lunes, 22 de diciembre de 2025

Libreros clandestinos


Leí The CIA Book Club: The Secret Mission to Win the Cold War with Forbidden Literature, de Charlie English y me pareció super interesante. 

Durante la Guerra Fría la CIA tuvo (o apoyó) una serie de programas para erosionar el apoyo de los regímenes del otro lado de la cortina de hierro. Algunos de los programas son bastante conocidos, como Radio Free Europe. Pero el problema de las radios era que los gobiernos comunistas podían interferir las señales. Entonces probaron por otros medios; por ejemplo, mandando posters y volantes por globo. Pero eso no parecía tener mucha receptividad. En un momento probaron mandando libros por correo: fue un éxito y entonces profundizaron sobre esa línea, pasando a contrabandear libros y materiales para imprimir. Hacia 1962 había unas 500 organizaciones que mandaban libros a partir de la CIA: algunos libros eran abiertamente políticos, como 1984, Un mundo feliz y El rebelde de Camus, pero otros no tenían contenido político, y hasta enviaban revistas como Marie Claire y Cosmopolitan.

Lamentablemente, los registros de la CIA sobre este programa siguen clasificados, pero a través de algunos archivos públicos y de muchas entrevistas, English logra presentar una parte importante de la historia de la disidencia polaca. En concreto, cuenta cómo un grupo de editores logró contrabandear libros a Polonia y material de impresión para imprimir clandestinamente del otro lado de la cortina de hierro, con el importantísimo apoyo de la CIA. (Luego difundirían también material audiovisual, por VHS y casetes). Y cuenta cómo ese mundo de edición, periodismo y contrabando se relacionó no sólo con la CIA, sino con Solidaridad y la disidencia polaca en general, ayudando a acelerar el derrocamiento del comunismo. Más aún, English sostiene que el programa de libros fue uno de los más exitosos de la CIA (además de relativamente muy barato). Invitado al Congreso de EE. UU. poco después de la caída del comunismo, Lech Walesa hizo referencia a esto: “agradeció al pueblo americano por su apoyo” y a aquellos que “a través de las ondas de radio o de la palabra escrita” habían ayudado a “diseminar la verdad” (p. 271).

Además, English presenta el argumento de que la existencia de una sociedad civil en las sombras durante la década de 1980 fue un importante factor para permitir que Polonia tuviera una transición relativamente exitosa a la democracia y el capitalismo. “Reconstruir el estado desde las ruinas del comunismo tomaría años, pero las décadas de actividad literaria clandestina les dio a los líderes polacos una ventaja. Todo el esfuerzo puesto en el desarrollo de una sociedad civil paralela, con sus propios intereses editoriales, bibliotecas y universidades significó que, a diferencia de otros países que emergían del dominio soviético, había una clase administrativa lista que ya había pensado los principales desafíos políticos que enfrentaba el país” (p. 265).

En el libro aparecen las historias de George Minden, el jefe del programa de libros de la CIA; Mirek Chojecki, el “Ministro de Contrabando” de Solidaridad; Jerzy Giedroyc, editor basado en París; y las periodistas Joanna Szcesna y Helena Luczywo, entre otros. A veces se hace medio confuso, y es verdad que no puede ser una historia más completa de este programa de la CIA por la falta de documentación. Pero igual es un libro super interesante, y un libro particularmente agradable para los que queremos a los libros y confiamos en que el poder de la palabra puede ser significativo.

 

Originales de las citas traducidas

“Rebuilding the state from the ruins of communism would take years, but decades of underground literary activity gave the new Polish leaders a head start. All that effort spent working to develop a parallel civil society, with its own publishing concerns, libraries, and universities meant that, unlike in other states emerging from Soviet rule, there was a ready-made administrative class who had already thought through the major policy issues facing the country.” (p. 265).

“In the midst of the tumult, American legislators invited Wałęsa to Washington, where he became only the fourth foreign citizen who was not a head of state to address a joint meeting of Congress. (…) the Solidarity leader thanked the American people for their support during the years of persecution. “[Americans] sent us aid,” he said, “and thanks to them the people of Solidarity were never alone.” He also thanked the “many, many Americans,” including members of Congress, the AFL-CIO, and the institutions and foundations “who lent us support in our most difficult moments,” and those who “through the airwaves or printed word” had “spread the truth,” and singled out the émigrés, whose support “was always priceless for us.” (p. 271).

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