The Autograph Man,
de Zadie Smith, es una novela improbable, casi imposible, en la que hay toda
una trama que parece innecesaria para contar, desde el humor, cómo un joven
inglés, finalmente, y tras 13 años, logra atravesar el duelo por la muerte de
su padre.
Los personajes ya
son improbables. El héroe es Alex, un chico de padre chino y madre judía que se
dedica a coleccionar y comerciar autógrafos. A través de una mezcla de
constancia (le escribe una carta por semana durante 15 años) y suerte, Alex
logra finalmente encontrarse con su ídola, Kitty Alexander, una vieja actriz de
Hollywood. Rodean a Alex sus amigos de la infancia: Rubinfine, un rabino
pelirrojo sin fe; Joseph, un vendedor de seguros y ex coleccionista de
autógrafos que en realidad está enamorado de Alex; y Adam, un judío negro estudiante de la kabbalah que tiene un
video-club aunque no le interesa el cine. La novia de Alex es la hermana de
Adam, Esther, una hermosa chica negra judía con la cabeza rapada y un
marcapasos. Los personajes secundarios son igualmente improbables: Rebecca, la
mujer del rabino, organiza un barndance para enanos; el rabino que termina
haciendo el yahrzeit conmemorando los 15 años de la muerte del padre de Alex es
él mismo un enano. Honey, quien ayuda a Alex a encontrar a Kitty, es una ex
prostituta que devino primero famosa por ser descubierta con un actor famoso
(wink wink) y luego autograph woman ella misma.
Lo que es notable
de la novela es que nos pone desde el principio el tema de fondo, real, frente
a nuestras narices, para después esconderlo. Se cumplen 15 años de la muerte del padre y Alex se resiste
a seguir el protocolo, a decir el Kadish, a cerrar su duelo. Eso queda en segundo plano durante
páginas y páginas mientras vemos a Alex intentando hacer eso que él llama vivir. Y
en esa trama termina dándose cuenta de que tiene que resolver el duelo, porque
“Nunca sabés, hasta que pasa, qué le vas a deber a los muertos.” (p. 262)
Mientras tanto, mientras esconde el tema de fondo, Smith, improbablemente, nos
hace reír, nos mete en el medio de 50 años de cultura popular y nos cuenta de
un lugar, Mountjoy, un barrio imaginario de Londres, nos habla de la fe, la
fama, la Judaica, con un estilo y una mezcla de lo local, el tejido de
amistades y el humor que me recuerda al Chabon de Telegraph Avenue.
En esa trama se
produce el crecimiento de Alex. En parte por su contacto con Kitty y con
Esther. En parte por momentos epifánicos, como cuando se da cuenta de cómo está
viviendo, de lo cerca que está de convertirse en Duchamp, un colega que es poco
más que un despojo humano: “¿Cuántas movidas, se preguntó Alex (...) para llegar de donde estoy a donde está Brian Duchamp? (...) Quizás
ya estoy ahí.” (p. 101) O en una charla con Adam, que le pregunta qué epifanía
tuvo y Alex responde “Ehmm… algo tipo: no podés pasar resto de vida como
desgraciado absoluto” (p. 338) Pero también a través de una reflexión sobre la
fe y la fama: “Los groupies odian a los músicos. Los cinéfilos odian a las
estrellas de cine. Los cazadores de autógrafos odian a los famosos. Amamos a
nuestros dioses. Pero no amamos nuestra sujeción.” (p. 286) Los hijos amamos a
nuestros padres pero no a nuestra sujeción.
Y así, como quien
no quiere la cosa, improbablemente, llegamos al principio, al yahrzeit, al
aniversario de la muerte, y da la impresión de que la aceptación de la muerte
despierta la fe por la vida. Que algo nuevo finalmente podrá nacer. Una fe laica,
imprescindible e improbable porque en el amor y en la vida no alcanza con
conformarse, hay que querer, hay que creer. En palabras de Esther: “Las personas no se conforman con personas. Deciden estar con ellas. Hace falta fe. Hacés un círculo en la
arena y te ponés de acuerdo en pararte ahí adentro y creer. Es la fe, tarado.”
(p. 291)
Originales de las citas usadas
“You never
know, until it happens, what you will owe to the dead.” (p. 262)
“How many moves, wondered Alex later, on his way out
(...) to get from where I am to where Brian Duchamp is? (...) Maybe I am
already there. For I am an Autograph Man.” (p. 101)
“Umm… something like: can’t spend rest of life in
total misery.” (p. 338)
“Groupies hate musicians. Moviegoers hate movie stars.
Autograph Men hate celebrities. We love our gods. But we do not love our
subjection.” (p. 286)
“People don’t settle for people. They resolve to be
with them. It takes faith. You draw a circle in the sand and you agree to stand
in it and believe in it. It’s
faith, you idiot.” (p. 291)
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