Terminé tan absorbido por The Handmaid’s
Tale que fui directo a leer su secuela, The Testaments, que es un
libro muy diferente y mucho menor.
En gran medida The Testaments es como un
apéndice al libro original: además de continuar la historia, de contarnos un
poco qué pasó con Offred después del final de The Handmaid’s Tale, nos
explica más el mundo de Gilead, cómo era, cómo fue que se estableció esa
teocracia sobre una parte de lo que era Estados Unidos y cómo fue que se fue
forjando su élite. En ese sentido, por momentos suena menos como una novela que
como un ensayo sobre los orígenes y el funcionamiento de Gilead, aunque hecho
novela. (Aldous Huxley publicó un libro de ensayos sobre Brave New World
26 años después: Brave New World Revisited).
Por otro lado, The Testament es una
novela. La novela está construida con los testimonios de tres mujeres: dos
testimonios como testigos de dos mujeres jóvenes que sufrieron a Gilead, y el
testimonio escrito de una de las principales autoridades femeninas del régimen.
Y está muy bien construida y se lee muy bien y es notable cómo ecualiza los distintos
tiempos de los tres relatos. La disfruté y la leí en muy pocos días porque no
la quería dejar. Pero no es verdaderamente una novela distópica porque hay salida,
porque las tres mujeres, de alguna forma, logran mantener su humanidad, su voluntad,
y arriesgan todo para enfrentar el régimen. En ese sentido, un poco me
desilusionó; mi sensación es que agregando explicaciones y argumento hacia
adelante se desmerece un poco lo construido en la novela original, que este
libro reduce en vez de aumentar.
Algunas citas y comentarios
“Cada una tenía un lugar en Gilead, cada una prestaba
servicio en su manera y todas eran iguales en los ojos de Dios, pero algunas
tenían dones que eran diferentes de los dones de otras” (p. 164) “Everyone had
a place in Gilead, everyone served in her own way, and all were equal in the
sight of God, but some had gifts that were different from the gifts of others”.
Es casi una cita directa a Animal Farm”: todos los animales son iguales,
pero algunos son más iguales que otros.
“Gilead tiene un problema desde hace mucho
tiempo, querido lector: para ser el reino de Dios en la tierra, tiene una tasa
de emigración vergonzosamente elevada.” (p. 112) “Gilead has a long-standing
problem, my reader: for God’s kingdom on earth, it’s had an embarrassingly high
emigration rate”. Es el argumento más obvio que se hacía a los países detrás
de la cortina de hierro y que aún se hace a Cuba.
“Creemos que usted, con su entrenamiento privilegiado,
está bien calificada para ayudarnos en mejorar la preocupante carga sobre las
mujeres que ha sido causada por la sociedad decadente y corrupta que estamos aboliendo
ahora” (p. 174). “We believe that you, with your privileged training, are well
qualified to aid us in ameliorating the distressing lot of women that has been
caused by the decadent and corrupt society we are now abolishing.” La gran
ironía de los regímenes totalitarios es cuánto tienden a justificar su
existencia los grupos humanos a quienes terminan por oprimir.
“Reino del terror, solían decir, pero el
terror no reina, precisamente. En cambio: paraliza. Por eso el silencio no
natural” (p. 277). “Reign of terror, they used to say, but terror does not
exactly reign. Instead it paralyzes. Hence the unnatural quiet.” Parece
sacado de Arendt.
“Obediencia, sumisión, docilidad: estas eran
las virtudes requeridas” (p. 291). “Obedience, subservience, docility: these
were the virtues required.”
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