Alguien le regaló
a #esposa para su cumpleaños El amor, el
amor, el amor, un libro que reúne columnas que Carolina Aguirre escribió
para La Nación. Después de leerlo, #esposa lo dejó en mi mesa de luz y lo leí.
No es un libro que hubiera leído y no me gustó demasiado, pero igual me resultó
interesante y, por momentos, emocionante.
Lo que me emocionó
fue lo único que había leído previamente de Aguirre, la columna “Colombia”.
Tampoco, creo, había visto sus productos televisivos porque prácticamente no
consumo televisión (cosa que digo como dato y sin juicio de valor; no creo que
me haga mejor o peor persona). “Colombia” es un relato conmovedor de una mujer
que sufre en primera mano violencia a manos de su pareja. Recuerdo haberla
leído el día que salió, desde el celular en un colectivo, y haber llorado. Al
verla ahí sola, impotente frente a un violento; al verla rescatada por su padre
y cobijada por amigas. Y volví a llorar ahora.
Esa columna
explica, me parece, por qué me gustaron poco las demás, o el promedio de las
demás: porque casi todo es escritura que gira sobre la escritura y muy pocos textos logran emocionarme con eso. (Sólo se me ocurre algunas cosas de Philio Roth.) Además, el libro gira
mucho sobre la escritura de televisión, un mundo que no es el mío. (Igualmente,
banco a muerte su defensa de Gilmore
Girls, serie que, coincidimos con la autora, da a varones y mujeres una
mirada mucho más interesante de la femineidad que tantas otras). “Colombia”, en cambio, no
es sobre la escritura, aunque contiene alguna reflexión sobre la escritura; es
sobre algo mucho más vital y real.
Así y todo, leí
todo el libro y rescaté cosas muy interesantes sobre la escritura pero que van
más allá, que son ideas válidas para muchos otros campos. Por ejemplo:
“Los fuertes
reescriben en silencio.” (p.74) Me parece genial y válido más allá de la
escritura. Hay que practicar, esforzarse, seguir adelante y quejarse menos.
“escribir no tiene
nada que ver con empezar sino con seguir. Sólo el que aguanta el umbral de
angustia y de cansancio es el que se vuelve escritor de verdad.” (p. 104) Creo
que estoy de acuerdo en que ese es el camino y creo que justamente por eso no
soy escritor: porque prefiero vivir sin angustia. Pero al mismo tiempo, toda
actividad requiere templanza.
“R. y yo sólo
conocemos una pequeña ventana del otro.” (p. 106) Esto, que la autora dice
sobre una relación en particular entre dos amantes, me parece que es válido
para toda escritura pero sobre todo para todo vínculo. La ventana puede ser un
poco más grande o más chica, el vidrio más transparente o más opaco, pero lo que vemos es siempre parcial. Y aunque
parezca injusto (y a su vez genere injusticias), es sobre esa información limitada
que debemos actuar.
“Lo importante
para sentarse a trabajar no es crear el compromiso sino el deseo.” (p. 144) De
nuevo, válido para todo trabajo y toda actividad: lo que hacés en el trabajo,
el deporte que practiques, la persona con la que estés, te tiene que gustar,
tenés que buscarle el gusto.
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