viernes, 22 de diciembre de 2017

Escritura curativa


Leí El salto de papá, de Martín Sivak, “el texto del hijo que ha extendido el duelo durante un cuarto de siglo” (p. 301), y me gustó, aunque menos de lo que parece haberle gustado a otros. Matías Buaso, por ejemplo, lo pone segundo en su lista de los mejores libros de no ficción de 2017, donde pone primero a uno que me gustó más (el de Julia Moret) y quinto a otro que también me gustó más (el de Pedro Mairal).
Más allá de los gustos, El salto de papá es sin duda un libro muy interesante, básicamente por dos razones. La primera es, por decirlo así, accesoria al libro, y es que es una entrada muy especial a la historia argentina desde más o menos 1970 a 1990. Por la vida de Jorge Sivak pasaron una serie de personajes que hacen a esa Argentina: desde artistas amigos como Daniel Viglietti, Chico Buarque o Mario Benedetti, a personajes de la política como Carlos Spadone, Néstor Lorenzo, José Luis Manzano, Fernando Sokolowicz, Mohamed Alí Seineldín, Bernardo Grinspun, Enrique Gorriarán Merlo, Julio Mera Figueroa, el general Lanusse y tantos más. A mí, en particular, me parece más interesante aún porque nací el mismo año que el autor y viví parte de esa historia; recuerdo tratar de entender, desde afuera, ese “caso Sivak” que Martín sufría desde adentro. Además, soy hincha del mismo equipo: Bochini fue un personaje importante de mi niñez también, aunque no lo conocí en esa época; y estuve en la cancha en un partido contra Racing de Córdoba con incidentes que recuerda Sivak, por ejemplo.
La otra razón va más al fondo del asunto: para cualquier hijo es difícil escribir sobre el padre; es difícil imaginar cuanto más difícil debe ser escribir sobre un padre tan larger than life como Jorge Sivak y cuanto más aún si ese padre se suicidó. El libro es sobre este hijo y este padre y también sobre todos los hijos y todos los padres. No es casualidad que el autor haya empezado a escribirlo cuando nació su propio hijo (“El nacimiento me tiró por la cabeza la ausencia de mi tío y de mi papá.” - p. 70) Y el descubrimiento, de alguna manera, que hace el autor es que su padre nunca pudo lidiar con el propio padre. Entre el mandato paterno y la muerte del hermano, Jorge Sivak se vio obligado a ser empresario aunque, como le contara al autor un ex empleado, “A tu papá no le gustaban los negocios. (...) A tu papá le gustaba la gente, hablar con la gente” (p. 262-263); aunque fuera “un imán para negocios inviables” (p. 110)
En el libro Martín hace un poco lo que Jorge no pudo: pensar sobre el padre, quererlo y separarse a la vez, lo que parece más fácil de lo que verdaderamente es. Hacer esto requiere siempre algo de valentía, y más en este caso. Por eso, todo lo que no me gustó del libro resulta bastante secundario si se piensa en el libro como el proceso mismo en el que el autor está haciendo eso, con honestidad y valentía: “¿Por qué papá se tiró por la ventana y nos dejó huérfanos? (...) Empecé este libro con la pretensión candorosa de creer que así cerraría su historia; en realidad, apenas pude continuar nuestras historias de otra manera.” (p. 300)

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