Santiago Llach, Los compañeros, Vox, 2015
Me
resulta difícil comentar un libro de poemas y no sé si el hecho de que se trate
del de Santiago Llach, amigo y un poco mentor en esta cosa de ir poniendo
palabras al lado de otras palabras, lo haga más o menos difícil. Me acuerdo de
esta cita de Roth en The Ghostwriter: “Doy vuelta oraciones. Esa es mi vida.
Escribo una oración y la doy vuelta. Después la miro y la doy vuelta otra vez.
Después almuerzo. Después vuelvo y escribo otra oración. Después tomo el té y
doy vuelta la nueva oración. Después leo las dos oraciones otra vez y las doy
vuelta a las dos. Después me tiro en el sofá y pienso. Después me paro y las
tiro y empiezo desde el principio.” Leer poesía es un poco eso: como lector
también das vuelta las palabritas que otro puso ahí hasta ver si tienen
sentido, pensar qué te evocan, en qué te hacen pensar.
El
libro se llama Los compañeros y no tiene
un poema que se llame así ni tiene índice pero sí tiene el mensaje de "se
terminó de imprimir" más lindo que haya visto jamás (ver foto). En el
medio tiene poemas que vuelven una y otra vez a unas pocas temáticas
interrelacionadas: la familia (y la paternidad); el paso del tiempo, un tiempo
a veces lineal y otras circular, pero que nos pone en lugares inexorablemente
distintos frente a situaciones prácticamente iguales; y la literatura y la
poesía. La política está presente como un especie de telón de fondo, algo que
hace gente a veces cercana pero que parecen personas que "ven hadas,
pumas, elfos" (p. 43)
La
familia y la paternidad (hasta los hijos de Santi) aparecen una y otra vez. A
veces con ternura (como en el hermoso poema inicial "Cuándo se romperá el
encanto", con su "...todo lo familiar es un drama, / un entrenamiento
de actores..." - p. 11); otras con más temor o incluso con hijos con una
mirada que enjuicia. El segundo tema es el paso del tiempo, cómo la vida va
pasando: "La vida sigue adelante, quiere decirme. / La construcción es
lenta. / La destrucción dura un segundo." (p. 13) En un poema la misma
gente que canta sus canciones en la cancha sin saberlo le da la espalda a
Palito Ortega: "la gente no lo quiso ver ni gratis" (p. 37) así como
pocos leyeron estos mismos poemas gratis en el blog de Santi y casi nadie leerá
esta entrada en el mío. El tiempo pasa: el éxito de Palito se desvanece; el
nuestro nunca llega.
Al
final está el tema de la literatura; en un poema, enojado quizás, le dice a una chica que lee en el subte d
("Qué esperás de la literatura, nena") que la literatura no cura ni
informa ni entretiene ni te hace mejor: "no esperes nada de la literatura,
nena" (p. 35) Pero son muchas más las instancias en que se la resalta; le cuenta al hijo que "te hace entrar en contacto / con la
variedad de la experiencia humana." (p. 14), seguramente un contacto más
iluminador que el "espíritu de las ciencias sociales." (p. 26) Pero
sobre todo, la literatura es una forma de entrar en contacto con uno mismo; el
tiempo pasa sin éxito pero no por ello sin logros: "Me libré de las garras
del mal / pero no escribí la gran novela de la época." (p. 32) Al final
del día, parece que sí nos curamos (o casi) cuando ponemos una palabrita al
lado de otra (o cuando las leemos), porque no se trata de referencias oscuras:
"estoy hablando de mí / y de vos, / de lo que te pasa / de la mística
blanda de la ciudad". (p. 59)
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