La genia de
@violetaviolento un día vino y me dijo tomá, esto es para vos. Esto era “A
Poetry Handbook”, de Mary Oliver. Un manual de poesía. Y yo no estoy muy seguro
de que me guste la poesía.
No importa que te
guste, me dijo @violetaviolento, eso es irrelevante. El manual de poesía es
imprescindible más allá de que te guste o no o de que quieras o no escribir o
leer poesía.
Prácticamente todo
lo importante que dice es general a la literatura: “Escribir un poema (...) es
un especie de affaire entre algo así como el corazón (esa fábrica de emoción
valiente pero también tímida) y las habilidades aprendidas de la mente
consciente.” (p. 7)
El manual es un
manual. Cuenta esas cosas importantes que hacen a leer o escribir un poema: el
sonido, cómo suenan las palabras, y las maneras de referirse a eso
(aliteración, asonancia, onomatopeyas, etc.) La línea y la métrica: dónde
cortamos una línea y por qué; la acentuación y las estructuras fijas y no
tanto, etc. La dicción: la elección de las palabras, el tono y la voz, las
imágenes.
Oliver nos da
algunos consejos. Por ejemplo, una idea de cómo estar atentos al lenguaje: “el
espacio entre el lenguaje cotidiano y la literatura no es ni tremendamente
amplio ni profundo, pero sí contiene una diferencia vital - de intención e
intensidad.” (p. 16) O una fórmula mágica: “Cada adjetivo y cada adverbio valen
cinco centavos. Cada verbo vale cincuenta centavos.” (p. 90)
También explica
qué significa y cómo se produjo el pasaje hacia el verso libre (y hacia la
novela del yo contemporánea, creo yo). Con la democratización del libro y de la
literatura, “El discurso ingresó al poema. El poema dejó de ser una clase
magistral, pasó a ser tiempo compartido con un amigo. Su música se convirtió en
la música de la conversación.” (p. 70) “Gran parte de la poesía contemporánea
(...) está escrita en una dicción que casi contradice que haya sido compuesta
formalmente: su tono general es de una intimidad natural y amigable; el
lenguaje no es claramente diferente del lenguaje cotidiano.” (p. 77)
El manual es mucho
más que un manual; no es un conjunto de instrucciones para leer o escribir. Es
un alegato a favor de la poesía y de la literatura como una forma de vida. Y es
ahí donde ocurre la magia: es un manual que emociona. La poesía es fruto de la
vida es una forma de
vivir
Y es ahí donde
emociona e ilusiona.
“Una mente que es
vivaz e inquisitiva, compasiva, curiosa, enojada, llena de música, llena de
sentimiento, es una mente llena de poesía posible. La poesía es una fuerza que
ama la vida. Y requiere una visión - una fe,
para usar una palabra anticuada. Sí, por cierto. Porque los poemas no son
palabras, después de todo, sino fuegos para el frío, cuerdas para tirarle a
quienes están perdidos, algo tan necesario como pan en los bolsillos de los
hambrientos.” (p. 122)
Qué ganas de tener
esa visión,
esa fe.
Originales de
las citas usadas
“Writing a poem (...) is a kind of possible love
affair between something like the heart (that courageous but also shy factory
of emotion) and the learned skills of the conscious mind.” (p. 7)
“the space between daily language and literature is
neither terribly deep bor wide, but it does contain a vital difference - of
intent and intensity.” (p. 16)
“Every adjective and adverb is worth five cents. Every
verb is worth fifty cents.” (p. 90)
“Speech entered the poem. The poem was no longer a
lecture, it was time spent with a friend. Its music was the music of
conversation.” (p. 70)
“Much of contemporary poetry (...) is written in a
diction that almost belies that it was formally composed: its general tone is
one of natural and friendly intimacy; the language is not noticeably different
from ordinary language.” (p.
77)
“A mind that is lively and inquiring, compassionate,
curious, angry, full of music, full of feeling, is a mind full of possible
poetry. Poetry is a life-cherishing force. And it requires a vision - a faith, to use an old-fashioned term.
Yes, indeed. For poems are not words, after all, but fires for the cold, ropes
let down to the lost, something as necessary as bread in the pockets of the
hungry.” (p. 122)
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