Black Water, de Joyce Carol Oates, es una novela
corta y notable, una ficción creada a partir de un hecho real (el famoso accidente de Ted Kennedy en Chappaquiddick), pero bien separada de él.
Una chica, Kelly Kelleher, conoce en una fiesta por el 4 de Julio a El
Senador. Durante el día, Kelly y El Senador se conocen: hablan, caminan por la
playa y él la besa, ella lo ve jugar al tenis, él se le acerca sin que ella se
dé cuenta y le da un beso en la espalda, se atraen. Llegada la noche, se van
juntos - aunque ella pensaba quedarse a dormir en la casa de su amiga, donde se
desarrollaba la fiesta - en el Toyota alquilado por El Senador, que venía
tomando parejo (cada uno lleva un vodka tonic en la mano, ambos para él). El
Senador toma un atajo (“Creo que estamos perdidos, Senador”, le dice ella - p.
61), pierde el control del auto llegando a un puente, el auto cae a un arroyo y
se hunde, él logra escapar, ella no, y la novela está hecha de los recuerdos de
ella ahí abajo, en el auto, rodeada de agua negra, los recuerdos del día y de
los momentos importantes de su vida, “Mientras el agua negra llenaba sus
pulmones, y ella moría”, como se repite por lo menos cinco veces durante el
texto.
Una de las características principales del texto es ese recurso de la
repetición. Además de esa frase del final, se repite la pregunta de Kelly: “¿Me
voy a morir? - ¿así?” (p. 3, 6, 48) y se repiten los pensamientos: ahí
abajo, en el auto, rodeada de agua negra, Kelly vuelve a pensar a sus padres, a
un antiguo amante (otro hombre mayor), el intento de suicidio de una compañera,
una escena de chica con su abuelo. Esa repetición permanente, ese volver a lo
mismo, y el ritmo de una prosa que parece emular el fluir del agua, nos ponen
ahí abajo, encerrados con ella, cada vez con menos aire.
Y nos preguntamos por qué. ¿Por qué muere Kelly, a sus 28 años, ahí
abajo rodeada de agua negra mientras El Senador sobrevive? En parte es
inexplicable, es pura contingencia: “lo impensable se convirtió, simplemente,
en historia, como tanto que parece impensable se convierte, simplemente, en
historia, por lo tanto pensable” (p. 42); porque fue a esa fiesta a pesar de
que “había tenido otras invitaciones.” (p. 17) Pero también porque ella
decidió subir a ese auto, “Diciendo sí aunque ella había visto cómo había
venido tomando El Senador” (p. 136), porque su respuesta a otra pregunta que se
repite durante el texto - “¿Estoy lista? - es una aventura” (p. 60) -
fue afirmativa.
¿Por qué dijo sí? Porque no se atrevió a decir que no a un hombre
fuerte, a un hombre como su padre y su viejo amante. Porque “¿sabés que sos
la chiquita de alguien, no?” (p. 45); porque “acaso no le había advertido
su propia madre que ningún hombre tolera que una mujer lo ponga en ridículo, no
importa con cuánta verdad hable no importa cuánto él la ame.” (p. 99) Porque ni
siquiera podía pensar en su deseo por sobre el de ese hombre fuerte ideal, su
padre, El Senador: “sintió el sacudón del deseo: no su deseo, sino el del
hombre. (...) Sintió también, una vez que le volvió el aliento, esa conocida
oleada de culpa - he logrado que me desees, ahora no te puedo rehusar.”
(p. 115)
El libro (de 1992, mucho antes del me too y de tanto más) se torna así
en una gran advertencia para las chicas (y para sus padres) de lo fácil que
resulta ser lastimadas por los hombres. “No quiero lastimarte, Kelly, espero
que lo sepas” (p. 46) le dice el amante que tanto la lastimó. Y la madre nada
pudo hacer para evitar aquello ni esto, lo del auto, a pesar de que “cuando me
dieron a vos, en el hospital cuando naciste y supe que
eras una nena (...) me juré que nunca dejaría que lastimaran a mi hija”. (p.
118) No hay una denuncia a los hombres, no hay un juicio - lo cual imagino podrían criticar muchos hoy aunque yo creo que es lo que le da justamente mayor fuerza a la novela - hay una advertencia
de algo que parece casi predestinado. Y por eso la dedicatoria, “a las
Kellys”, las chicas frágiles y vulnerables.
Originales
de las citas usadas
“I think we’re lost, Senator”. (p. 61)
“As the black water filled her lungs, and she
died.” (p. 103, 109, 138, 148, 154)
“Am I going to die? - like this?” (p. 3, 6, 48)
“the unthinkable became, simply, history, as so much that seems
unthinkable becomes, simply, history, thus thinkable” (p. 42)
“She’d had other invitations.” (p. 17)
“Saying yes though she’d seen how The Senator
had been drinking.” (p. 136)
“Am I ready?
- it’s an adventure.” (p. 60)
“you know you’re somebody’s little girl
don’t you? (p. 45)
“had her own mother not warned her no man
will tolerate being made a fool of by any woman no matter how truthfully she
speaks no matter how much he loves her.” (p. 99)
“she felt the jolt of desire: not her desire,
but the man’s. (...) Feeling too, once she caught her breath, that familiar
wave of anxiety - I’ve made you want me, now I can’t refuse you.” (p. 115)
“I don’t want to hurt you, Kelly, I hope you
know that”. (p. 46)
“when they gave me to you, in the
hospital when you were born, and I knew you were a girl (...) I vowed I would
never let my daughter be hurt”. (p. 118)
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