Leí Small Things
Like These, novella de Claire Keegan, genia de quien leímos Antarctica, una
colección de cuentos sublime. Keegan cuenta Irlanda como nadie, y en Small
Things Like These lo hace con una historia pequeña que es parte de una historia
grande.
La historia grande
es la de las Magdalene Laundries, instituciones donde la Iglesia Católica
confinaba a mujeres que habían cometido el crimen de embarazarse fuera del
matrimonio. Pero la novella no se mete en la historia grande; es tan solo un
relato de unos días cerca de una Navidad en la década de 1980 en los que un
padre de tres hijas se encuentra con esa realidad frente a frente, esa realidad
individualizada en su propia historia personal y en el encuentro con una chica de
la lavandería de su pueblo. Frente a eso, Furlong debe tomar la decisión de
asistir cristianamente a la mujer o someterse a las instituciones religiosas y
sociales que intentan ocultar ese horror.
¿Qué es mejor?
¿Proteger a una mujer no muy distinta de sus hijas? “Se imaginaba a sus hijas
creciendo y madurando, saliendo al mundo de los hombres. Ya había visto ojos de
varones siguiendo a sus niñas.” (p. 12) ¿O seguir las normas imperantes, no
meterse? Su propia mujer le dice: “‘¿A dónde nos lleva pensar tanto’, dijo.
‘Pensar solo nos lleva para abajo’. Estaba tocando los botoncitos aperlados de
su camisón, agitada. ‘Si querés avanzar en la vida, hay cosas que tenés que
ignorar, así podés seguir adelante’.” (p. 31) E incluso: “‘Solo las personas
sin hijos pueden darse el lujo de ser descuidados’” (p. 32). Otra señora le
dice, a la irlandesa, no te metás: “Pausó y luego lo miró de la manera en que
las mujeres enormemente prácticas miran a veces a los hombres, como si no
fueran para nada hombres sino niños tontos. Eileen había hecho lo mismo más de
una vez, quizás más que unas varias veces.” (p. 59)
¿Qué es honrar a
sus hijas, defender a esta chica abandonada como una hija más, como una hermana
de sus hijas, o bajar el copete y, así, no poner en riesgo su situación dentro
del pueblo, la posibilidad de que sus hijas vayan a la escuela a la que hay que
ir, que maneja también la iglesia? ¿Aliado o padre?
En esta novella de
unas 70 páginas, Keegan describe Irlanda con una musicalidad luminosa y oscura.
¡Suena tan bien Keegan! En página 48 hay una descripción de los feligreses en
misa que vale todo el libro. Es una maga del ritmo, maestra de la puntuación:
“Mágicamente, entonces, las calles parecían cambiar y tomar vida bajo los
largos haces de bombitas multicolores que se mecían, placenteramente, en el
viento sobre sus cabezas”. (p. 16)
Y en medio de esas
descripciones y esa cadencia acompañamos al pobre Furlong, el único personaje
varón de cierta importancia, hijo de madre soltera, padre, aliade, luchando por salir
adelante, en medio del frío invierno irlandés. Vemos esa gran historia desde su
pequeña historia, desde su necesidad de decidir. Y así la ficción cumple no
sólo con la función de acompañarnos con momentos bellos, sino que logra también
hacer carne esas grandes historias, desde la subjetividad que permite entender
un lugar, todos los lugares. Es hermosa Small Things Like These, hermosa y
lúgubre y triste y distante y esperanzadora.
"He imagined his girls getting big and growing up,
going out into that world of men. Already he’d seen men’s eyes following his
girls" (p. 12).
"‘Where does thinking get us?’ she said. ‘All thinking does is bring you down.’ She was touching the little pearly buttons on her nightdress, agitated. ‘If you want to get on in life, there’s things you have to ignore, so you can keep on’" (p. 31).
"It’s only people with no children that can afford to
be careless’" (p. 32).
"She paused then and looked at him the way hugely practical women sometimes looked at men, as though they weren’t men at all but foolish boys. More than once, maybe more than several times, Eileen had done the same" (p. 59).
"Magically, then, the streets seemed to change and come
alive under the long strands of multi-coloured bulbs which swayed, pleasantly,
in the wind above their heads" (p. 16).
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