viernes, 8 de septiembre de 2023

Muerte, locura, belleza



¿Se puede vivir siendo consciente de la muerte sin enloquecer? ¿No es más loco estar cuerdo que loco cuando sabemos que vamos a morir, que todos vamos a morir, que van a morir todas las personas que amamos? Me costó mucho I Am Homeless If This Is Not My Home, la última novela de Lorrie Moore. Me costó mucho porque la parte central es el viaje de un muchacho más cerca de la locura que de la salud con su novia muerta. Y no me llevo muy bien con la fantasía, y el muchacho, Finn, hace un viaje de cientos de kilómetros con su ex novia muerta, Lilly. Difícil. Me costó mucho, también, porque trata de la muerte cuando la muerte de papá está tan fresca. Porque el libro es sobre un chico que no logra procesar la muerte de su hermano.

Es rara la novela. Porque en verdad no sabés muy bien qué pasa y qué no pasa. ¿Hace ese viaje Finn o está todo en su cabeza? Empiezo por la estructura. Tenés la historia, con una primera gran secuencia que es básicamente la última visita de Finn a su hermano Max, que está en un hospicio en New York esperando que el cáncer termine con él. Después Finn recibe un mensaje diciendo que tiene que volver a su casa porque pasa algo con Lilly, y va y se entera que está muerta, y va al cementerio y aparece Lilly y se sube al auto y hacen un viaje de cientos o miles de kilómetros, de días, el loco y la muerta, el vivo y la suicida. Y después tenés el final, cuando Finn vuelve a New York a enterrar al hermano. Todo eso, a su vez, está intercalado por una serie de cartas que una hermana le escribe a su hermana muerta, en algún momento poco después de la guerra civil, y desde una posada que sería la misma en la que un día duermen Finn y Lilly.

Los temas son dos: la muerte y la locura (o la vida y la cordura, que quizás es lo mismo). Que Finn no tiene los patitos demasiado alineados lo sabemos desde la primera escena: “Tomaba largos tragos de café y comprobaba su salud mental cada mañana de la misma forma que hacía cuando no estaba de viaje: agarraba su laptop y respondía a los editoriales del Times y esperaba a ver si su respuesta realmente se publicaba” (p. 15). Con tantos indicios de que Finn está más loco que cuerdo, es razonable pensar que todo eso del medio, ese gran viaje con Lilly, no ocurrió más que en su mente. Finn es un maestro de escuela; enseña historia pero cuando lo encontramos está suspendido porque –si le creemos– le enseñaba matemáticas a los chicos, porque ve que no saben nada. También puede ser que lo hayan echado, o que la razón (de la suspensión o la exoneración) haya sido que presenta a los chicos teorías conspiratorias. Lilly, si existió, trabajaba de payaso. “Trabajaba tanto con niños como adultos y hasta usaba zapatos de payaso, con cuyos cordones una vez había intentado ahorcarse a sí misma” (p. 32). Muy graciosa la payasa.

¿Viajó Finn con Lilly muerta? ¿Se murió Lilly? ¿Existió Lilly? Tenemos indicios de que no. Sigrid –la mujer del jefe y amiga de Lilly que, según Finn, se lo quería levantar, y nos preguntamos si no habrá sido al revés y que por eso lo echaron– le dice a Finn: “Lilly no es un invento tuyo (...) No es un personaje en una obra que vos mismo pensaste” (p. 76) Pero quizás sí, claro. (Paralelamente, en la primera carta del período post-bélico, la hermana viva le escribe a la muerta: “Cuando vuelvo a los lugares del pasado, nada está más ahí, como si lo hubiera inventado todo yo” (p. 11).

Tengo para mí que pobre Finn, que ya no podía con su vida, no pudo con la muerte de su hermano. Que cuando vio que le llegaba la hora, su cabecita se fue volando, con Lilly, la muerta, la que nunca existió quizás, y que sólo pudo volver cuando Max ya no estaba más ahí. De hecho, Finn no se desarma cuando se entera de la muerte de Lilly, ni cuando la ve muertita ahí en el cementerio, sino cuando, mucho más tarde, con Lilly en otro lugar, tiene la sensación de que se está muriendo su hermano. “Y acá empezó a atragantarse, porque pudo sentir ahora que su hermano se estaba muriendo ahí mismo en ese mismo momento, justo cuando decía estas palabras” (p. 169). Finn, como el de Slaughterhouse, 5, se inventa algo porque la realidad es demasiado insoportable, y así sobrevive a la muerte de su hermano. Unas pocas páginas después Finn sí vuelve, del mundo de los muertos, a enterrar a su hermano. Y baila con la viuda y ahí piensa: “Todas las personas que alguna vez lo amaron ya se habían ido. Y al sentir su ausencia sintió su propio yo deshuesado, bruñido, acariciado, y luego siendo empujado por un acantilado” (p. 187).

El libro se me hizo difícil por los temas y por la forma y porque cada oración y cada párrafo es especial. Porque Lorrie no para de tirar metáforas tremendas, llenas de humor negro, y con un lenguaje complejo, difícil, demandante, pero sobre todo hermoso. Hermoso. Muerte, locura, belleza. Qué se yo, la primera que marqué es esta: “His mustache is black and thick as broom bristle and the words come flying out from beneath it like the lines of a play in a theater on fire.” / “Su bigote era negro y duro como cerda de escoba y las palabras salían volando por debajo de él como las palabras de una obra en un teatro incendiándose”. (p. 4) O el hermano en el hospicio: “He had the smooth hue of an apricot. He was a manila envelope getting ready to be mailed.” / “Tenía el tinte suave de un damasco. Era un sobre de papel madera listo para ser enviado.” (p. 22) O, Finn y Lilly muerta: “Ahora le había llegado la locura y los había atrapado a ambos en este extraño sueño de crepúsculo tardío, que era como soñar despierto pero con más solidez, menos luz, y más duda.” (p. 89) Pero olvídense de mi traducción y escuchen esa oración en inglés.

Hay que ser lector para leer esta novela. Hay que ponerle ganas y tiempo y esfuerzo. Como a la vida. ¿Pero para qué, si nos vamos a morir? Vamos a volver a la casa del padre. ¿Tenemos casa o somos homeless? Hay una mención directa a la casa. Lilly la muerta le dice a Finn: “¿Y sin embargo? (...) ¿Acá con vos? Esta es mi casa” (p. 135). El vínculo, el amor, puede ser una casa; pero si Lilly no quiso estar más con él o se murió o nunca existió; si no está más Max, quizás Finn ya no tiene nada.

Al final lo vemos a Finn, ya de vuelta en Ohio o donde sea, poniendo claves en sitios web, completando CAPTCHAs para demostrar que no es un robot. “Confirma tu humanidad, era lo que se pedía” (p. 193). Los humanos somos los únicos animales conscientes de nuestra propia mortalidad. Y de quienes nos rodean. Y es una locura que eso no nos enloquezca a todos.

 

Originales de las citas

“He took large swallows of coffee and tested his sanity every morning the same way he did when not on the road: he took his laptop and replied to the online Times editorials, and waited to see if his reply was actually posted.” (p. 15)

“She worked with both children and adults and even wore floppy shoes, the laces of which she had once used to strangle herself.” (p. 32)

 “‘Lilly is not your own invention’, she said. ‘She is not a character in a play you yourself have thought up’.” (p. 76)

“When I go back to the places of the past, nothing is there anymore, as if I have made the whole thing up.” (p. 11)

“And here he started to choke, for he could feel now that his brother was dying right then at that very moment, just as he uttered these words”. (p. 169)

“All the people who had ever loved him were gone. And in feeling their absence he felt his own self pitted, burnished, caressed, then given a shove off the cliff.” (p. 187)

“Confirm your humanity, was the request.” (p. 193)




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