sábado, 12 de agosto de 2023

Schmidt en la recta final

 


Leí Schmidt Steps Back, de Louis Begley, cerrando así la trilogía. Como de costumbre, el tercer libro fue peor que el segundo, que fue, a su vez, peor que el primero. Pero igual me gustó y quise saber cómo terminaba el pobre Schmidtie, ese viejo cabrón, ese WASP clínico y cuadrado que busca recuperar la relación con su única hija y ver qué se hace con todos los años que uno debe vivir si no toma la decisión drástica de vivir menos años: “Al final del día era así: elegía no matarse porque, viviendo en una buena casa, estando bien alimentado y bien vestido, no era averso a estar vivo.”  (p. 335) Y a pesar de todo, de sus problemas para relacionarse y de sus desgracias –un poco demasiado lo de sus desgracias, llevando el libro casi a status de melodrama– Schmidtie logra el objetivo freudiano: capacidad de amar y trabajar.

Del principio a fin, claro, Schmidtie no deja de pensar, todo el tiempo, la cabecita pensando en muchas cosas, en cómo se arma, en cómo sigue, y en la guita, claro, en qué hacer con la guita, a dónde va a terminar su guita. La guita y cómo hacer para tener sexo, claro. Como le dice su amigo Gil Blackman, su amigo judío que le tolera y le marca su anti-semitismo del closet: “Mi viejo y querido amigo, vos y yo hemos sido hechos para querer coger” (p. 165). Pero el sexo no es la clave del matrimonio sino la propiedad: “El dinero y los bienes raíces: eso es lo que mantiene intactos a los matrimonios, no los hijos.” (p. 166)

La hija es el gran tema del pobre Schmidtie, una hija por momentos irreconocible: “La gran inteligencia, su misteriosa desaparición ya ha sido notada. ¡Y los buenos modales, tan cuidadosamente inculcados por Mary, por la tía Martha, e incluso, aunque sea difícil de creer, por él mismo! ¿Dónde fueron? No sería fácil decir que alguna inteligencia callejera haya tomado su lugar, porque una chica que realmente tuviera inteligencia de la calle tendría mejores movidas que esta desertora de las clases altas.” (p. 191).

A pesar de esta mirada desapasionada, Schmidtie sigue intentándolo. Su consuegro le dice: “Todo lo que te puedo decir es que, como regla general, es más probable que algo salga realmente mal entre un padre y un hijo a que no. Es una relación tan difícil.” (p. 249). Así que Schmidtie intenta, a pesar de insultos y humillaciones y dolores: “¿Y qué le quedaba por hacer? Debía amarla y, sin importar la frecuencia o la dureza de sus reacciones, estar listo para ayudar.” (p. 281). Hasta el final. Y lo hace, mientras trata de armarse una vida, alguna vida, relaciones razonables de amor y trabajo para sus últimos años. Y parece lograrlo Schmidtie, a pesar de su cabeza y de su educación porque, finalmente, después de los 70, “Se le ocurrió que finalmente había crecido.” (p. 291).

 

Originales de las citas usadas

“It came down to this: he chose not to kill himself because, being well housed, well fed, and well clothed, he was not averse to being alive. Yes, alive in the arid plane of granite on which Charlotte alone had flowered. In other words, he was a swine.” (p. 335).

“My dear old pal, you and I have been made to want to screw.” (p. 165)

“Money and real estate: that’s what keeps marriages intact, not children.” (p. 166)

“The high intelligence, its mysterious disappearance has already been noted. And the good manners, so carefully instilled by Mary, by Aunt Martha, and even, believe it or not, by him! Where had they gone? It would be hard to say that some sort of street smarts had taken their place, because a truly street-smart girl would know better moves than this dropout from the upper classes.” (p. 191)

“All I can say is that, as a general rule, it is more likely than not that something will go seriously wrong between a parent and a child. It’s such a fraught relationship.” (p. 249)

“What was left for him to do? He must love her and, no matter how frequent and how harsh her rejections, stand ready to help.” (p. 281)

“It occurred to him that he had at last grown up.” (p. 291)

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