir ‘hola’, pero hay una sola manera de decirlo en lenguaje impreso. Eso es lo que estamos perdiendo.” (l. 4608)


Originales de las citas usadas 
“He said, ‘Why don’t you write a book about trying to write a protest song?’ ‘I guess I sort of am,’ I said. (l. 4083)
“I called Gene and told him that my book of poems, formerly called Misery Hat, was turning out to be something different. It was now a book about music.” (l. 4259)
“What I wanted, as always, I guess, was to write a love song. My chorus goes, ‘I’m curious, just a bit curious, whether fate will hurry us, to a nice place.’” (l. 4991)
“I drove back to Portsmouth, up Route 95, with my tires going around and around saying the same things to the road over and over again. The road never gets it, never learns.” (l. 2598)
“There are a thousand different ways to say “hello,” but there’s only one way to say it in print. That’s what we’re losing.” (l. 4608)

lunes, 15 de octubre de 2018

Soledad



Leí Eleven Kinds of Loneliness, de Richard Yates, una colección de once cuentos, generalmente basados en Nueva York en los años siguientes a la segunda guerra mundial, época que algunos caracterizan como la Era de la Ansiedad. Y en esta colección se ve eso: prácticamente todos los personajes tienen algún tipo de soledad, algún tipo de ansiedad sobre su lugar en el mundo. Un recurso excelente para mostrar eso es que en muchos de los cuentos uno empieza pensando que el personaje principal, el solitario y triste, es uno, para después darse cuenta de que hay otro que lo es en la misma medida aunque de distinta manera: todos están de cierta forma perdidos.
En el primer cuento, por ejemplo, "Doctor Jack-o'-lantern", un chico de otra clase social - “Claramente, era de la parte de New York que tenías que atravesar en el tren antes de llegar a Grand Central” (l. 42) - llega a un colegio nuevo y parece solo y perdido pero después nos damos cuenta de que la maestra que lucha por integrarlo quizás está más perdida aún. En "The Best of Everything", Grace y Ralph están a días de casarse y parecen emocionalmente a millones de kilómetros el uno del otro. En dos cuentos ("No Pain Whatsoever" y "Out with the Old" vemos la soledad de tuberculosos internados y las de sus familias y en por lo menos dos vemos lo que puede hacer la experiencia militar: "Jody Rolled The Bones" y “The B.A.R. Man”. Sobre todo, qué les pasa a esos hombres cuando dejan de tener esa institución dándoles sentido: como dice uno de los compañeros de “The B.A.R. Man”, “Lo mejor de la Armada es que sos alguien, ¿entendés lo que digo?” (l. 1784)
En la tradición de Hemingway y F. Scott Fitzgerald, son cuentos que tratan de mostrar en vez de contar. Algunos me gustaron más, otros me aburrieron un poco, pero en general es una muy buena colección. Tienen el realismo de Carver y Cheever, aunque quizás un poco menos de sordidez, con algunos momentos poéticos pero sutiles, como los dos que siguen. 
En "No pain whatsoever", Myra va a visitar al marido, Harry, al pabellón de tuberculosos; va con una pareja de amigos y con su novio, Jack. La visita es amable pero distante, y después del hospital y de dejar al marido, Myra irá a tomar algo y quizás a bailar con quienes la llevaron, pero antes, entre la visita y la subida al auto, Myra llora. “De pronto la garganta de Myra se cerró y las luces de la calle nadaron en sus ojos. Después la mitad de su puño estaba en su boca y ella sollozaba miserablemente, haciendo pequeñas nubecitas de vapor que se iban flotando en la oscuridad.” (l. 1052) 
En “A Glutton for Punishment” (que es el cuento que más recomendaría leer de la colección), el personaje principal es Walter Henderson, un hombre acostumbrado y especializado en perder con dignidad. En el cuento veremos su soledad y la de su mujer (“La rotación ordenada de muchos humores cuidados era su vida, o más bien, en lo que se había convertido su vida.” - l. 1283), pero también logra con una imagen precisa mostrarnos el sufrimiento de Crowell, su jefe, cuando tiene que echarlo. Crowell se lo dice sentado en su silla y con sus manos sobre la tapa de vidrio de su escritorio. Después de decirle, “Crowell se echó para atrás y cuando levantó sus manos su humedad dejó en el vidrio dos impresiones grises perfectas, como las manos de un esqueleto.”

Originales de las citas
“Clearly, he was from the part of New York that you had to pass through on the train to Grand Central” (l. 42)
“The best part about the Navy is, you’re somebody, know what I mean?” (l. 1784)
“All at once Myra’s throat closed up and the streetlights swam in her eyes. Then half her fist was in her mouth and she was sobbing wretchedly, making little puffs of mist that floated away in the dark.” (l. 1052)
“The orderly rotation of many careful moods was her life, or rather, was what her life had become.” (l. 1283)
“Crowell leaned back, and when he raised his hands their moisture left two gray, perfect prints on the glass, like the hands of a skeleton.” (l. 1130)

miércoles, 10 de octubre de 2018

Hablar bien


Hace más de un año invité a un grupo de amigos a comer un asado a casa y uno de ellos, periodista americano, apareció con un libro de regalo en vez de la proverbial botella de vino. Era On Speaking Well, de Peggy Noonan, que fue speechwriter para Ronald Reagan, entre otros.
On Speaking Well es algo así como un manual del escritor de discurso, tanto para el que alguna vez tiene que dar un discurso como para el que escribe para otros. Era un gran regalo: después de todo, en ese momento yo me estaba dedicando a eso. A pesar de ello, tardé como dos años en ponerme a leerlo, supongo que porque tenía la sospecha de que muchos de los consejos estarían reñidos con los lineamientos de comunicación de mi trabajo de entonces.
No estaba tan equivocado. Creo que el libro tiene muy buenos consejos y a partir de él se puede construir algo así como un checklist del discurso. Primero hay que definir el objetivo del discurso: a quién le estamos hablando y qué queremos que se lleven, qué queremos que hagan con eso que les decimos. Segundo, tené lo más claro posible quiénes son esas personas que te están escuchando. Después definí con precisión el tema; idealmente, bajalo a un titular de diario. Escribí lo que vas a decir desde una premisa clave: lo más importante es el contenido (“Lo más movilizante de un discurso es siempre su lógica.” - p. 62); necesitás un argumento sólido, dicho de una manera simple y auténtica, tiene que sonar a vos mismo (o a quien lo vaya a pronunciar). Una vez que lo tenés escrito hay que leerlo en voz alta y “si te trabás, cambiá” (p. 35) y practicar porque eso le da fluidez. Y antes de salir a la cancha hay que tener en cuenta que todo discurso puede ser importante (porque para un político puede haber prensa, por ejemplo, y para un amateur un cliente) pero también que ningún discurso es de vida o muerte.
La gran duda es si el argumento es hoy tan importante. Noonan insiste en esto todo el tiempo: “si no hay substancia, el estilo muere” (p. 78), “no hay discurso grande si no hay una política grande de la cual hablar.” (p. 76) ¿Vale eso hoy con la centralidad de la imagen y la insistencia en transmitir emociones más que argumentos? Imagino que algunos dirán que sí y otros que no. Yo creo que depende a quién le estés hablando. Pero en todo caso, hablar, esa vieja tecnología, sigue teniendo alguna importancia: “la más antigua forma de comunicación: la capacidad de pararse en frente de otros y decirles lo que pensás”. (p. x) Y para muchos públicos, el contenido sigue siendo central.

Originales de las citas usadas
“The most moving thing in a speech is always the logic.” p. 62
“Where you falter, alter.” p. 35
“where there is no substance, the style will perish.” p. 78
“No speech is big without big policy to talk about.” p. 76
“the oldest form of communication: the ability to stand and say what you think in front of others.” p. x

jueves, 4 de octubre de 2018

Igualdad




dicen en Twitter
que el feminismo
es un movimiento social que busca
la equidad e igualdad de derechos
es de las mujeres
es para todo el mundo
es la lucha de las mujeres
es por y para las mujeres
es de todes
es un movimiento exclusivo por y para las mujeres
es sororidad, emancipación, lucha por la justicia
es una conspiración de los hombres
para dejar de abrirnos la puerta del coche
es poder elegir mi rumbo como mujer
es una farsa
es un invento
de Rockefeller
es la resistencia contra el Poder Político de la Derecha
es un movimiento totalitario y violento
carente de argumentos
es una lucha espontánea y parcial
contraria al comunismo
es militancia de izquierda
es transversal a todos los espacios
es también una lucha de clases
es burgués
es solo la degeneración por envejecimiento
de las capacidades psicomotrices del marxismo
es una bolsa de bosta
es un movimiento individual
es de las mejores cosas que me pasaron en la vida
es mucho más
que poner emojis verdes
es sexismo politizado
es una manera de abolir el machismo
es machista
es como el machismo pero al revés
es interseccional o no es nada
es lucha
es una lucha de siglos, incansable
es negarle los derechos a decidir a los demás
es cáncer
es metástasis
es una plaga peor que el homosexualismo
es una enfermedad mental
es absolutamente necesario
es meritocracia
es una moda de pervertidos que hay que combatir
es una filosofía de venganza
es un credo de insuficiencia
es una teoría crítica del poder
es anti macri o no es nada
es para tontos
es una caricatura
de sí mismo
es la religión más cara del estado
es el movimiento antifascista
es justicia
es una lucha y no una excusa
es insufrible
es puro odio a la mujer
es solidario y no deja de lado
a minas como vos

lunes, 1 de octubre de 2018

Locos



Tengo una librera que adoro pero que conmigo no acierta en sus recomendaciones. No sé por qué. No es que me recomiende cosas que no están bien, son cosas que por alguna razón no van conmigo y no estoy seguro si puedo decir por qué no funcionan conmigo. Me pasó con Los peligros de fumar en la cama, de Mariana Enríquez, y me pasó ahora con otra Mariana, Travacio, y sus Cenizas de Carnaval.
Son diez cuentos en los que sobresale la temática de la locura. En “Certeza de lo inmóvil”, que tiene algo de Poe, el personaje principal tiene tal nivel de obsesión que no acepta que las cosas se muevan un centímetro de su lugar; la abuela de “Los Osorio” no soporta la felicidad de su familia y emite una carcajada satánica antes de morir; en “Cantero”, un narrador que había perdido a su mujer a la locura se encuentra con otra loca y termina haciendo una locura él mismo; la madre de “Matriz”, el cuento que más me gustó del libro, con una voz realmente distinta, está obsesionada con la suciedad; la narradora de “Parsimonia” dice que pensaremos que es loca porque soportó durante años a un loco; y los padres de “Entre gardenias” parecen haber logrado enloquecer a la pobre hija, Adelaida. El más ordinario de todos los personajes es, quizás, el narrador de “Es de noche y en la otra orilla”; un oficinista que se gana en un sorteo de un supermercado una excursión a Montevideo y que tiene un funcionamiento neurótico hermoso: está permanentemente entre extasiado (por ganar el premio, por lo que viene) y preocupado (porque no es tan bueno el premio, por si algo falla), etc. Es decir, en seis de los diez cuentos hay locura expresa, y en el menos loco de todos está esta locura más doméstica.
¿Es por eso que no me volvió loco, digamos así, el libro? Puede ser. Ni lo temático me agarró del todo ni encontré en la forma algo que me volara la cabeza, pero igual lo leí todo, llegué al final, seguí pensando que el próximo cuento... Como en otros libros que me recomendó mi amiga librera, están bien, está bien, pero hay algo que no me termina de cerrar y no puedo del todo darme cuenta de qué es.