Leí La Argentina y
el mundo. Claves para una integración exitosa, de mi amigo Francisco de
Santibañes. El libro es una excelente reflexión sobre el escenario
internacional que enfrenta la Argentina y la mejor manera de aprovecharlo para
hacer un país grande y que sirva para todos los argentinos.
La principal virtud
del libro es que, sin dejar de pensar el mundo tal como es, ancla el análisis
desde el interés nacional. No desde lo que le conviene a China, a Estados
Unidos, a Europa o a Brasil, sino a lo que nos conviene a nosotros. Más allá de
que la definición del interés nacional pueda y deba estar siempre en discusión,
el principal mérito de de Santibañes es plantarse desde ese lugar: y justamente
ese es el cargo que le hace en términos generales a “la disciplina de las
relaciones internacionales en Argentina”, que no se planteó “como cuestión
central de análisis cuáles son nuestros intereses nacionales.” (p. 168)
El autor define el
interés nacional con tres preceptos: “Es del interés nacional de la Argentina
fomentar el fortalecimiento del sistema internacional, y en particular el
proceso de integración económica” (p. 168), porque Argentina tiene para ganar
con la globalización. “La Argentina debe mantener buenas relaciones con la
mayor cantidad de países con los que esto sea posible” (p. 170), porque mayor
integración son más oportunidades económicas y políticas. Y “es del interés
nacional argentino preservar un elevado grado de autonomía, para lo cual
tendremos que evitar involucrarnos en disputas globales que no reflejan
nuestros intereses y oponernos al surgimiento de una potencia hegemónica
regional.” (p. 170)
En definitiva, dice
de Santibañes, con una buena estrategia internacional llevada adelante con
paciencia y constancia, Argentina puede "jugar un rol relevante en el
concierto de las naciones", lo cual es indispensable "para cumplir
con el sueño de tener una nación grande y para todos." (p. 346-347) ¿Qué
implica esa estrategia? Implica usar las herramientas del poder "duro"
(poderío económico y militar) y "blando" para avanzar el interés
nacional. Implica insertarse económicamente a partir de nuestras fortalezas.
Implica generar instituciones para ser más predecibles para la inversión y para
establecer sociedades comerciales y políticas.
En las últimas
décadas, Argentina no avanzó en esa línea, en parte porque "la clase
dirigente argentina no ha estado dispuesta a sostener una estrategia de
inserción internacional ni las instituciones necesarias para llevarla
adelante". (p. 344-345) Eso explica, en gran medida, las tres anomalías
que de Santibañes describe en los últimos tres capítulos del libro: la
debilidad del empresariado nacional; la debilidad de su sistema de defensa; y
la brecha existente entre la retórica que defiende la necesidad de recuperar las
Malvinas y el hecho de que "carecemos de una estrategia para
recuperarlas". (p. 307)
Más allá de algunos
matices o discrepancias en temas concretos, el libro expresa la visión de una
parte importante de una nueva generación de argentinos que está más en contacto
con el mundo y que quiere una Argentina competitiva y dinámica y que cree que
sólo así es posible tener un país con menos pobreza y más oportunidades. Mi
principal crítica es que, al poner tanto énfasis en la clase dirigente y en los
especialistas en temas internacionales y estratégicos, termina restando el
lugar a lo político. (Si no me equivoco, no se menciona ni una vez la palabra
“peronismo”.) Como muestra no sólo el caso argentino sino el Brexit y el éxito de Donald Trump,
para que esa visión se plasme en la realidad no alcanza con el convencimiento
de una élite, sino que una parte cada vez más grande de la sociedad deberá
creer en las bondades de la integración y en nuestra propia capacidad de
competir en el mundo; o, en palabras de de Santibañes, "recuperar la
confianza en nosotros mismos (...) y asumir el rol que está en nosotros
jugar." (p. 346)
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