lunes, 16 de septiembre de 2019

Lengua



Leí Mona, de Pola Oloixarac, una novela que es una sátira sobre la literatura y una reflexión sobre la lengua. Mona es una escritora peruana “con una novela debut y una obra maestra inconclusa atrapada en su computadora.” (p. 13) Mona trabaja en una universidad americana de élite y un día se despierta golpeada, magullada e intoxicada en la estación del Caltrain de Palo Alto. Después de bañarse, recuerda que debe viajar a Suecia a un festival literario, donde se dirimirá el ganador de un premio literario al que ha sido nominada. La trama se sustenta un poco en esa pregunta, la de quién ganará, y otro poco en develar qué le pasó a Mona antes de viajar a Suecia, mientras se va narrando la estadía de Mona, casi siempre con algún tipo de intoxicación, en ese festival literario.
La descripción satírica del mundo académico norteamericano (como “latina sobreeducada (...) Tenía el glamour de ser un animalito en extinción” - p. 14) y del mundo literario, entre las grandes teorías y las pequeñas miserias, divierte. Ser escritor es, por momentos, crear mundos, y por otros “es como ser un profesor o un abogado. Venir a un congreso de escritores es como ir a un congreso de dentistas.” (p. 51) Una profesión como cualquier otra. Detrás de esa sátira hay una reflexión sobre el lenguaje y sobre la identidad asentada en la lengua. “Eran las armas de la world lit, el modo en que cada uno se apropiaba de su localismo y desde esa atalaya jugaba a su porción del universal literario.” (p. 118)
 “Un lenguaje es siempre inventar el mundo desde cero, aun si solo se trata de un padre y su hijo.” (p. 45) Y cada escritor es un personaje creado por ese escritor. Los personajes se hacen con la lengua, y se hacen individualmente; cada uno de estos escritores se hace a sí mismo como quiere, con el lenguaje que quiere. Tenemos a Lena, nacida en Burdeos, quien “ya había formado su carácter y su acento castellano” (p. 75); está Abdullah, el iraní que aprendió a escribir en danés; Gemma, “la joven escritora alemana” con “una infancia de judía rusa en Azerbaiyán”. (p. 90) Y hasta, fuera de la novela, en la tapa del libro, está Pola, la argentina que escribe en peruano. La lengua juega también un papel metafórico (“apenas entraban los lengüetazos de la noche blanca interminable”. - p. 139) y sexual, en una novela donde la sexualidad está siempre presente: hay una descripción de casi tres páginas de un cunnilingus en el que juegan lengua, sexo y lenguaje, incluso poesía.
Finalmente, hay algo más íntimo y a la vez genérico y político en relación con la sexualidad, que viene mezclada con la violencia y el miedo: “se excitaba en presencia del temor” (p. 83). Mona está siempre consciente de su sexualidad aún cuando busca, no siempre con claridad - “Estaba claramente colocada, el cerebro anestesiado relamiéndose como un gato en su salón mental.” (p. 122) - la respuesta a la pregunta antes de que lo sobrenatural termine con la literatura.

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