Pinta tu aldea
y retratarás al mundo, dicen por ahí. Eso hace Fabián Casas en el
legendario libro de cuentos Los Lemmings
y otros. Me lo recomendaron hace años pero nunca lograba conseguirlo. Hace
un par de meses encontré un ejemplar (en Yenny,
aunque no lo crean) y lo leí en unos pocos días.
El cuento "Los Lemmings" le da el nombre al libro y lo estructura. Todo el libro cuenta historias de un grupo de amigos de
Boedo, "muchos borrados antes de tiempo con el liquid paper del Proceso, las Malvinas, el sida..." (p. 13) Es
un libro muy anclado en el tiempo y en el espacio; habla de una generación apenas más grande
que la mía, y aparecen sucesos y marcas con las que nos identificamos. La
política, la guerra y Malvinas; pero también el vascolet, John Travolta, el alfajor Jorgito, Banchero y el Karate Kid. El cuento es, así, un poco mío, porque habla del chocolatín Jack, que cada tanto nos traía papá a mí y a mis hermanas cuando llegaba de trabajar, hasta que un día le pareció que nos importaba más la llegada del chocolatín que la suya.
Muchos de ese
grupo, como los lemmings en el Ártico, mueren sin razón. Mientras tanto, crecen y
pierden la inocencia - "un día encontramos una revista pornográfica (...)
No me dejó dormir por una semana" (p. 12) - hasta que finalmente se convierten en
adultos, al menos algunos. En "El Bosque Pulenta" nos explican qué es
eso: "¿Qué es un adulto? Alguien que comprende que la vida es un infierno
y que no hay ninguna posibilidad de buen final." (p. 29)
Boedo es único,
pero la aldea es universal. Todos tenemos un origen, un lugar. Nos lo decía Toni Morrison en Home y nos lo dice Fabián Casas en Los
Lemmings: "¿El Parque Rivadavia queda en Boedo?, pregunta el imbécil
de Chumpitaz. Boedo queda donde estemos nosotros, dice Máximo." (p. 36)
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