Leí Tarda en
apagarse, la hermosa colección de poemas de Silvina Giaganti, genia y amiga. No
me animo a decir demasiado porque sé poco de poesía y porque seguramente el
prólogo de Santiago Llach sea mucho más inteligente y profundo. Así que van
unos apuntes sueltos:
1. Es hermoso leer
poesía. Es hermoso leer poesía porque es un género evocativo. Si un poema está
bueno hace cosas con vos. Evoca cosas de una manera distinta que la prosa, más
directa y más indirecta a la vez. Cuando un poema habla de un amor, de un padre
o de un barrio, el lector piensa en su amor, su padre y su barrio. Un poema es
un texto que se escribe en muchas líneas separadas por enters y esa linealidad
que hace perder la linealidad hace que las palabras lleguen como emociones,
pero también que las palabras lleguen como palabras o sonidos porque en el
poema está la sensibilidad potenciada de la forma y por esta razón también es
hermoso leer poesía.
2. Los libros de
poesía se terminan rapidísimo pero no se terminan nunca. Ya leí dos veces de
corrido el libro de Silvina y además algunos poemas los volví a leer y estoy
seguro de que volveré a leer el libro de corrido muchas veces y que voy a
volver una y otra vez. Los libros de poemas buenos como el de Silvina no se terminan nunca porque en esa
rotura de los enters y en esa evocación que despierta en el lector el poema se
vuelve a hacer cada vez en el lector. El poema lo termina de hacer el lector
cada vez, lo reconstruye con lo que evoca en uno cada vez. Todo está en
movimiento por siempre allí.
3. El movimiento. En
estas lecturas del libro de Silvina me llamó la atención el movimiento. En el
primer poema nos dice: “me estaba preparando para un movimiento / que ahora veo
no termina nunca. / A los 20 me fui de casa / porque del barrio hay que irse
rápido.” El movimiento tiene un origen definitivo (el barrio, los padres): “las
chicas con las que quise todo / fueron mi movilidad intelectual ascendente”
desde unos padres muy distintos. Pero el destino es poco claro: “De madrugada,
una se levanta, se viste y se va / en fade, como la vida.” Y la vida se
describe en otro lado como “este barro”. Todo el tiempo la narradora trae y
lleva cosas, figuradas o reales: una novia que dijo “que siempre me llevaba con
ella” o un momento en que ella se lleva una vieja camisa de su padre. “Las
nubes / se mueven lentas, como me gustaría / moverme a mí” y la idea es
“crecer, volver a pasar / por el mismo lugar / sin hacerse tanto daño.” La vida
es como un gran movimiento que no termina, que va de un lado que conocemos pero que no llega a
ningún lado, se trata de moverse lento para estar mejor en ese mismo lugar desde el que nos
fuimos, hasta que algo se apaga.
4. Tarde en
apagarse. En Brooklyn la colilla de un cigarrillo “tarda en apagarse”. Y me
preguntó qué es lo que tarda en apagarse. ¿El deseo? ¿El amor? ¿La esperanza?
¿La vida? Mientras haya movimiento quizás hay algo encendido. Mientras haya
poemas para leer y releer algo habrá encendido, algo tardará en oscurecer.
5. Compren el libro
de Silvina. Léanlo. Una y mil veces. Tenganlo por ahí. No lo guarden en la
biblioteca. Que esté por ahí. No pesa nada y es hermoso y está vivo y no se
apaga más.
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