lunes, 9 de diciembre de 2024

Che paese l’America

 


Leí The Round House, de Louise Erdrich, una novela sobre la justicia basada en una reserva indígena en Dakota del Norte. Uno se puede preguntar si es posible escribir cualquier cosa sobre los pueblos nativos americanos sin referirse a la justicia. En este caso, el personaje principal es un chico de 13 años, Joe, cuya vida se ve transformada cuando su madre es violada. En el transcurso de la novela, Joe crece y nosotros nos enteramos de que, muchos años después, será, como era su padre al comienzo de la novela, juez del juzgado tribal, por lo que The Round House es también un Bildungsroman, relatando cómo Joe se convirtió en hombre.

Ese proceso es un poco complejo. Está la violación, que en verdad es parte de otra serie de crímenes, hay un asesinato, está la muerte de un amigo de Joe. Pero también está Joe viendo a su padre y entendiéndolo (“Y en ese momento fue que comencé a entender quién era mi padre, qué hacía cada día y de qué se trataba su vida” - p. 44). Y termina con “ese momento en que mi madre y mi padre entraron por la puerta disfrazados de viejos (...) Al mismo tiempo, entendí, cuando me paraba de la silla, que yo había envejecido con ellos” (p. 317).

La novela no me volvió loco, un poco enrevesada la trama (mucha trama, toda la literatura americana es trama trama trama, me decía el otro día Noelia Torres), pero sirvió para acercarme un poco a una realidad que me es bastante ajena, la de los nativos americanos en EE. UU., cuyas más que razonables reivindicaciones quedan a menudo opacadas por las de los negros: “y apareció el hombre blanco y los empujó abajo hacia la tierra, lo que sonaba como una profecía del Antiguo Testamento pero que sólo era una observación de la verdad” (p. 100). Eso y la ocasional secuencia feliz como “Yo tenía tres amigos. Todavía estoy en contacto con dos de ellos. El tercero es una cruz blanca en la Montana Hi-Line” (p. 17).

 

Originales de las citas

“And it was then that I began to understand who my father was, what he did every day, and what had been his life” (p. 44).

“And there was that moment when my mother and father walked in the door disguised as old people. Highlight (...) At the same time, I found, as I rose from the chair, I’d gotten old along with them” (p. 317).

“and the white man appeared and drove them down into the earth, which sounded like an Old Testament prophecy but was just an observation of the truth” (p. 100).

“I had three friends. I still keep up with two of them. The other is a white cross on the Montana Hi-Line” (p. 17).

 

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