Leí Night School,
segundo libro (en orden cronológico del personaje, no de publicación) de la
serie de Jack Reacher. Como el primero, si tuviera que definirlo en una palabra
diría: “droga”. No lo podés dejar, o solo con mucho esfuerzo.
Reacher, policía
militar con rango de mayor del ejército norteamericano, es convocado para una
investigación de alto perfil con un equipo muy pequeño con gente de la CIA y
del FBI, liderados por gente del Consejo de Seguridad Nacional. En el primero
de la serie, The Enemy, Reacher intentaba resolver un misterio ligado con las
consecuencias de la caída del muro de Berlín en términos de la política interna
del ejército. En Night School, otro misterio ligado con una típica hipótesis de
conflicto post caída de la Unión Soviética. Cosas buenas, cosas flojas, pero la
gran pregunta que me hago todo el tiempo mientras leo es “¿cómo es que me logra
atrapar?” Y en Night School la respuesta que me surgió es esta: Child es un
increíble terminador de capítulos; cuando estoy diciendo “esto me aburre,
termino el capítulo y me voy a dormir”, ¡blam!, te tira el final de capítulo
que te hace decir “uno más”, como decía yo cuando fumaba, "este es el último atado". Después vas al back cover y entendés un poco:
Child era director de televisión. Esa intriga, ese gancho para el siguiente
episodio, lo maneja a la perfección. Y eso es algo que todo escritor debería
manejar: un poco como en el basketball, hay que poner una atención especial en
cómo empezamos y terminamos cada cuarto, cada capítulo.
A todo esto: al
terminar este apuntecito de lectura ya terminé el libro que le sigue.
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