martes, 5 de noviembre de 2024

Una historia particular

 


Cuando viajé a Escocia leí una historia de Escocia y cuando viajé a Italia leí A Concise History of Italy de Christopher Duggan. Mi investigación previa para saber qué leer sobre Italia fue corta; seguramente habrá mucho más para leer, pero cuando uno quiere saber un poco de un tema generalmente es una buena idea ir a las Oxford Histories o, como en este caso, a las Cambridge Concise Histories. 

La historia de Italia según Duggan es verdaderamente concisa (no así la de Escocia de Devine): en unas 300 páginas te da un pantallazo general. El problema, claro, es que con Italia nada es muy “general”, todo es más bien particular. (Me hice acordar a mí mismo de esta cita de Lorrie Moore: “Marriage, she felt, was a fine arrangement generally, except that one never got it generally. One got it very, very specifically.”) La historia de Italia es, sobre todo, responder a la pregunta de si existe tal cosa como una Italia general o si no son más fuertes las particularidades regionales. Dice Duggan en el prefacio: “Si existe algún hilo temático en este libro es el del problema de la ‘construcción nacional’. Italia comenzó a existir en 1859-60 más por accidente que por diseño.” (l. 144) 

Los países europeos grandes se fueron creando bastante antes que Italia: España, Francia, Inglaterra, se formaron siglos antes y poderosas fuerzas (las coronas absolutistas) fueron forjando una unidad de lo diverso. Italia y Alemania llegaron tarde, consolidándose ambos países en 1870 con la Guerra Franco-Prusa. Pero Alemania (leí este libro que es maravilloso) tenía por lo menos al lenguaje unificado alrededor de Lutero. Ciento cincuenta años después de la unificación italiana, y a pesar de la RAI y la Serie A y la Nazionale, aún hoy siguen sobreviviendo una gran cantidad de dialectos (se estima que hacia 1860 apenas hablaba “italiano” 2,5 por ciento de la población; p. 28). 

La historia es tan particular, con regionalismos, con poderes extranjeros (España, Francia, Austria) que por momentos dominan grandes partes del territorio, que ni siquiera es fácil establecer una periodización clara. Podría ser la siguiente: 

año 27 a.c. a 500 d.c.: algo parecido al imperio romano;

500 a 1860-1870: fragmentación política con gran injerencia de poderes externos, terminando en la unificación "por accidente";

de 1870 a 1925: monarquía constitucional liberalizante (si no liberal);

1925-1945: fascismo (aunque técnicamente la monarquía persistió hasta 1947);

1945-hoy: república italiana, pero primero con unos 30 años de dominio de una Democracia Cristiana que en la manera de contarla de Duggan me hizo acordar al PRI y al peronismo; y desde la década de 1990 algo muy distinto, con un fortalecimiento de nuevo de lo particular.

Si algo persiste durante todo este tiempo es la dificultad de definir ciertos valores y principios. Hay un gran cambio, que es el salto de desarrollo producido tras la Segunda Guerra Mundial, asociado en gran medida al ingreso al Mercado Común Europeo, a la Unión Europea y en definitiva euro. “A mediados de la década de 1950 Italia seguía siendo en muchos aspectos un país subdesarrollado. (...) Hacia mediados de la década de 1960 Italia había dejado de ser un país atrasado” (p. 264). Por lo demás, hay una gran continuidad en la incapacidad de ciertas definiciones clave: “Como ha subrayado repetidamente la historia de los dos siglos precedentes, en muchos sentidos la mayor dificultad que ha confrontado a Italia fue la de establecer claramente los valores y principios sobre los que debería construirse el estado. Desde el Risorgimento, las discusiones sobre la nación italiana se habían movido, muchas veces con alta tensión, alrededor de las demandas en competencia de religión y secularismo, intereses públicos y privados, centralización y autonomías locales, libertad y autoridad, derechos y obligaciones, Norte y Sur - para mencionar apenas unas pocas de las categorías en lucha” (p. 305). En eso, en gran medida, sigue.

 

Originales de las citas

“In so far as a single thematic thread exists in this book, it is that of the problem of ‘nation building’. Italy came into being in 1859–60 as much by accident as by design. Only a small minority of people before 1860 seriously believed that Italy was a nation, and that it should form a unitary state; and even they had to admit that there was little, on the face of it, to justify their belief: neither history nor language, for example, really supported their case.” (l. 144)

“In the mid-1950s Italy was still in many regards an underdeveloped country. Highlight (Yellow) | Page 264 By the mid-1960s Italy was no longer a backward country. Industry had boomed, with investments in manufacturing rising by an average of 14 per cent a year between 1958 and 1963.” (p. 264)

“As the history of the preceding two centuries had repeatedly underlined, in many ways the greatest difficulty confronting Italy was to establish clearly the values and principles upon which the state should be built. Since the Risorgimento, discussions about the Italian nation had moved, often in a fraught fashion, around the competing claims of religion and secularity, public and private interests, centralisation and local autonomy, freedom and authority, rights and duties, North and South – to name but a few of the contending categories.” (p. 305)