El
9 de diciembre, un día antes de la asunción del nuevo presidente, terminé de
releer El año del desierto, de Pedro Mairal. Lo había leído por primera vez en
el apogeo del kirchnerismo, en algún momento entre 2010 y 2012, de una copia de
la edición española prestada por Santiago Llach. Me gustó tanto el libro que
hice taller literario un año con Pedro (aprendí mucho) y cuando finalmente
salió la reedición lo compré para tenerlo y lo releí. La relectura, que
concluyó como decía un día antes de un cambio que para mí resulta esperanzador,
se hizo mucho más leve, menos perturbadora. Porque el planteo de El año del
desierto, una novela política en sentido amplio, es ciertamente perturbador.
La
historia liberal argentina tradicional reza más o menos así: acá había un
desierto (lo cual es obviamente cuestionado), y gracias a ciertos acuerdos
políticos y a una élite liberal con una visión de largo plazo, se construyó un
país. De a poco se incorporó personas con la inmigración, capital con los
trenes e institucionalidad y por un tiempo pareció (dejémoslo así) que la
balanza se inclinaba más por la civilización que por la barbarie. Pero el
subtítulo del Facundo no es civilización o barbarie sino civilización y
barbarie.
En
El año del desierto se invierte la historia civilizatoria; en vez de una línea
directa de la barbarie a la civilización, arrancamos en el futuro y nos vamos
para atrás. Es la gran novela de la involución argentina, de una nación
fallida, de un sueño que se convierte en pesadilla (Mairal utiliza muy a menudo
en el libro los sueños de sus personajes). En un año, mientras la trama de la
novela avanza, Argentina va 500 años para atrás. Para que el truco funcione,
algunos personajes (principalmente la narradora) recuerdan el futuro y otros
no. Así, la novela arranca con las manifestaciones de 2001 (que son
"contra la intemperie", el desierto que avanza de las periferias al
centro), y retrocede gracias a referencias a cuestiones políticas, de consumo y
de género y de mores públicas, hasta que se da la metáfora más obvia de la
involución: la gente se dirige a los puertos de Bahía Blanca y Buenos Aires
para volver a Europa, y el Hotel de Inmigrantes pasa a ser el Hotel de
Emigrantes.
La
verdadera protagonista de la novela deja de ser la narradora, María, para ser
Argentina. Es a esta última a quien le pasan las cosas, y la narradora narra
como sin darse cuenta la historia del país. En ese sentido, Mairal logra contar
la historia argentina para atrás y desde lo que le ocurre a la gente, además de
hacerlo notablemente con el mapa de Buenos Aires (y del país) en la cabeza.
Sobre una prosa casi siempre precisa y tranquila, Mairal agrega la poética que
le conocemos, y el lenguaje adquiere alas. El pelo de María, por ejemplo, es "un solo río adornado con
hebillas, cintas, flores" (p. 130)
Al
final, María termina con la ciudad en la mente, obsesionada por una cuadrícula
que ya no existe - "Tenía el centro de la ciudad en la cabeza. Me
agobiaban todas sus esquinas y rincones" (p. 203), como Argentina se
obsesionó por años para conquistar aquel desierto. ¿Terminó la involución
argentina? Lo sabremos en años o en décadas, pero mientras tanto, lo que parece
claro es que no puede haber evolución sin acuerdos. Decía Sarmiento que
"la nueva generación" era distinta de los viejos unitarios; que sabía
que había que integrar al mundo federal y al unitario. Lo mismo ocurre hoy; si
tenemos chances de volver a crecer de manera sostenible tiene que ser con
acuerdos. "Me habían espantado del cuerpo la paloma profunda del
lenguaje", dice María, y sin palabra no hay futuro.
Otra
cita
"Esta
ciudad le da la espalda al río, decían como reprochándole algo. Pero había que
ver lo que era eso, un río sin orilla de enfrente, sin esperanza de otro lado,
sin escape, un río oceánico y barroso, sucio, infinito. ¿Cómo no darle la
espalda?" (p. 135)
Excelente reseña.
ResponderEliminarYo creo -sólo es una opinión mía- que además de contar en forma verosímil una historia que involuciona, el mayor logro de Mairal es haberlo hecho utilizando como anclaje la historia de la literatura argentina.
Lo disfruté muchísimo, al libro y a tu reseña.