Me gustó mucho mucho
Agosto, de Romina Paula, una novela a
la vez muy interna y muy generacional sobre una chica, Emilia, en el tránsito
de una serie de duelos. Desde el comienzo sabemos que murió alguien muy cercano
a ella, que al principio parece una pareja pero que luego descubrimos que es
una amiga, Andrea; luego vemos otras pérdidas, la madre, el novio, la infancia,
ese lugar de origen en la Patagonia a la que ahora cuesta volver porque hacerlo
“tiene la lógica del vértigo” (p. 97).
Armada en una segunda
persona, como una carta a o una charla con esa amiga muerta, Agosto tiene siempre un tono personal,
de la subjetividad de esta chica de veinticortos que me resultó totalmente
creíble (salvo una crítica que no quiero hacerle porque realmente esta novela me
gustó mucho mucho.) Emilia nos da (casi) todos los ladrillos necesarios para
que los lectores construyamos su biografía afectiva, pero mostrando, sin
explicar; la madre, el padre, el ex novio, el novio actual, la amiga, más allá
de que calla cosas, que hay indicios de cosas que no se cuentan pero que
intuimos, está todo ahí para mostrarnos a una chica que sufre, que busca, que
no sabe del todo si hizo bien o no ni qué hacer y que pide casi a gritos “Que
por favor alguien me diga lo que tengo que hacer.” (p. 84)
Junto o al costado o
en el medio de ese tono personalísimo, que hasta nos cuenta lo que siente
físicamente frente a una excitación sexual o nos da su opinión sobre distintos
tipos de toallitas femeninas, la voz de Emilia es también la voz de una
generación, de mi generación. Los consumos culturales, desde Six Feet Under a Generación X, o de Counting
Crows y The Police hasta Bob
Marley, sirven para contar la historia y para darle un lugar en el mundo a
Emilia, quien describe a una remera como “medio ratablancosa” (p. 66) y logra
que yo entienda perfectamente de qué me está hablando.
El personaje es muy
creíble porque mantiene casi siempre una voz que suena totalmente oral, cero
impostada, como si realmente le estuviera contando a la amiga qué es lo que le
pasó en ese viaje a su pueblo. El libro está realmente bien escrito, como
cuando nos cuenta un sueño sin tener que decir nunca que es un sueño; o cuando
cuenta un asado con la familia de Andrea, relatando una conversación de una
manera sencilla y totalmente oral.
En esta búsqueda en
la que estoy de escritoras argentinas contemporáneas, encontré acá una que
quiero seguir leyendo.
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