Leí, poco antes de
las elecciones primarias del 11 de agosto, la reedición de Los deseos imaginarios del peronismo de Juan José Sebreli. Y vale
la pena la aclaración porque ya en el prólogo el autor afirma que espera que el
libro “contribuya, a su manera, a la batalla cultural siempre oscilante e
inconclusa, entre la democracia republicana y la libertad de los ciudadanos,
contra el populismo irracional autoritario (...) En las elecciones de 2019 no
se trata tan sólo de un cambio de hombres, ni siquiera de partidos; se trata de
un punto nodal, del pasaje crucial de un sistema político, social, económico y
ético regido por el estatismo antidemocrático y aislado del mundo, en dirección
de una república integrada al mundo democrático.” (l. 44-50)
El libro tiene las
ventajas y las desventajas de un planteo simple. El autor pasa por definir
ciertas categorías de regímenes políticos y luego busca encasillar al peronismo
en alguna de esas categorías. “Los regímenes que por apartarse de la democracia
parlamentaria, característica de las sociedades capitalistas “normales”, se han
dado en llamar “Estado de excepción”, pueden clasificarse en tres tipos:
dictadura militar tradicional, bonapartismo y fascismo.” (l. 288-290) “No hay
una contraposición excluyente entre bonapartismo y fascismo. El bonapartismo es
una forma atenuada del fascismo, y el fascismo, una exacerbación del
bonapartismo. Si bien no todo bonapartismo es fascismo, siempre hay en él
gérmenes de fascismo. El peronismo participó en realidad de los tres tipos del
Estado de excepción, surgió como una dictadura militar de corte clásico, derivó
hacia el bonapartismo, aspiró siempre a ser un fascismo y realizó la mayor
cantidad de fascismo que le permitieron la sociedad argentina y la época en que
le tocó actuar.” (l. 346-350)
La otra
simplificación es que, siguiendo una perspectiva marxista, los actores son
actores colectivos, las clases sociales o determinadas corporaciones, y las
personas, incluso las que lideran, son secundarias. “En los años 1943-1945
(...) La dictadura militar bonapartista-fascista estaba en el aire y Perón no
hizo sino ocupar un lugar preexistente y no creado por él. La historia no es,
como pretenden los ideólogos del bonapartismo, el producto de la acción
extraordinaria del Grande Hombre, el hombre del destino, el superhombre, el
genio individual, la personalidad creadora, el salvador supremo. Por el
contrario, muy frecuentemente los conductores de pueblos son personajes
insignificantes. La biografía de Perón lo muestra como un pequeñoburgués
diletante, de vida sedentaria y mediocre hasta los cincuenta años, de ideas
simples y estereotipadas y de gustos vulgares (...) La relación entre el
personaje y la circunstancia histórica es sumamente compleja, porque en la
historia la necesidad está indisolublemente ligada al azar.” (l. 459-471)
Para decirlo en
pocas palabras, el peronismo sería un fascismo en el sentido de ser un
movimiento conservador de masas, un mecanismo por el cual se moviliza a las
masas para preservar a la burguesía de la verdadera revolución proletaria. “El
papel doble jugado por el bonapartismo peronista consistía en presentarse a la
clase trabajadora como portavoz de sus reclamos a la burguesía, haciéndole
sentir a ésta la presión de las masas detrás de ella, pero a la vez ofrecerse a
la burguesía como el único capacitado para frenar a las masas y evitar el
desborde, y, por lo tanto, el verdadero protector de las clases burguesas
contra las masas, como el defensor del capitalismo ante la posible revolución
social”. (l. 720-724) Y para ello el peronismo habría adoptado, hasta donde
pudo, las características del “fascismo clásico (...): apoyo y movilización de
masas, formación de una elite del poder compuesta en gran parte por marginales,
creación de una ideología nueva aparentemente opuesta a la tradicional, intento
de estructurar un Estado totalitario alrededor del partido único y del jefe
carismático.” (l. 1119-1122)
El resultado fue
una transformación radical de la economía y la sociedad argentinas (que se
explica muy bien en La larga agonía de laArgentina peronista de Tulio Halperín Donghi). “Las causas de la crisis
económica estructural a partir del peronismo deben buscarse no, como gusta la
derecha, en el obrerismo —al fin el distribucionismo fue frenado ya en 1949—
sino en la protección a esa pequeña y mediana burguesía industrial. El
predominio de la industria ligera sobre la pesada, de la industria de bienes de
consumo sobre la generadora de bienes de producción, del mercado interno sobre
el comercio exterior, provocó el desequilibrio permanente de la balanza de
pagos, la escasez de divisas, la inflación, lo que trajo a su vez la
incapacidad para importar bienes de capital, maquinarias y equipos. El rezago
tecnológico y los altos costos de la producción impedirían a la industria
argentina elaborar bienes exportables, competir en el mercado internacional,
subordinándola cada vez más a la sobreprotección del Estado —créditos, exención
de impuestos, barreras aduaneras— y, lo que resulta paradójico, haciéndola
dependiente de las exportaciones agropecuarias, que se habían desalentado para
beneficiar a los industriales.” (l. 2751-58)
El cambio excede
lo sociológico: “La historia argentina del último medio siglo, donde los
débiles y vacilantes regímenes democráticos fueron esporádicos y fugaces,
siendo el resto dictaduras reaccionarias surgidas de golpes militares o
regímenes semifascistas plebiscitados, nos permite definir a la Argentina como
una sociedad política autoritaria con fuertes tendencias al totalitarismo que
forma a una sociedad civil sumisa y conformista, acostumbrada a que le den
órdenes y decidan por ella, y a la vez plena de odio y fanatismo, proclive a
estallidos de violencia irracional.” (l. 3860-3865) Por eso el desafío de fondo
es tan complejo, porque se trata de “democratizar una sociedad que desde hace
décadas es esencialmente antidemocrática” (l. 4119-4120) Para el autor,
seguramente, el primer paso electoral de 2019 no es alentador en este “momento
crucial en la historia argentina” en la que se produce “una nueva confrontación
entre la república democrática y el paso a un régimen autoritario con visos
totalitarios.” (l. 4366-4367)
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