Leí Cerrado por fútbol, de Eduardo Galeano,
un poco porque me lo regalaron, otro poco porque me daba fiaca ir a cambiarlo y
un poquito más porque, sí, me gusta mucho el fútbol y estamos en medio de un
mundial y me gustaría, como hacía el autor, poner en la puerta de casa un
cartelito que diga “cerrado por fútbol” y emerger un mes después. Por otro
lado, había muchas razones para no leer este libro, empezando por el hecho de
que es un libro póstumo, que suele ser indicio de algo no del todo terminado, y
siguiendo por la postura ideológica del autor. Y atento a lo que digo: no me
molesta la ubicación ideológica sino la postura ideológica, su permanente
bajada de línea desde una supuesta superioridad moral.
Las dos cosas me
molestaron. La bajada de línea ideológica desde el prólogo a cargo de Ezequiel
Fernández Moores, de cuya producción por lo general me privo justamente por
eso. Y lo inacabado y repetitivo del material bastante rápido también,
repetitivo dentro del mismo libro y con ese otro libro de fútbol de Galeano que
recuerdo haber leído con alegría de adolescente, El fútbol a sol y sombra, quizás, también, porque era más joven, me
bancaba más las bajadas de línea y sí, estaba más a la izquierda de lo que
estoy hoy.
Así y todo,
encontré cosas que me gustaron. Por ejemplo, que no deje de señalar los defectos
de Maradona en su defensa cerrada del personaje; es el “ídolo generoso y
solidario”, pero también “una síntesis ambulante de las debilidades humanas”. Me
gusta también la explicación del personaje: “Maradona fue condenado a creerse
Maradona y obligado a ser la estrella de cada fiesta, el bebé de cada bautismo,
el muerto de cada velorio.” (p. 30-31) “Desde que la multitud gritó su nombre
por primera vez, cuando tenía dieciséis años, el peso de su propio personaje le
hace crujir la espalda.” (p. 33) Galeano le perdona a Maradona hasta que haya
defendido a Menem.
Hay un texto muy
lindo (“El lector”) en el que un lector se le acerca a Soriano y le habla de un
partido ficticio inventado por el gordo como si hubiera ocurrido de verdad.
Hay, cada tanto, una imagen poética agradable: como el público atontado tras el
Maracanazo como “un pueblo tallado en piedra” (p. 49), o un jugador, Zizinho,
“hecho de música”. (p. 53) Está muy bien un díptico de Pelé y Garrincha en 1958;
y quizás el mejor texto sea “Pelé y los suburbios de Pelé”, una especie de
crónica a la “Frank Sinatra has a cold” de Gay Talese pero con el manager de
Pelé, publicado originalmente en Nosotros
decimos no (1989). Me parece que está bien la idea de que el fútbol tiene
que entrar de alguna manera en la Historia porque es una expresión cultural que
toca muy fuerte la vida de millones. Pero si alguien quisiera leer sobre fútbol
no le daría a leer esto sino, mucho antes, Crónicas canallas, de SantiagoLlach, o Fever Pitch, de Nick Hornby, entre otras cosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario