lunes, 17 de junio de 2013

Corregir sin parar


Hace mucho que una novela larga no me gustaba tanto. O quizás, hace mucho que yo no lograba que una novela me gustara tanto. Sea como sea, eso me pasó con The Corrections, de Jonathan Franzen, que logra contar la decadencia de una familia con humor y sensibilidad.
Los Lambert eran una típica familia del Midwest: el padre llevaba el pan a la casa y la madre se ocupaba de los hijos. La conocemos, sin embargo, con el padre ya jubilado, deprimido y con Parkinson y con los hijos en distintas crisis (la de Gary es matrimonial, la de Chip profesional y la de Denise sexual). Mientras tanto, la madre, Enid, intenta que el buque no se vaya a pique mientras reconoce con tristeza que “sus hijos no pegaban. No querían las cosas que ella y todas sus amigas y todos los hijos de sus amigas querían. Sus hijos querían radicalmente, vergonzosamente, otras cosas." (p. 121)
El tema central de la novela, mientras todo cae, es la corrección. El intento de corregir aquello en que se ha fracasado. Para el padre, tener a Denise, la hija menor "era una última oportunidad de aprender de los errores propios y hacer correcciones.” (p. 278) Chip debe corregir un guión (y toda una vida descarrilada), para Gary “toda su vida estaba armada como una corrección de la vida de su padre” (p. 179), y Denise estaba "padeciendo una corrección" de su sexualidad. Finalmente está la corrección final, la muerte del padre, que permitiría a Enid corregir el rumbo de su propia vida. Mientras tanto, Franzen hace guiños permanentes con el concepto de corrección: hay correcciones en los mercados financieros, hay correcciones de planos y hay corrección política. (Por ejemplo: en un evento “Políticos locales de color decían niños y mañana. Decían digital y democracia e historia.” - p. 342).
Mientras nos cuenta a la vez la decadencia familiar y los intentos relativamente exitosos de corregir, Franzen toca temas densos. Un capítulo (muy apropiadamente titulado: "Cuanto más lo pensaba más se enojaba") se adentra en el matrimonio y la pareja. De nuevo, con sensibilidad y humor. Por ejemplo, cuando crea a "Discordia, la diosa de la vida conyugal..." (p. 201) o cuando Gary piensa que "El único resultado garantizado de tener un affaire sería agregar a su vida una mujer más que lo reprobara.” (p. 218)
El otro tema que cruza toda la novela es el de la paternidad y maternidad primero, y su reverso, años después, cuando los hijos tienen que empezar a hacerse cargo de sus padres. La madre reflexiona en un momento que “Lo que una descubría sobre una misma criando hijos no era siempre agradable o atractivo. (p. 261) Años después, la hija Denise se da cuenta de que hacía años que su padre había descubierto la fachada que ella intentaba poner frente a sus padres: “Por quince años ella había intentado parecer una hija perfectamente responsable y cuidadosa, y él había sabido todo el tiempo que ella no lo era.” (p. 522) El reverso viene, para los hijos, con perplejidad: “¿Cuáno había ocurrido que sus padres se habían convertido en los chicos que se iban temprano a la cama y pedían ayuda desde arriba de las escaleras?” (p. 548)
Hay, finalmente, una discusión entre los valores tradicionales del Midwest y la modernidad del Este de los Estados Unidos, que lo es también sobre modernidad y tradición en general y se refleja en el cambio generacional. Pero Franzen no pontifica, y salvo en una o dos situaciones muy puntuales, nos lo cuenta todo como parte de personajes a los que vemos moverse y vivir. Además, de nuevo, con humor, como cuando habla del cortejo de los padres: “Pronto estaban comprometidos y castamente se tomaron un tren nocturno a McCook, Nebraska, a visitar a sus padres ancianos. Su padre tenía una esclava con la que estaba casado.” (p. 266)
En la vida matrimonial, en la vida profesional, en las relaciones familiares, en la escritura, en la lectura, vivimos corrigiendo. En el mejor de los casos, buscamos corregir, mejorar, enfrentar lo que viene de la mejor manera posible, sabiendo que dejaremos de ser hijos para ser padres y para volver a ser hijos cuidando de nuestros padres. Vivir, parece, es corregir sin parar, hasta la corrección final.

Originales utilizados
“It was the same problem Enid had with Chip and even Gary: her children didn’t match. They didn’t want the things that she and all her friends and all her friends’ children wanted. Her children wanted radically, shamefully other things.” (p. 121)
“his entire life was set up as a correction of his father’s life”. (p. 179)
“Local politicians of color said children and tomorrow. They said digital and democracy and history.” (p. 342)
“Meanwhile Discordia, the goddess of marital life, had pulled strings with the airline industry.” (p. 201)
“The only guaranteed result of having an affair would be to add yet another disapproving woman to his life.” (p. 218)
"What you discovered about yourself in raising children wasn’t always agreeable or attractive.” (p. 261)
"For fifteen years she’d tried to pass for a perfectly responsible and careful daughter, and he’d known all along that she was not.” (p. 522)
“When had it happened that his parents had become the children who went to bed early and called down for help from the top of the stairs?” (p. 548)
“Soon they were engaged and they chastely rode a night train to McCook, Nebraska, to visit his aged parents. His father kept a slave whom he was married to.” (p. 266)


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