miércoles, 19 de julio de 2023

Una vida

 


Leí About Schmidt, de Louis Begley y fui gratamente sorprendido por una voz que no conocía.

Albert Schmidt, Schmidtie para sus amigos y por momentos hasta para él mismo, fue un abogado exitoso al que encontramos poco tiempo después de su jubilación anticipada por la enfermedad y muerte de su esposa Mary. Recientemente enviudado y retirado, Schmidtie recibe la noticia, poco agradable para él, de que su hija Charlotte, único fruto y proyecto de vida de aquella pareja (“Éramos una linda pareja del New York de nuestros tiempos” - p. 108), se va a casar con Jon Riker, joven abogado formado en parte por él pero, sobre todo, judío e hijo de psicoanalistas. Para Schmidtie, blanco, anglo-sajón y protestante, que se case con él es casi tan inaceptable como ser llamado anti-semita. Schmidtie es un cabrón importante, con un anti-semitismo de baja intensidad pero, más importante, con cierto desagrado por toda la gente que le rodea, e incluso por su propia hija, que se revela a lo largo de la novela como una persona no demasiado agradable. Schmidtie está permanentemente contando dinero, el que tiene, el que le va a dejar a su hija, el que tiene los demás, pero su hija también (y el futuro yerno y consuegros también). Nadie se salva en About Schmidt, no hay ningún personaje que no sea algo desagradable, pequeño, egoísta.

Y sin embargo un poco lo queremos al pobre Schmidtie, que está sufriendo, que llora cuando su hija le cuenta que se va a casar: “Dejó al lado el diario, miró a su hija, tan alta y, le pareció a él, tan dolorosamente deseable en su ropa de entrenamiento mojada de sudor, dijo estoy muy feliz por ustedes, ¿cuándo va a ser? y empezó a llorar” (p. 2). No es la única situación en la que llora, y lo vemos con mucha dificultad para conectarse con lo que le pasa. Es un WASP hecho y derecho, a quien no se le mueve un pelo hasta que sí. Claramente, Schmidtie no la está pasando bien (“Estaba cansado, apenas podía moverse; le dolían los huesos. ¿Cuántos años más de esto? Tenía sesenta años y buena salud: ¿diez? ¿Quince? ¿Veintitrés, como su padre?” (p. 56) y hasta se pregunta por qué no suicidó justo después de la muerte de Mary, como había pensado.

Ese sufrimiento nos hace empatizar un poco con el hijo de puta este, frío, distante, misántropo. Y nos hace querer que mientras se desarrolle la novela, logre desembarazarse un poco de Renata, la consuegra (“bruja metida”, “meddiling witch”, p. 216), sacarse de encima a la hija desagradecida y procesar mejor la muerte de Mary para encarar los años que vienen con mayor optimismo. (“Le parecía extraño que tantos de sus contemporáneos hubieran decidido dejar el tabaco, el alcohol y el café ­–y, por supuesto, también el queso, los huevos y las carnes rojas–. ¿Tenían acaso información sobre las ventajas, e incluso los placeres, de la longevidad que él ignoraba?” (p. 178).

About Schmidt me recordó mucho a la tetralogía de Frank Bascombe de Richard Ford (leímos los cuatro: The SportswriterIndependence DayThe Lay of the Land Let Me Be Frank With You) y no sólo porque sea una serie, en este caso de tres libros, sino más bien porque estamos frente a un personaje masculino que se piensa a sí mismo y reflexiona sobre su paso por este mundo. Un personaje masculino que se piensa sin ser un escritor, un personaje que parece bastante real o plausible, que se casó y formó una familia, y trabajo y ganó guita, y que se enfrenta con su mortalidad y con el misterio de vivir. A Bascombe lo queremos más, sin dudas, pero con Schmidtie sufrimos un poco y queremos verlo mejor. Por lo pronto, quiero leer el próximo, a ver qué más me dice Schmidtie, con una voz muy propia. 

 

Originales de las citas usadas

“We were a nice New York couple of our time.” (p. 108).

“He put aside the paper, looked at his daughter, so tall and, it seemed to him, painfully desirable in her sweatsoaked running clothes, said I am very happy for you, when will it be? and began to cry.” (p. 2).

“He felt tired, hardly able to move; his bones ached. How many more years of this? He was sixty and in good health: Ten? Fifteen? Twenty-three, like his father?” (p. 56).

“It struck him as strange that so many of his contemporaries had decided to give up smoking, alcohol, and coffee —and, of course, cheese, eggs, and red meat as well. Had they information about the advantages, perhaps even pleasures, of longevity, of which he had remained ignorant?” (p. 178).

 

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