lunes, 1 de febrero de 2016

Frontera


Estoy hace como una semana pensando en cómo hacer este apunte de lectura. Algo debe tener OPENDOOR, de Iosi Havilio.
Durante más o menos un año seguimos a la narradora, una mujer de la que desconocemos el nombre y la edad (¿20, 25, 30?) yendo de la ciudad al campo y viceversa. Ella no se pregunta mucho. Así como tardó menos de una semana en mudarse con Aída, el primer objeto de deseo que le conocemos a la narradora (le conoceremos después a otra mujer y a dos varones), tarda poco en instalarse en Open Door con Jaime: "¿A qué vine? No me lo pregunto, Jaime menos." (p. 62)
La narradora parece por momentos mera reacción a lo que pasa a su alrededor; sin proyectos, responde en cada encrucijada con lo que tiene a mano, a la merced de los vientos o las mareas, condición que se refuerza por cierta confusión en la temporalidad. Efectivamente, el tiempo avanza de manera poco clara en la novela, y eso se ve magnificado por el uso cambiante de los tiempos verbales. Así, a veces la narradora parece un animalito, esclava de sus instintos y de sus circunstancias, cuyo único interés más o menos fuerte aparte del sexo parece ser una investigación sobre Open Door, el pueblo y la colonia neuropsiquiátrica. Los locos están ahí cerca, y ella parece estar a veces ahí cerca de la locura. Un animal loco; “una gata en celo, una gata loca, desquiciada, que no puede más, que se arrastra, que acaba por enésima vez, a lo bestia, con los ojos turbios, deshecha de tanta paja”. (p. 175)
La novela está en la frontera entre ciudad y campo, entre salud y locura, basculando de un lado a otro, mostrando lo cerca que están una de la otra. En el medio quedan un montón de misterios sin resolver, de cabos sueltos: qué pasó con Aída, qué pasó con la narradora en dos o tres oportunidades en que parece perder el conocimiento y otros episodios que no se aclaran. Y está bien, está bien que no se resuelva eso, como no se resuelve la vida de la narradora porque toda solución es temporaria, provisoria, está en una frontera. Mientras tanto, la prosa viene como una siesta de campo, en oleadas como una cortina que flamea con el viento que viene de un monte lejano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario