Ottonello quedó al lado de Leo Oyola. Seguro que lo cuida.
Quiero
ser artista, de Pablo Ottonello, y editado por Tenemos Las Máquinas, es una muy
buena colección de cuentos de un chico del que vamos a leer mucho. Son seis
cuentos en los que se repiten dos tópicos: la cuestión del arte, de ser
artista, de cuándo somos artistas; y el sexo, la pareja, la infidelidad.
En
"Kovacic" vemos el contrapunto entre dos cineastas: el narrador es un cineasta comercial y el otro un artista, al borde de la locura o del otro lado, que cree haber
descubierto la bacteria de la poesía del cine. En "Quiero ser
artista", una pareja joven que se dedica al cine hace turismo en un set y
el chico se cruza con un actor famoso, con un artista. Artista, parece
decirnos, se es y no se es al mismo tiempo todo el tiempo. Como dice un personaje de
ese cuento: "A veces creo, dice Olga, que el arte es tener trabajo en el
arte" (p. 70) y en otra conversación que "El arte es tener
tranquilidad económica" (p. 72).
"Fundar
un sexo" y "La gleba" son el reverso de la misma cuestión
milenaria. En el primero un hombre casado se bambolea al borde de la
infidelidad y en el segundo se pregunta si la mujer le es fiel. "La
gleba" tiene una estructura especial: es un fluir de conciencia de una
sola oración de cinco páginas, y se lee fantásticamente bien. En los dos hay
una prosa muy poética, un cuidado del lenguaje y un juego con las
palabras que es realmente muy especial. Si lo leés y escribís te pasa un poco
como el autor: querés ser artista. Por ejemplo, en "Fundar un sexo"
leemos: "Mostraste la cabeza de la copa y tiraste un chorro para que las
gotas cayeran hacia el interior con una lentitud de dibujitos, una ecografía
cayente, derramada en su cosa de gota y de uva". (p. 53) (Ottonello
también tiene apuntes culturales divertidos, y el humor está siempre presente,
como cuando dice que el "Sic Itur Ad Astra" es "un colegio
patricio donde las familias con plata de zona norte mandaban a su cría a que
aprendiera sus primeros argumentos de macroeconomía y sembraran amistad entre
el mejor trigo de la Argentina." - p. 82)
"Comprar
crema" es de alguna manera un poema que une los dos tópicos de los cuatro
cuentos anteriores, un cuento sobre cómo el sexo y la poesía están en todos
lados. "Amalia", el cuento que cierra el libro, parece el más
distinto de todos, aunque también tenemos problemas de pareja e infidelidad. Tiene, por lo pronto, más profundidad vincular; es la
historia de la destrucción de una familia y de una persona. Pero al final,
quizás, no es tan distinta: una vida sin poesía, sin arte, como la de esa
familia, una familia en la que no circulan las emociones, se rompe; la madre
híper entrenada de ese cuento, que cree que "Cuanto más uno se entrena,
más sano está, más años vive" (p. 98) resulta la prueba de lo contrario:
de tan dura perdió flexibilidad y se rompe en pedazos. De nuevo, Ottonello
cuenta este cuento duro con humor, como cuando dice de un personaje que
"la cocaína se le fue de las manos. De las manos a la nariz." (p.
112)
En
definitiva, una muy buena primera obra (publicada: sabemos que hay mucho más
allí) de un muchacho de quien vamos a leer mucho.
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