martes, 27 de diciembre de 2016

Duelos


El 30 de diciembre de 2003, mientras él y su mujer Joan Didion se preparaban para comer, John Dunne tuvo un infarto masivo y murió. Desde hacía unas semanas, la pareja de escritores acompañaba a su única hija Quintana en terapia intensiva. En las próximas semanas y meses, Quintana tuvo mejorías y recaídas y estuvo al borde de la muerte. Didion enfrentó así al mismo tiempo la enfermedad de su hija recién casada y la muerte de su marido, con quien habían estado juntos cuarenta años.
The Year of Magical Thinking es su “intento por darle sentido al período que siguió; semanas y después meses que echaron al viento todas las ideas fijas que había tenido acerca de la muerte, la enfermedad, la probabilidad y la buena y la mala suerte, sobre el matrimonio y los hijos y la memoria, sobre el dolor, acerca de las maneras en las que las personas se enfrentan y no se enfrentan con el hecho de que la vida termina, sobre la superficialidad de la salud mental, sobre la vida misma.” (p. 7)
Lo que sobresale en estas reflexiones es, primero, que todo puede cambiar en un instante. Las primeras palabras del libro, las primeras palabras que escribe Didion después de lo ocurrido, y a las que vuelve una y otra vez en el libro, son: “La vida cambia rápido. La vida cambia en el instante. Te sentás a comer y tu vida tal como la conocés termina. La cuestión de la autocompasión.” (p. 3) Didion trae esto una y otra vez, como cuando escucha a un grupo de obreros discutir sobre el accidente que sufrió el compañero al que visitan en terapia intensiva, en la cama al lado de la de su hija: “Todo va como de costumbre y de pronto todo se va al carajo.” (p. 126) Ligado con esto está la cuestión del control; más bien, de lo poco que controlamos a pesar de que intentamos convencernos de lo contrario. El proceso de duelo es en parte perder la “creencia medular en mi capacidad de controlar eventos” (p. 98) “Me doy cuenta de lo abiertos que estamos al mensaje persistente de que podemos evitar la muerte. (…) nada de lo que él y yo hicimos o dejamos de hacer ni causó ni pudo haber evitado su muerte.” (p. 206)
Otro de los temas discutidos es la auto-compasión. Didion nos muestra que en algún momento la muerte se desnaturalizó y junto con eso el proceso de hacer un duelo perdió su lugar. Ahora se supone que debemos ser fuertes, y la auto-compasión es vista negativamente: “La autocompasión es a la vez la más común y la más universalmente despreciada de nuestras fallas de carácter.” (p. 192) Esta cuestión en sí misma merecería un ensayo, y si no es discutida del todo es porque el libro no deja de ser esa otra cosa, el intento de que todo esto tenga sentido.
El duelo sume a Didion en el sinsentido. Puede aceptar que le hagan una autopsia a su marido pero no que le escriban un obituario en el NewYork Times porque eso sí significaría decretarlo muerto. Durante meses Didion se rehúsa a regalar sus zapatos porque sigue creyendo que su regreso es posible. Es un año de pensamiento mágico, de pérdida de la racionalidad: “El poder del dolor para trastornar a la mente ha sido de hecho notado exhaustivamente.” (p. 34) Y, al final del día, escribir es una de las pocas maneras de hacer que vuelva el sentido: “¿Acaso sólo soñando o escribiendo podía llegar a descubrir qué era lo que yo pensaba?” (p. 162)
Así que Didion, la escritora, novelista, guionista y periodista literaria, la viuda del escritor, escribe. Y lo hace maravillosamente. Tanto que a este lector se le llenaron los ojos de lágrimas en uno u otro servicio de transporte público porteño en al menos tres ocasiones. No sólo porque “Somos seres mortales imperfectos, conscientes de esa mortalidad incluso mientras la alejamos de nosotros, fallidos por nuestra propia complicación, programados de manera tal que cuando hacemos un duelo por nuestras pérdidas también lo hacemos, para bien o para mal, por nosotros mismos. Como fuimos. Como ya no somos. Como algún día no seremos más.” (p. 198) sino también porque todo esto lo dice con un nivel de candidez y de verdad, con una elegancia y una sensibilidad sencillamente abrumadores. 

Originales de las citas
“This is my attempt to make sense of the period that followed, weeks and then months that cut loose any fixed idea I had ever had about death, about illness, about probability and luck, about good fortune and bad, about marriage and children and memory, about grief, about the ways which people do and do not deal with the fact that life ends, about the shallowness of sanity, about life itself.” (p. 7)
“Life changes fast. Life changes in the instant. You sit down to dinner and life as you know it ends. The question of self-pity.” (p. 3)
“Everything’s going along as usual and then all shit breaks loose”. (p. 126)
“I had myself for most of my life shared the same core belief in my ability to control events.” (p. 98)
“I realize how open we are to the persistent message that we can avert death. (…) nothing he or I had done or not done had either caused or could have prevented his death.” (p. 206)
“Self-pity remains both the most common and the most universally reviled of our character defects”. (p. 192)
“The power of grief to derange the mind has in fact been exhaustively noted.” (p. 34)
“Was it only by dreaming or writing that I could find out what I thought?” (p. 162)
“We are imperfect mortal beings, aware of that mortality even as we push it away, failed by our very complication, so wired that when we mourn our losses we also mourn, for better or for worse, ourselves. As we were. As we are no longer. As we will one day not be at all.” (p. 198)

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