Leí The Good Soldier, de Ford Madox Ford,
de quien siempre quise leer algo porque es mencionado como uno de esos
escritores que sólo algunos dicen que hay que leer y porque el nombre (en rigor
seudónimo) del tipo es maravilloso.
No me volvió loco,
la verdad sea dicha. The Good Soldier
relata no un triángulo amoroso sino algo así como un pentágono: dos parejas
centrales, la del narrador y Florence (dos americanos) y la de Edward y Leonora
(dos ingleses), y una jovencita inglesa. Y lo hace, me parece a mí, para hablar
de la curiosa manera de relacionarse de esta gente; Ford, que es inglés, se
pone en un narrador americano para hablar de la lejanía emocional, la frialdad
de los ingleses de cierta clase social: “a mí, que estaba por horas con
ellos, se me aparecían como personas tiernas, ordenadas y devotas, sonreían, se
iban en los intervalos adecuados, me llevaban a reuniones: ¡simplemente gente
de bien! ¿Cómo carajo - cómo carajo lo hacían?” (l. 2.393) Si la novela se hace
un poco artificial, más un juego intelectual de perspectiva de los actores que
emocional, es un poco porque esa es la idea que nos quiere transmitir el autor.
Y está bien, aunque no sea precisamente divertido ni fácil de darle vida. En
una de las escenas finales, cuando dos personas que se aman se despiden para
siempre en una estación de tren: “No había en las caras de esas personas ningún
tipo de expresión. La señal para la partida del tren era de un rojo muy
brillante; esa es la afirmación más apasionada que puedo hacer de esa escena.”
(l. 2.991)
Me resultó, sí, muy
interesante la construcción de este narrador que va contando, en capas
sucesivas, reconstruyendo una historia de trece años; dice al comienzo: “Me voy
a imaginar a mí mismo por una quincena o algo así al costado de la chimenea de
una cabaña en el campo, con un alma que empatiza frente a mí.” (l. 133) Él
mismo se reta y se justifica de cómo va contando la historia yendo y viniendo
en el tiempo, como si realmente estuviera sentado contándolo a un amigo: “He
contado esta historia, soy consciente, de una manera dispersa por lo que puede
ser difícil para cualquiera encontrar su camino a través de esto que bien puede
ser un laberinto.” (l. 2.175)
En mi lectura marqué
una escena que me pareció genial pero que ahora también encuentro inverosímil.
En el pasillo de un hotel tipo spa de esos a los que iban los enfermos de 1910,
Leonora se encuentra con la amante de su marido y le pega un coscorrón; al
hacerlo, el pelo de la amante queda enganchado en la pulsera de Leonora.
Florence, que había presenciado la escena, las ayuda a desenredar. Así se
conocen Leonora y Florence, que se hacen amigas, y poco después Florence
reemplazará a la golpeada como amante del marido de Leonora. ¿Un poco
demasiado, no?
Hay, también, citas
que me parecieron interesantes:
“A cada hombre le
llega finalmente un momento en la vida en el que la mujer que fije su sello
sobre su imaginación lo fija por siempre. No viajará hacia más horizontes;
nunca más se pondrá la mochila al hombro; se retirará de esas escenas.” (l.
1.375)
“Supongo que lo que
nos mantiene derechos en este mundo a la mayoría, si es que nos mantenemos
derechos, es la vanidad.” (l. 1.393)
“el registro de la
humanidad es un registro de sufrimientos”. (l. 2.450)
Originales de las citas usadas
“to me who was hourly with them they appeared like
tender, ordered and devoted people, smiling, absenting themselves at the proper
intervals; driving me to meets—just good people! How the devil—how the devil do
they do it?” (l. 2.393)
“There was upon those people's faces no expression of
any kind whatever. The signal for the train's departure was a very bright red;
that is about as passionate a statement as I can get into that scene.” (l.
2.991)
“So I shall imagine myself for a fortnight or so at
one side of the fireplace of a country cottage, with a sympathetic soul
opposite of me.” (l. 133)
“For every man there comes at last a time of life when
the woman who then sets her seal upon his imagination has set her seal for
good. He will travel over no more horizons; he will never again set the
knapsack over his shoulders; he will retire from those scenes.” (l. 1375)
“I guess it is vanity that makes most of us keep
straight, if we do keep straight, in this world.” (l. 1.393)
“the record of humanity is a record of sorrows” (l.
2.450)
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