Leí Blood Meridian, un clásico de 1985 de
Cormac McCarthy basado en eventos reales ocurridos en la frontera entre EE.UU. y
México alrededor de 1850. Una banda de mercenarios liderada por John Joel Glanton
fue contratada por un gobernador del norte de México para combatir a los
Apaches, y cuando digo combatir es matar, dado que el pago se hacía por
cabelleras entregadas. La banda empieza a matar por negocio y termina matando
por gusto, con cada vez más violencia y falta de consideración por cualquier
valor humano, tanto que, cuando van a la ciudad a cobrar se la pasan de juerga
por días y “Aparecieron garabatos pintados en carbón sobre paredes pintadas a
la cal. Mejor los indios.” (p.
178-179)
Alrededor de esta
historia y de este relato, McCarthy habla de la muerte, del destino y del
mal. El menos malo de los personajes es el protagonista, cuyo nombre no conocemos;
es el pibe (the kid) y, hacia el
final de la novela, el hombre (the man).
Aunque en la primera página McCarthy nos dice que “en él se incuba ya el gusto
por la violencia sin sentido” (p. 3), es el único que muestra alguna reticencia
moral. El antagonista, el exuberante “juez” Holden, algo así como un filósofo
de la guerra y del mal, se lo dice así: “No sos asesino, dijo el juez. Ni un
partisano. Hay un lugar fallado en el tejido de tu corazón. ¿Te pensás que podía no saberlo? Sólo vos te
amotinabas. Sólo vos reservabas en tu alma algún rincón de clemencia por los infieles.”
(p. 312)
Por momentos el juez
parece más que un hombre. Como dice un viejo en un bar a parte de la banda:
“Ustedes están bien caballeros. (...)
Pero hay otro caballero y creo que
ningún hombre se esconde de él. Yo fui soldado. Es como un sueño. Cuando hasta
los huesos se va del desierto los sueños es te hablan, no te despertás por
siempre.” (p. 108 - sic) Ese se suma a otros indicios de que el juez, más que un
hombre, es la muerte. En la secuencia final, el juez le pregunta al pibe (ahora
el hombre): “¿Qué es la muerte sino una agencia?” (p. 343) “Solo aquel hombre
que se ha ofrecido a sí mismo enteramente a la sangre de la guerra, el que ha
ido al fondo del pozo y ha visto el horror en la ronda y aprendido finalmente
que le habla al centro de su corazón, sólo ese hombre puede bailar” (p.345),
dice el juez, y la última imagen que tenemos es la del juez bailando. “Nunca
duerme. Dice que nunca va a morir. Baila en la luz y en la sombra y es un gran
favorito. Nunca duerme, el juez. Está bailando, bailando. Dice que nunca va a
morir.” (p. 349)
La guerra y el mal
siempre existieron, esperando al hombre. El juez dice: “La guerra siempre
estuvo acá. Antes de que hubiera hombre, la guerra lo esperaba.” (p. 259) Y un
menonita advierte al comienzo: “La ira de Dios yace dormida. Fue escondida un
millón de años antes de que hubiera hombres y sólo los hombres tienen el poder
de despertarla. El infierno no está ni mitad lleno.” (p. 43) Pero más allá de
las advertencias, la banda sigue cruzando el desierto a caballo porque son
parte de algo más grande que ellos. Como de costumbre en McCarthy, el destino
de los hombres parece sellado de antemano. “Cualquier hombre que descubra su
propio destino y elija por lo tanto algún curso opuesto no puede llegar más que
al mismo ajuste de cuentas en el mismo punto previsto, porque el destino de
cada hombre es tan grande como el mundo que habita y contiene dentro suyo todos
sus opuestos también.” (p. 344)
McCarthy cuenta todo
esto con un lenguaje generalmente muy concreto y económico, pero con uso de
palabras antiguas e incluso bíblicas; y con ocasionales raptos poéticos: en el
desierto, de noche, los miembros de la banda “miraban el fuego que sí contiene
en él algo de los hombres mismos en tanto que ellos son menos sin él y separados
de sus orígenes y exilados. Porque todo fuego es todos los fuegos, el primer
fuego y el último jamás en ser.” (p. 255) Un McCarthy clásico, tan logrado como The Road o No Country for Old Men: masculino,
violento, místico, concreto, que está en los detalles y en lo universal, en la
violencia y en la poesía.
Originales de las citas utilizadas
“Charcoal scrawls appeared on the limewashed walls. Mejor los indios.” (p.
178-9)
“He can neither read nor write and in him broods
already a taste for mindless violence.” (p. 3)
“No assassin, called the judge. And no partisan
either. There’s a flawed place in the fabric of your heart. Do you think I
could not know? You alone were mutinous. You alone reserved in your soul some
corner of clemency for the heathen.” (p. 312)
“You are fine caballeros. (…) But there is another
caballero and I think that no man hides from him. I was a soldier. It is like a
dream. When even the bones is gone in the desert the dreams is talk to you, you
dont wake up forever.” (p. 108)
“What is death if not an agency?” (p. 343)
“Only that man who has offered himself entire to the
blood of war, who has been to the floor of the pit and seen horror in the round
and learned at last that it speaks to his inmost heart, only that man can
dance.” (p. 345)
“He never sleeps. He says that he will never die. He
dances in light and in shadow and he is a great favorite. He never sleeps, the
judge. He is dancing, dancing. He says that he will never die.” (p. 349)
“War was always here. Before man was, war waited for
him.” (p. 259)
“The wrath of God lies sleeping. It was hid a million
years before men were and only men have power to wake it. Hell aint half full.”
(p. 43)
“Any man who could discover his own fate and elect
therefore some opposite course could only come at last to that selfsame
reckoning at the same appointed time, for each man’s destiny is as large as the
world he inhabits and contains within it all opposites as well.” (p. 344)
“they watched the fire which does contain within it
something of men themselves inasmuch as they are less without it and divided
from their origins and are exiles. For each fire is all fires, the first fire
and the last ever to be.” (p. 255)
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