Juan Gabriel Vásquez, El
ruido de las
cosas al caer Alfaguara, 2011.
"¿Usted
lleva un diario, Antonio?" (p. 66), le pregunta un médico al protagonista
de El ruido de las cosas al
caer (Juan Gabriel Vásquez), una novela que, como dice mi amigo H., es una memoria escondida en
una novela. (H. generalmente defiende la memoria, a mí me gusta más la ficción:
porque a veces es más fácil decir la verdad escondiéndose e inventando.)
Antonio empieza un diario, pero más que nada comienza a recorrer un camino
guiado por una certeza: "Quiero saber." (p. 125)
Antonio
busca saber por qué le había ocurrido lo que le había ocurrido, y eso lo lleva
a una historia mayor: "nadie que viva lo suficiente puede sorprenderse de
que su biografía haya sido moldeada por eventos lejanos, con poca o ninguna
participación de sus propias decisiones." (p. 213) Esos eventos lejanos
son sobre todo la violenta historia de Colombia en los ochenta (que también
habrán moldeado en parte a mi amigo P., quien me recomendó este libro
precisamente por cómo habla de aquella época.)
La
novela está muy bien construida, bien estructurada en seis capítulos cada uno
con su propia personalidad, y en torno a dos contraposiciones. Entre Antonio y
Laverde, de quien dice al comienzo "Este hombre no ha sido siempre este
hombre. Este hombre era otro hombre antes." (p. 29), lo cual será
válido para él, y de allí la necesidad de saber qué había pasado. Y la
contraposición entre su esposa Aura (quien no vivió aquellos años violentos) y
Maya, la llave para Antonio de mucho del conocimiento que busca. Mientras
tanto, el lenguaje es suave pero no tan meloso como el de aquel otro
colombiano (un personaje dice por allí de Cien
años de soledad que "el
español es muy difícil y todo el mundo se llama igual", p. 161) pero con
algo de esa poesía del realismo mágico, como cuando describe un auto abandonado como
"un animal muerto al que se le ha llenado la piel de gusanos." (p.
236) o cuando dice que "la tristeza llenaba la cabina del Nissan como el
olor de nuestras ropas mojadas" (p. 239). Se construye, finalmente, con el leitmotiv de las caídas: de los personajes, de los aviones, de Colombia.
La
reconstrucción de ese pasado, de esa caída, se hace suavemente, las heridas quedan sanadas y expuestas a la vez, y el futuro abierto en una novela que se lee muy bien y con placer.
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