Thomas Pynchon, The Crying of Lot 49, HarperPerennial
Algo me decía que siguiera
leyendo, aunque me parecía que no entendía nada, y llegué al final de The Crying of Lot 49, de Thomas
Pynchon, y me pareció entender que la idea era no entender nada.
A una mujer joven, de
alrededor de treinta años, se le encarga ser co-ejecutora del testamento de un
ex-novio. A partir de eso se mete en un lío: parece descubrir un extraño
sistema postal paralelo y clandestino que rescata de alguna manera una vieja
tradición medieval. Oedipa, que así se llama la muchacha, se embarca en una
investigación para ver si eso que parece existir existe de verdad, para
entender. Pero la información es siempre precaria, cortada: "Oedipa se
preguntaba si, al final de esto (si se supone que esto tuviera un final), no se
encontraría ella también sólo con recuerdos compilados de pistas, anuncios,
insinuaciones, pero nunca con la verdad en sí". (p. 76) Un poco ahí, a las
76 páginas, entendí que quizás estaba bien no entender, que quizás esa era la
idea. Más adelante Oedipa piensa las alternativas: o la red postal es
verdadera, y quizás "una alternativa real a la falta de salida, a la
ausencia de sorpresa en la vida que atormenta a todos los americanos que
conocés, y a vos también, corazón. O estás alucinando. O se montó un complot en
tu contra (...) O estás imaginando ese complot, en cuyo caso estás de la
cabeza, Oedipa, fuera de tu cráneo." (p. 141)
En el medio queda eso, esa
falta de sentido de la vida americana condimentada por una descripción jocosa
del sur de California, donde ocurre todo. Los otros dos temas son los de la
comunicación (desde el servicio postal clandestino, trunco, hasta la falta de
comunicación de todos los personajes: "Como todas sus incapacidades para
comunicarse, ésta también tenía un motivo virtuoso", p. 33"); y esa
forma particular de comunicación que es la herencia: porque todo parte de un
testamento, y todo da vueltas sobre la herencia de lo americano, en una
metáfora que nunca termina de cerrarse del todo.
Una de esas metáforas
ocurre una noche en que Oedipa busca pistas del correo clandestino en San
Francisco. "En el Golden Gate Park se encontró con un círculo de niños en
sus ropas de noche, que le dijeron que estaban soñando el encuentro. Pero que
el sueño en verdad no era distinto de estar despiertos, porque a las mañanas
cuando se despertaban se sentían cansados, como si hubieran estado levantados
toda la noche." (p. 96) Esa es quizás también una metáfora del propio
libro: algo que a la vez no cierra y que es un argumento circular, y ahí, en
esa falta de claridad, en los vínculos rotos, incluyendo el vínculo entre
imagen y realidad, está un poco la joda de este libro, como de otros
postmodernos como White Noise,
al que recordaba todo el tiempo. Así, al final, uno casi se siente piola por no
entender nada.
"Oedipa wondered whether, at the end of this (if
it were supposed to end), she too might not be left with only compiled memories
of clues, announcements, intimations, but never the truth itself". (p. 76)
"Either you have stumbled indeed (...) onto a
network by which X number of Americans are truly communicating (...) maybe onto
a real alternative to the exitlessness, to the absence of surprise to life,
that harrows the life of everybody American you know, and you too, sweetie. Or
you are hallucinating it. Or a plot has been mounted against you, so expensive
and elaborate (...) Or you are fantasysing some such plot, in which case you
are a nut, Oedipa, out of your skull." (p. 141)
"Like all their inhabilities to communicate, this
too had a virtuous motive." (p. 33)
"In Golden Gate Park she came on a circle of
children in their nightclothes, who told her they were dreaming the gathering.
But that the dream was really no different from being awake, because in the
mornings when they got up they felt tired, as if they had been up most of the
night." (p. 96)
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