Leí También esto pasará, de Milena Busquets,
que es algo así como la primera etapa del proceso de duelo de una hija por la
muerte de su madre: el libro comienza en el entierro y termina la primera vez
que la hija logra, de alguna manera, volver al cementerio donde yace su madre. En
un momento el libro me recordó a Didion en The year of magical thinking, pero con mucha
menos profundidad emotiva.
El gran tema del
libro es, obviamente, el de la muerte. Y aunque el sentimiento más habitual es
el dolor - y la nostalgia, que es una forma del duelo - no deja de haber cierto
humor. En la primera escena la narradora nos dice: “aquí estoy. En el funeral de
mi madre y, encima, con cuarenta años.” (p. 9) La narradora, que escribe muchas
veces hablando a su madre, parece dar una versión de la vida signada por la
muerte: su padre murió a los 17 y, “desde entonces, los muertos se encadenan,
el último eslabón de este macabro collar, que pesa una tonelada, seré yo,
supongo.” (p. 42) Toda nuestra vida, nuestra geografía, se ve modificada por la
muerte de un ser querido: “Me duelen todos los caminos recorridos con mi madre;
la muerte, tan cabrona, nos expulsa de todas partes.” (p. 53) Esta visión se
condensa en una discusión con un amigo; él sostiene que la vida se define por
lo vivido, lo gozado, y ella le responde: “creo que somos más las cosas que
hemos perdido que las que tenemos”. (p. 137)
El otro gran tema de
la novela es el sexo. Como Ronaldo y Romario, Eros y Tanatos son una gran dupla
ofensiva. Creo que lo que más me gustó del libro es justamente esta mirada
femenina sobre el sexo y sobre los hombres. La narradora, Blanca, está rodeada
de muchos hombres: dos ex-maridos, un amante casado, un hombre misterioso que le despierta interés, el novio cubano de una amiga con quien coquetea y un
viejo amigo que es el catalizador del final de la novela. “Los hombres siempre
siempre siempre acaban metiendo la pata” (p. 23) pero Blanca los necesita para
hacer frente al duelo; se erotiza aún cuando no quiere (“Hasta el último
momento, creo que le voy a dar una bofetada, pero al final mi otro corazón, el
que su polla ha invadido, se pone a palpitar y me olvido de todo.” - p. 19) y
“La fuerza física de los hombres sólo debería servir para darnos placer, para
estrujarnos hasta que no quede ni una sola gota de pena ni de miedo en nuestro
interior.” (p. 31)
El duelo es también,
o podría llegar a ser también, el cierre de un capítulo de su vida y el comienzo de otro. La narradora no habla
mucho de esto. Y acá dudamos de su profundidad, como dudamos un poco también con
lo que parece falta de apego hacia aquellos hombres y hacia sus propios hijos.
La narradora sí deja anotado por allí que algo le falta para ser verdaderamente
adulta: “Me sigue pareciendo raro y un poco absurdo que sea yo la que está al
mando de todo esto” (p. 47) dice en un momento; y “Me parece incongruente y
extraordinario que un amigo mío sea alcalde, como si todo el mundo tuviese que
seguir conmigo en el patio de la escuela” (p. 68) en otro. Pero no dice que,
como parece, su madre no la dejó crecer. No sabemos si lo logrará después, como
tampoco sabemos si logrará animarse a construir algo más, quizás con el hombre
misterioso: en general los hombres “camuflan una reticencia profunda a volver a
intentar construir algo que, de todos modos, acabará en ruinas. Y sin embargo
cada día ignoro menos el carácter enfermizo de la soledad”. (p. 150)
¿Crece Blanca? Cuando
la dejamos, el duelo parece estar bien encaminado, parece que también eso
pasará, pero no sabemos si será el comienzo de que se resuelvan esas otras
cuestiones o si seguirá siendo la misma Blanca a la que las cosas le pasan.
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