Leí Their Eyes Were Watching God, de Zora Neale Hurston, una novela sobre las dificultades de ser mujer, y más aún una mujer negra, con todo en contra para afirmarse a una misma. La novela es de 1937 pero estuvo olvidada por décadas (nos dice Henry Louis Gates Jr. en el epílogo): hoy es imposible leerla sin pensar en todo lo que pasó en los últimos años, digamos entre el #MeeToo y Black Lives Matter. Se me ocurrió una traducción al argentino del conurbano, se me ocurrió una edición con tres o cuatro traducciones latinoamericanas distintas, se me ocurrió que eso podría ser tildado de apropiación cultural y hasta me pregunté si puede opinar un hombre blanco cis heterosexual (¿se dice así?) de un libro de una mujer negra.
Como
por suerte nadie me lee, puedo decir lo que quiero. Y empezaré por decir que
sí, me gustó la novela: en una historia sin demasiadas vueltas, Hurston nos
cuenta la lucha de una mujer, Janie, por encontrar su lugar. La historia
comienza con Janie, cerca de los cuarenta, volviendo al barrio, a uno de los
barrios de su vida, donde más tiempo vivió quizás, frente a las miradas de las
comadronas que la juzgan por cómo se viste, por cómo vivió. Una amiga, Pheoby,
se despega de las comadres y acompaña a Janie a su casa; se sientan ahí y, como
un haedo homérico, le cuenta a Pheoby su historia: aquí me pongo a cantar, dice
Janie.
El
canto de Janie es, principalmente, una historia de afirmación femenina. Hija de
Leafy, una chica de 17, y su violador blanco, Janie no conoce a sus padres y es
criada por su abuela (quien a su vez le cuenta a Janie que Leafy también nació
de una violación por un blanco). Tras un primer beso con un chico y el comienzo
de su despertar romántico y sexual, la abuela casa a Janie con un granjero y
Janie aprende rápido: “Ahora sabía que el matrimonio no hace el amor. El primer
sueño de Janie estaba muerto, así que se convirtió en mujer.” (p. 25) Poco
después Janie se escapa con un hombre ambicioso y exitoso, pero que no la deja
expresarse: “Él quería su sumisión y seguiría luchando hasta obtenerla. Así que
gradualmente ella apretó los dientes y aprendió a callar. (...) Tenía
veinticuatro años y siete de casada cuando lo supo.” (p. 71) Pero en un momento
se anima a decir cosas de afirmación femenina, incluso frente a todos, (Dios me
dijo “lo sorprendido que van a estar todo’ s’ustede’ si algún día se avivan que
no saben ni medio de nosotra’ de lo que creen que sa’en.” - p. 75) y un día
termina diciendo algo hiriente al marido en frente de todos: “Vo’ te hacé 'l
culo grande por acá, el cocorito, pero no só’ má’ que palabra’. ¡Ja! Qué yo
‘toy vieja, decí’! Pero cuando vo’ te bajá’ lo’ lompa’ parece el cambio de
vida.” (p. 79) Con el tercero, finalmente, encuentra el amor (“‘to no e’
cuestión ‘e negocio’, ni carrera por propiedade’ s’o título’. ‘te ‘s un juego
de amor. Yo ya viví como quería abuela, ahora vo’a vivir mi propia vida.” (p.
114) La afirmación de Janie pasa primero por la pareja, pero sin duda crece y
el final es la afirmación de que es su propia mujer. Y de vuelta al presente,
contándole a Pheoby su historia en la casa oscura, le dice que le diga a las
chusmas del barrio lo que quiera, que eso no importa; lo que importa es otra
cosa: “Do’ cosa’ cada uno tiene que hacer por sí mismo. Tienen que ir a Dio’, y
tienen que encontrar cómo viví’ po’ sí mismo.” (p. 192)
Hurston,
que murió en la pobreza y habiendo perdido la batalla sobre la representación
de la voz negra (nos dice Gates), era antropóloga. Y el principal mérito de la
novela es su descripción del mundo negro de su época en el estado de la
Florida; las relaciones, la sociabilidad, la economía, la cuestión racial desde
ya, el lenguaje y los mitos y la mirada del mundo y la religiosidad. Nos dice
Gates que Hurston va contra la idea principal de buena parte del siglo XX (que
la esclavitud había privado a los negros de su cultura); Hurston, en cambio,
“nos da una sensación de la gente negra como completa, compleja, seres humanos no disminuidos, una sensación que está
ausente en una parte tan importante de la escritura y la literatura negras” (p.
200, cita de Alice Walker).
Me
parece que eso está muy bien en el libro, porque lo discuten los personajes. No
solo se muestra con los personajes y sus comunidades, sino que distintos
personajes encarnan este debate; o, más bien, porque no es La Montaña Mágica, no encarnan, sino que tocan estos temas o estas
posiciones. Y por eso, porque no
encarnan, porque no es una novela de ideas, logra ser una novela. (Me acuerdo
una cita de Hornby que decía algo así como que una novela literaria es,
básicamente, una novela que no funciona.) La abuela le dice a Janie, de chica:
“Sabés, corazón, que nosotros la gente de color somos como ramas sin raíces y
eso hace que las cosas salgan de formas raras.” (p. 16) (La abuela también
transmitió a la nieta la pirámide del poder: “Corazón, ‘l hombre blanco es el
que gobierna todo (...) Así que ‘l hombre blanco le tira ‘l fardo y le dice al negro
que lo levante. Lo levanta porque tiene que, pero no lo lleva. Se lo da ‘ su’
mujere’. La mujer negra e’ la mula ‘l mundo, así lo veo yo.” - p. 14) Pero la
historia de Janie es una afirmación de que hay agencia posible para una mujer
negra. En el medio, hay otras miradas sobre el tema. Están los que echan la
culpa de todo a los blancos y los otros: “Nosotro’ la gente negra somo’
demasiado envidioso’ uno del otro. Por eso nosotro’ no avanzamo’ má’ de lo que
avanzamo’. ¡Decimo’ que ‘s el hombre blanco que nos mantiene abajo! ¡Nah! Ni
necesidad que tiene. Nosotro’ no mantenemo’ nosotro’ mismo’ abajo.” (p. 39) Y
hasta están los negros que odian la negritud, como Mrs. Carter “que no agarraba
a Janie Woods la mujer. Le rendía homenaje a las características caucásicas de
Janie como tales.” (p. 145),
Their Eyes Were
Watching God describe
esa etnografía, pone en valor esa cultura y se planta en la discusión sobre la
cultura negra en Estados Unidos mientras cuenta la historia y con un valioso
manejo del idioma. El sonido logrado en los diálogos es realmente muy bueno,
aunque es cierto que en algunos momentos me parece que se va de registro con la
narración, escribiendo en lenguaje vernáculo lo que es del narrador. Pero tiene
momentos poéticos bellos, sobre todo cuando describe los encuentros comunales
en la tienda de Starks y los momentos de mayor emoción entre Janie y Tea Cake. En
definitiva, un libro importante en el sentido de que, de alguna manera,
inaugura una tradición (clave, por ejemplo, para poder llegar a Toni Morrison),
que pone en perspectiva muchas de las discusiones de la actualidad y que
también se disfruta como novela por los personajes y el lenguaje.
Citas
usadas
“She
knew now that marriage did not make love. Janie’s first dream was dead, so she
became a woman.” (p. 25)
“He
wanted her submission and he’d keep on fighting until he had it. So gradually,
she pressed her teeth together and learned to hush. (...) She was twenty-four
and seven years married when she knew.” (p. 71)
“Sometimes
God gits familiar wid us womenfolks too and talks His inside business. He told
me how surprised He was ‘bout y’all turning out so smart after makin’ yuh
different; and how surprised y’all goin’ tuh be if you ever find out you don’t
know half as much ‘bout us as you think you do.” (p. 75)
“You
big-bellies round here and put out a lot of brag, but ‘tain’t nothin’ to it but
yo’ big voice. Humph! Talkin’ ‘bout me lookin’ old! When you pull down yo’
britches, you look lak de change uh life.” (p. 79)
“Dis
ain’t no business proposition, and no race after property and titles. Dis is uh
love game. Ah don lived Grandma’s way, now Ah means tuh live mine.” (p. 114)
“Two
things everybody’s got tuh do fuh theyselves. They got tuh go tuh God, and they
got tuh find out about livin’ fuh theyselves.” (p. 192)
“a
sense of black people as complete, complex, undiminished human beings, a sense
that is lacking in so much black writing and literature”. (p. 200)
“You
know, honey, us colored folks is branches without roots and that makes things
come round in queer ways.” (p. 16)
“Honey,
de white man is the ruler of everything (...) So de white man throw down de
load and tell de nigger man tuh pick it up. He pick it up because he have to,
but he don’t tote it. He hand it to his womenfolks. De nigger woman is de mule
eh the world so fur as Ah can see.” (p. 14)
“Us
colored folks is too envious of one ‘nother. Dat’s how come us don’t git no
further than us do. Us talks about de white man keepin’ us down! Shucks! He
don’t have tuh. Us keeps our own selves down.” (p. 39)
“didn’t
cling to Janie Woods the woman. She paid homage to Janie’s Caucasian
characteristics as such.” (p. 145)
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