Ahí quedó entre otro de Molloy y uno de Rosa Montero.
La
narradora de en breve cárcel,
de Sylvia Molloy, se encierra en un cuarto, dentro de cuatro paredes, para
escribir sobre el amor. Es la historia, escrita en tercera persona y en
presente, de un triángulo amoroso dentro de cuatro paredes: "ella conoce a
Vera en este cuarto, duerme con ella en otra ciudad donde Vera la abandona por
Renata, conoce por fin a Renata abandonada por Vera, y hoy espera en vano a
Renata en el cuarto al que ha vuelto sin querer y donde esta historia
comenzó." (p. 51) La narradora se encierra para escribir, para sentir
físicamente el encierro del amor hasta que logra pensarse afuera de esas cuatro
paredes, de ese triángulo: "Piensa ahora, a veces, en marcharse de este
lugar. Se entretiene con la idea, ya ha pasado varios días entregada a la
fantasía que va perfeccionando, como un prisionero que mentalmente lima los
barrotes de su celda." (p. 123) El amor es una cárcel, la mirada de los
otros es una cárcel y la propia mirada sobre uno mismo es una cárcel.
En
el libro pasa poco fuera de las percepciones de la narradora, y a las 40 o 50
páginas ya me había aburrido: pero no lo dejé. No lo dejé porque está escrito
maravillosamente bien, con un tono, un cantito, que te lleva como un río manso
a una balsa. Como dice Piglia en el prólogo: "Cuando decimos que no
podemos dejar de leer una novela es porque queremos seguir escuchando la voz
que narra." (p. 9) Como la narradora en su propia piel, en su triángulo y
sus cuatro paredes, yo también estuve, de alguna manera, atrapado.
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