miércoles, 30 de marzo de 2016

Lo que se sabe de mí


En El común olvido Sylvia Molloy vuelve a los temas de siempre: la memoria, vivir entre distintos lenguajes, la homosexualidad. Y lo hace de una manera que me divirtió más que en enbreve cárcel, que me aburrió aunque no pude dejar de leerlo, y de Desarticulaciones, que es un poco más dramático.
La madre de Daniel se muda a Estados Unidos cuando él es un niño. Muchos años después, Daniel vuelve a Buenos Aires con la misión de esparcir los restos de su madre en el Río de la Plata pero en realidad para unir los fragmentos de su memoria. En la primera página dice "No puedo explicar la desazón que me causa volver a Buenos Aires, esa sensación de estar abriendo puertas que dan siempre a cuartos vacíos, de leer páginas que están siempre en blanco, de asir recuerdos que se me ahuecan en cuanto procuro darles sentido." (p. 13) Sin embargo, a lo largo de la novela Daniel va a descubrir mucho sobre la vida de su madre y la suya propia, dándole sentido a buena parte de su pasado. Lo verdaderamente interesante es que la búsqueda no es tanto externa, no se trata de encontrar pistas, sino interna, de ir preparándose para reconstruir lo que su memoria había olvidado.
La memoria, así, es menos el registro del pasado que la elaboración de la propia historia. "Decía mi madre (...) que la memoria es un don elusivo, a menudo infernal." (p. 14) dice Daniel al comienzo y él mismo se debate a veces entre la búsqueda de una supuesta verdad y el deseo de "borrar lo que prefiero olvidar" (p. 113) Simón, su novio, le aclara a Daniel desde Nueva York esta diferencia: "Esa es la memoria que parecerías querer tener, me dice Simón, una memoria que te permita recuperar todos los datos, con total precisión, una memoria donde no hay huecos, interrupciones. Esa es la memoria que no te enseña nada, mi querido, porque para entender tienes que aceptar los huecos, incluso provocarlos, tienes que aprender a olvidar." (p. 220)
La novela pasa así a ser casi una demostración de una cita de Proust: "La réalité ne se forme que dans la mémoire." (p. 346) Es nuestra memoria lo que arma nuestra identidad, lo que reconstruye lo que somos. Y es quizás en ese punto donde se juntan los otros dos temas. En al menos tres lugares se usa casi la misma expresión para hablar de la cuestión de la nacionalidad, del idioma y de la sexualidad: "esas cosas siempre se saben" (p. 52), "a mí también se me debe notar" (p. 261) y "Esas cosas siempre se saben" (p. 352). Cada uno reconstruye para sí mismo lo que es mientras para todos los demás eso parece evidente, siempre se sabe. 

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