lunes, 9 de octubre de 2017

Heroína de la empatía


El 27 de septiembre empecé, en el Retiro-Tigre, La música que llevamos adentro, de Julia Moret. Lo sé porque tuitié que estaba en eso y que leyendo los agradecimientos y el prólogo ya me había emocionado dos veces. Emocionado de sentir lágrimas detrás de los ojos, de sentir que se me agarrotaba la garganta. Al día siguiente tuitié: “Me estás matando @JuliMoret. Tu libro es impresionante.” Finalmente, el 2 de octubre tuitié: “Tu libro es muy muy hermoso, @JuliMoret. Es emocionante y divertido e importante. Es tuyo y universal.”
El libro es un relato, en primerísima persona, de una mujer que va descubriendo que su hijo tiene síndrome de Asperger; y que va descubriendo qué es eso, qué significa eso para ella como madre, esposa, mujer, hermana, hija. Es, como dice Santiago Llach en el prólogo, “una historia fascinante de shock familiar y redención, un thriller de las emociones íntimas, un testimonio de todo lo que somos capaces de hacer los seres humanos.” (p. 19) Un libro que empieza con una madre con miedo a qué le dirán en el colegio otras madres y maestras sobre su hijo, que se comporta distinto a los demás: “Trato de no hacer contacto visual con ninguna madre para no habilitar la charla. (...) Estoy al límite de la autocompasión”. (p. 54) Y que termina con una mujer que quiere ayudar a otras madres de chicos con Asperger y a todos los chicos con Asperger. Una madre que empieza buscando en las librerías “un libro testimonial (…) que sea desde el punto de vista de la madre. Quiero un libro que me cuente qué siente una mujer, una madre como yo” (p. 173) y que termina escribiéndolo. Por eso no está mal la etiqueta que le da Llach en el prólogo de “superheroína de la empatía”. (p. 18)
Pero no es un libro para madres de chicos con Asperger. Hay sin duda algo totalmente subjetivo: nadie más es como Julia Moret. Pero hay algo mucho más general sobre qué significa ser madre, qué es ser mujer, esposa y todo lo demás. Moret se pregunta todo el tiempo cómo vivimos, en esa realidad que nos toca; preguntas como: “¿Eso es ser padre? ¿Esperar a que un hijo crezca?” (p. 31) “¿No hacen eso las familias?” (p. 97) “¿No hacen eso las parejas?” (p. 106) “¿No es eso quererse?” (p. 230) Hay cosas muy específicas de ser madre de un chico con Asperger, como la dificultad de la vida social del chico (“mi hijo tiene un amigo y lo cuidamos como si fuera un Quinquela heredado de mi abuela Nina.” - p. 71) Y otras que son comunes a todos: “Paso el peine fino y quiero gritar de la cantidad de piojos que estoy sacando. Me pregunto qué estará haciendo en este momento Scarlett Johansson.” (p. 315) (Necesitamos un poema largo sobre la lucha de la madre contra los piojos. Ahí se juega una desigualdad de género olvidada.) Es ahí donde el libro deja de ser sólo de Moret y pasa a hablar de algo universal, de cómo todos buscamos acomodarnos a esta cosa rara que es la vida (y cómo muchos de nosotros lo hacemos en parte a través de andar leyendo a otros y escribiendo para otros).
Como muestran las últimas dos citas, Moret apela frecuentemente al humor. Estuve al borde del llanto mil veces: con comentarios o preguntas del hijo; con detalles sobre cosas que ven o preguntan los padres o hermanas de Moret sobre su hijo. Sobre lo que ella misma puede preguntarse y permitirse decir y desear respecto de su hijo. Me emocionó mucho todo el juego con el marido y me sentí identificado con esa torpeza que tenemos a veces (siempre) para cuidar a las madres. Pero Moret vuelve una y otra vez al humor y lucha contra la autovictimización. De nuevo, esto es válido para la madre de un chico con Asperger y para todos. “Las madres y los hijos son como las almendras del helado: no se eligen, te tocan y listo.” (p. 62) Ante eso no sirve ni victimizarse ni negar las dificultades propias sino enfrentar esta cosa rara con el corazón abierto, con humor y con empatía hacia los otros que van por este camino. Por eso, además de lo más concreto de ser una madre de un chico con Asperger, por eso este es un libro importante.

1 comentario:

  1. Estoy de acuerdo contigo,me sentí comprendida y acompañada.Mi hijo tiene 13 años, le hago leer partes divertidas del libro y especialmente el cuento con dinosaurios de Julia a Luqui inventado en el momento. Ezequiel no paraba de reír.Tenemos un hermoso parque Jurásico sobre los muebles de su cuarto.Me encantaría sentarme a tomar café con Julia y hablar de nuestros tesoros. Hermosa tu publicación. Saludos de quien ha recorrido un largo y doloroso camino y lo sigue andando con una sonrisa y el corazón lleno de esperanza.

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