Tobias Wolff, Old
School, Vintage (2003)
“No se puede vivir en un mundo sin historias” (p. 131) dice Tobias Wolff en Old School, otra historia de cómo un chico se convierte en escritor, una novela que habla todo el tiempo sobre la literatura. Por esas razones debería haberla odiado, pero me pasó todo lo contrario: la amé. La amé porque a pesar de ser una novela que habla de la literatura y de cómo se escribe, lo hace con una historia que es una historia, y no sólo una excusa para hablar de literatura. (Y sí, qué lindo encontrar una gran lectura después de una insatisfactoria.)
La historia se desarrolla en un colegio privado de vieja escuela,
un colegio en el que se valora especialmente la literatura, en parte porque es
un reino de igualdad: "ser un escritor era escaparse de los problemas de
la sangre y la clase. Los escritores formaban una sociedad propia por fuera de
la jerarquía común. Esto les daba el poder que no podía dar el privilegio - el
poder de crear imágenes del sistema del que se apartaban, y así de poder
juzgarlo." (p. 24)
Al narrador eso le venía bien, porque era un alumno becado en
medio de hijos del privilegio, aunque ocultara esa diferencia: "por años
venía escondiendo a mi familia en silencios calculados y pistas y evasiones
vagas, sugiriendo otra familia en su lugar." (p. 93) El motivo principal
del libro es esta duplicidad suya (y de otros personajes), duplicidad que sólo
puede ser cerrada con la literatura (y en este caso, irónicamente, con una
impostura). "¿Cómo empezás a escribir con la verdad? (...) Sacarte de
encima la simulación es derrocar a un maestro duro, el temor de exponerte a vos
mismo." (p. 126) En esta línea, la única literatura verdadera es aquella
de la que, al final del día, el autor puede decir: "Cualquiera que leyera
esa historia sabría quién soy." (p. 127) Así, lo que un personaje admira
de un cuento que es fundamental en la trama es no sólo su arte sino que es un
"inventario hecho sin pestañar del egoísmo y la duplicidad. Era difícil
decir la verdad así." (p. 186)
El tema de la literatura se trata también en un nivel más directo
porque aparecen en la escuela, en un ciclo de visitas de escritores, Robert
Frost, Ayn Rand (la más satirizada) y Ernest Hemingway. (Frost aparece
defendiendo la forma por sobre todo: “Ese tipo de dolor sólo puede ser contado
en forma. Quizás sólo exista en forma. La forma es todo.” - p. 53) Y aunque
para ser escritor haya que decir la verdad y dejar atrás la duplicidad, no hay
un camino único para ser escritor, se puede ser un escritor siendo un
"forajido" o un "banquero". "Para un escritor no hay
tal cosa como una vida ejemplar. Es un hecho que algunos escritores trabajan
bien desde el fondo de una botella. Los forajidos generalmente escriben tan
bien como los banqueros, aunque más brevemente. Algunos escritores prosperan
como yuyos oportunistas escondiéndose entre los ciudadanos, otros bancándosela
en algún u otro tipo de desierto." (p. 156) También hay, en el libro,
quien declara a la literatura algo demasiado "frívolo": "Sólo te
corta de los demás y te hace egoísta y la verdad es que no hace ningún
bien." (p. 163)
Toda la historia de duplicidad es contada desde la mirada
compasiva del narrador, una mirada comprensiva con los demás personajes y con
él mismo. La forma sigue esa compasión, es un especie de susurro constante, un
tono que nunca choca, una construcción de sonido como en capas sucesivas. Como
decía Frost, ningún contenido puede soportar la falta de forma, y Wolff cuenta
esta historia sobre gente dedicada a contar historias con delicadeza,
sensibilidad y compasión.
Originales de las citas usadas
“Stories, though - one could not live in a
world without stories.” (p. 131)
“Maybe it seemed to them, as it did to me,
that to be a writer was to escape the problems of blood and class. Writers
formed a society of their own outside the common hierarchy. This gave them the
power not conferred by privilege - the power to create images of the system
they stood apart from, and thereby to judge it.” (p. 24)
“for years now I had hidden my family in
calculated silences and vague hints and dodges, suggesting another family in
its place.” (p. 93)
“How do you begin to write truly? (...) To
strip yourself of pretense is to overthrow a hard master, the fear of giving
yourself away”. (p. 126)
“Anyone who read this story would know who
I was.” (p. 127)
“He admired its art but was most affected,
and in fact discomfited, by its unblinking inventory of self-seeking and
duplicity. It was hard to tell the truth like that.” (p. 186)
“Such grief can only be told in form.
Maybe it only exists in form. Form is everything.” (p. 53)
“For a writer there is no such thing as an
exemplary life. It’s a fact that certain writers do good work at the bottom of
a bottle. The outlaws generally write as well as the bankers, though more
briefly. Some writers flourish like opportunistic weeds by hiding among the
citizens, others by toughing it out in one sort of desert or another.” (p. 156)
“Too frivolous.
Know what I mean? It just cuts you off and makes you selfish and doesn’t really
do any good.” (p. 163)