Leí La rosa
profunda, con lo que releí parte de El oro de los tigres: diez poemas de El oro...
se repiten en La rosa…, creo que uno solo con alguna modificación. La edición
se contentó con constatar que los repetidos habían sido publicados
anteriormente. Estas cosas en una buena edición de obras completas no deberían
pasar. Acá van apuntes sobre cinco poemas que me gustaron particularmente.
“Soy” incluye una
cantidad de típicos tópicos borgeanos (el espejo, el laberinto, el tiempo, el hermano
que es el otro, el no ser hombre de armas) para construir un poema que habla,
creo yo, de que la vida sigue siendo un misterio: “Soy el que pese a tan
ilustres modos / de errar, no ha descifrado el laberinto / singular y plural,
arduo y distinto, / del tiempo, que es de uno y es de todos.” Genialidad acá:
“no hay otra venganza que el olvido / ni otro perdón.” (p. 100)
“Simón Carbajal”
es otro poema que disfruté mucho. Comienza siendo la descripción de un
personaje en un campo, Simón Carbajal, que era el domador, el encargado de
matar los tigres. Como muchos cuentos de Borges, cuenta cómo le llegó la
historia (en este caso a partir del padre del narrador, que era tropero). Tras
describir el oficio de Carbajal con cierto detalle (“El blanco vientre /
quedaba expuesto. El animal sentía / que el acero le entraba hasta la muerte”),
ese tigre pasa a ser todos y ese particular oficio pasa a tener algo de
universal. “Siempre estaba matando al mismo tigre / inmortal. No te asombre
demasiado / su destino. Es el tuyo y es el mío, / salvo que nuestro tigre tiene
formas / que cambian sin parar”. (p. 105) Cada quien tiene su tigre.
En “Brunburh, 937
A.D.” vuelve el borgeanísimo tema del hombre que mata a otro hombre, pero en
este caso el hombre que mata en batalla le escribe a la mujer del muerto. Me
pareció bello. “En vano lo esperarás, mujer que no he visto”, le dice, “En la
hora del alba, / tu mano desde el sueño lo buscará. / Tu lecho está frío.” (p.
113)
En “All your
yesterdays”, como en “El otro”, Borges visita el tema de los múltiples pasados
posibles, de las infinitas vidas posibles de vivir y de cuanto hace eso a la
identidad. “Quiero saber de quién es mi pasado. / ¿De cuál de los que fui?” Que
es también el misterio por aquello en que nos hemos convertido. “Soy los que ya
no son. Inútilmente / soy en la tarde esa perdida gente.” (p. 119)
En “Mis libros” (p. 123) vuelve a expresar esa idea de que lo describen más los libros que ha leído que
los que ha escrito, que es antes un lector que un escritor. Personalmente, al
leer “Mis libros (que no saben que existo) / son tan parte de mí como este
rostro” sentí angustia por haber dejado mi biblioteca casi entera al alquilar
mi casa. Siento que aunque los míos tampoco saben que existo, los abandoné. Sigue: “pienso que las palabras esenciales / que me expresan están en esas
hojas / que no saben quién soy, no en las que he escrito.” Lo cual, en mi caso,
es obviamente mucho más cierto que en el de Borges. Y concluye: “Mejor así. Las
voces de los muertos / me dirán para siempre” y ahí, la verdad, es que no le
creo a Georgie, creo que es falsa modestia.
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