miércoles, 14 de diciembre de 2016

Montañas de culpa



Purity, de Jonathan Franzen, es una novela sobre la culpa. Todos los personajes de la novela están acosados por la culpa, incluso el personaje que le da nombre a la novela y que está tan libre de culpa que necesita que alguien le diga, le grite prácticamente, “no le debés nada a esta gente.” (p. 572)
Como en The Corrections y en Freedom, Franzen hace una novela conceptual y a la vez extremadamente legible. Salvo en una parte, en la que no soportaba más a un personaje, las 600 páginas se me volaron; y aún en esos peores momentos no se me ocurrió dejar de leerlo porque quería más. En eso, Franzen es un genio. Durante 600 páginas te va desgranando el concepto de culpa (y de pureza) en cada personaje hasta que, como quien no quiere la cosa, te deja el corazón del concepto: “la culpa debe ser la más monstruosa de las cantidades humanas, porque lo que hice para aliviar la culpa (…) fue precisamente aquello que más tarde me haría sentir más culpa.” (p. 434) Lo más monstruoso de esa cantidad es que no tiene una correlación real con los actos de los personajes: todos sienten culpa, los más y los menos puros.
Como en todas las novelas de Franzen, casi da bronca la (aparente) facilidad con la que construye las historias de sus personajes, yendo una y hasta dos generaciones atrás. En cierto sentido, como con la culpa, ningún personaje se escapa de esa historia familiar. Todos parecen atrapados por su niñez y sus familias de origen: “Era fácil culpar a la madre. (…) Un accidente en el desarrollo cerebral cargaba los dados en contra de los niños: la madre tenía tres o cuatro años para joder con tu cabeza antes de que el hipocampo comenzara a registrar memorias perdurables.” (p. 108) De hecho, la gran pregunta es si nuestra protagonista logra “que le vaya mejor que a sus padres” (p. 598); ella misma lo duda hasta el final, aunque yo creo que la respuesta es bastante clara.
Como decía, por momentos Franzen me parece un genio por esta capacidad de engendrar historias de historias y personajes y situaciones. En otros momentos siento que me cuenta de más y que sobre-psicologiza; también, a veces, la historia puede resultar un poco improbable. Además, por momentos me pareció repetido el formato, tan similar al de las otras dos novelas: la historia larga y desgranada de las familias; los leitmotifs (correcciones, libertad, culpa); las contraposiciones de personajes (acá Tom y Andreas, Anabel y Katya); incluso la existencia dentro de la novela de textos escritos por los propios personajes. Pero por todo lo que te pueda molestar eso, nada quita que la novela se lee muy bien y que tiene maravillas como estas:
- “había una nueva mirada en sus ojos, la mirada imposible de ocultar y de fingir de una mujer realmente enamorada. No es algo que un hombre vea todos los días.” (p. 400) 
- “¿Puede imaginarse un objeto manufacturado más perfecto que una pelota de tenis? Peludito y esférico, apretable y rebotador, sus costuras de lenguas emparejadas, su pique al impactar un pock con el más placentero de los registros. Los perros sabían cuando tenían algo bueno, los perros amaban las pelotas de tenis y ella también.” (p. 558) 
- “No me hables de odio si nunca te casaste.” (p. 462)
Franzen es un genio, un monstruo como la culpa que se agolpa en montañas y sepulta a todos sus personajes.


Originales de las citas
“try to keep one thought in mind: you don’t owe these people anything.” (p. 572)
“guilt must be the most monstrous of human quantities, because what I did to relieve my guilt then (...) was precisely the thing I felt guiltier about later”. (p. 434)
“It was easy to blame the mother. (…) An accident of brain development stacked the deck against children: the mother had three or four years to fuck with your head before your hippocampus began recording lasting memories.” (p. 108)
“It had to be possible to do better than her parents, but she wasn’t sure she would.” (p. 598)
“there was a new look in her eyes, the unconcealable and unfakable look of a woman seriously in love. It’s not something a man sees every day.” (p. 400)
“Could a more perfect manufactured object than a tennis ball be imagined? Fuzzy and spherical, squeezable and bouncy, its stitchings a pair of matching tongues, its bounce on impact a pock in the most pleasing of registers. Dogs knew a good thing, dogs loved tennis balls, and so did she.” (p. 558)
“Don’t talk to me about hatred if you haven’t been married.” (p. 462)

No hay comentarios:

Publicar un comentario